Parte 28

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Gabe pasó una tarde y una noche terribles, no sabía dónde meterse. Genelle cumplió con su jornada y, una vez en su casa, lloró y lloró bajo la presión del agua que salía de la ducha. Llamó a Alma, era su única amiga y necesitaba alguien con quien hablar, urgentemente. La abogada la escuchó hasta que terminó su relato y después la regañó severamente.

- ¡Idiota! -Le dijo- ¿No ves que sólo te haces daño? ¿Y él qué? Tanto que lo quieres y lo hundes de ese modo... Ay amiga, que mal estás. Equivocada en todo, desde luego, y así no vas a llegar a nada y menos ser feliz algún día.

- Pero Alma, ¡es él! El imbécil que me tiró por las jodidas escaleras, ¿no hay más tipos en el mundo? -Replicó Genelle.

- El imbécil que te tiró por accidente por las escaleras -recalcó el "por accidente"-, y el imbécil que está enamorado de ti hasta el tuétano y al cual también quieres.

- No le quiero, Alma.

- ¡Es verdad! Lo amas como una tonta y aún así lo quieres dejar escapar. ¡Tonta! ¿Tú lo has visto bien? Es un hombre de éxito, de mucho éxito en realidad. atractivo e inteligente. ¡Y romántico! ¿Tú sabes que esos no abundan?

Genelle gruñó ante aquel comentario y se despidió de su amiga no sin escuchar antes la última puñalada de parte de Alma.

- Deja de hacerte de rogar, piensa en tus sentimientos, en el amor que ambos os tenéis, en el pobre chico que ha hecho lo imposible por cautivarte sabiendo que no lo soportas. Lo que ha debido sufrir el pobre y hoy, amiga, le has destrozado el corazón.

Acostada en la cama, estuvo pensando en todo tal y como Alma le había dicho. Era difícil para ella, no lo odiaba, pero no lo soportaba, ¡y estaba enamorada de él al mismo tiempo! Las palabras que otras veces él le había dicho le rondaban la cabeza incesantemente. <<Me da miedo que me rechaces cuando sepas quién soy>>, <<dame una oportunidad de demostrarte lo que siento por ti y que puedo hacerte feliz>>, <<eres lo más preciado de mi vida>>, <<te amo, Genelle>>.

Para ella, aquello se estaba convirtiendo en una tortura en la que su subconsciente intentaba hacerle ver la realidad. Se puso a recordar todo lo sucedido desde que todo inició; el día del beso y el incidente en las escaleras, la actitud de Gabe, el miedo a que lo viera, el secretismo, las cartas, las flores, los regalos, los poemas, los mensajes, las llamadas, su voz... Sus palabras, las de ella, los sentimientos de ambos, las canciones... ¡las canciones! ¡Cuánto le habían gustado! Todo, absolutamente todo lo vivido en ese periodo, había sido algo bueno, algo que la ilusionaba. Bueno, excepto la caída, sí. Pero, aparte de ese hecho aislado, había habido entre ellos pura magia.

- Ha sido mágico -murmuró. Recordó su encuentro en el vestuario y se ruborizó-. Y también intenso y apasionado -añadió, dándose aire con las manos.

Siguió cavilando, pensando ahora en su actitud hacia él, hacia el chico y no al misterioso admirador. Había sido horrible con él, le había hablado fríamente y con crueldad y él no se lo merecía. Ahora, en su soledad, veía todo claro. Él no merecía aquel trato por su parte; había sido un encanto con ella y no debía haberlo tratado tan mal, pero en esos momentos no era consciente. ¡Por eso él creía que lo odiaba!

Entonces, haciendo memoria, recordó la escena del coche. <<¡Oh, mierda! ¡Se lo dije! No es que se lo diera a entender, es que se lo dije>>, pensó Genelle hundiendo el rostro en el almohadón que estaba retorciendo hacía rato. No podía imaginar cómo se debía haber sentido él todo aquel tiempo, era imposible hacerlo.

Gabe, en la intimidad de su hogar, se deshacía en llanto cual niño pequeño herido. No podía soportarlo, él lo sabía, y aun así siguió adelante. Sabía que lo odiaba, que no llegarían a nada, que quedaría desolado y con el corazón hecho añicos imposibles de unir. Y así estaba, roto, completamente hundido en su tristeza y sin ganas ningunas de levantar cabeza. <<¿Por qué amas tan profundamente, Gabe? No te trae nada bueno, a ver si escarmientas de una vez, idiota. ¿O es que quieres vivir siempre ahogado en el desamor que rige tu vida? ¡Despierta y sal adelante!>>, se recriminaba; pero no podía, era una de esas situaciones en que es fácil decirlo pero muy difícil, sino imposible, llevarlo a cabo.

La noche llegó y los arrastró a ambos a visitar malos sueños en los que eran protagonistas, los cuales los dañaban seriamente. Gabe durmió a cabezadas, pues aquello era demasiado para él, y Genelle amaneció pronto, empapada en sudor. Era sábado. El sábado en el que se celebraba la fiesta, el sábado de su primera cita; el sábado en el que se encontrarían.

<<Ya sabe quién soy, no va a asistir>>, afirmaba Gabe.

<<¿Qué hago?>>, se preguntaba Genelle.

Decidió pedir consejo a Alma, una vez más. Le explicó lo de la cita y Alma se ofreció a ayudarla a prepararse, pues logró convencerla de ir a ese encuentro. Era verdad que el pobre muchacho se lo había ganado, además se lo había prometido y había algo más, más importante que todo eso: que lo amaba.

Logró ver la verdad, lo que encerraba su interior, y supo reconocer que no era odio, sino rencor por lo de las escaleras. Era un rencor que había quedado ahí clavado debido a la tardanza del hombre en disculparse, entre otras cosas, pero ya lo había hecho y no debía seguir enfadada por algo que había sido accidental. Ya no más. Aceptó que su amiga la ayudase a peinarse y maquillarse, pero antes quería hablar con él, por mensajes pues no se sentía con fuerzas de hablarle directamente o por teléfono en ese preciso momento.

<<Hola, Gabe. ¿Podemos hablar o estás ocupado?>>, le escribió. No sabía muy bien cómo comenzar o cómo decirle lo que quería. Gabe, cuando escuchó la melodía que indicaba un mensaje no podía creerlo. Nadie más que ella le mandaba sms, ¡tenía que ser ella! Los ojos se le aguaron al ver su nombre en la pantalla, accedió al mensaje y lo leyó. Respondió sin dudarlo: <<Para ti siempre tengo tiempo>>. Escueto y directo.

Genelle sonrió al leer la respuesta, se animó a comenzar a decir lo que pretendía y tecleó: <<Perfecto, gracias. Quiero que sepas que no te odio, Gabe. Solamente, como te dije, tengo que asumir las cosas. Estaba muy sorprendida ayer, no podía creer que te viese de aquel modo, perseguido por una ex lo más ordinaria posible y en medio del hall, en lugar de en la cita de hoy a solas. Y ver que eras tú, justamente tú, pues me impactó. Aún tengo que acabar de hacerme a la idea, como te digo lo que necesito es tiempo>>.

Gabe, al leerlo, sintió que su corazón latía un poco, recuperando parte de la vida que creía extinta. Pero junto a eso, la palabra tiempo lo dejaba de piedra. Si bien sabía que era un milagro que ella le textease, no podía evitar que ese término lo hiriese.

<<Te daré todo el tiempo que te haga falta, Genelle. Y si decides que no quieres verme más, lo entenderé y lo respetaré. Te doy mi palabra de que no te voy a molestar más si tú lo pides>>, respondió el joven. La réplica de la mujer no se hizo esperar. <<Gabe, no me has entendido. Lo que necesito es hacerme a la idea, no tomar una decisión. Y el tiempo que necesito no es para mí sola, sino tiempo para asumirlo todo, a tu lado. No te digo que vaya a ser fácil o complicado, porque eso es algo que no sé, pero vale la pena intentarlo, ¿no crees? Si no funciona, pues no funciona, pero no nos podemos rendir sin intentarlo. Yo no puedo. Ya te lo dije una vez, no puedes ser tan fatalista. Por cierto, tengo que dejarte ya; tengo que arreglarme, que he quedado>>.

Gabe alucinaba. <<¿Quedado? ¿Pero qué me estás contando?>>, le cuestionó desganado, pues aquello era el remate para él. Pronto recibió otro sms: <<Sí, tengo una cita. Contigo. ¡No me digas que lo habías olvidado! ¿O es que acaso creías que no iba a ir? Te lo prometí, Gabe. Y yo siempre cumplo mis promesas. Ahora, en serio te tengo que dejar, tengo mil cosas que hacer. Espero que me recojan como me dijiste>>.

Él no podía respirar, sentía una gran presión en el pecho. ¿Podía ser angustia? ¿Un extraño alivio? ¿Una mezcla de ambos? Incapaz de definir aquella sensación, optó por beber agua y tratar de calmarse, consiguiéndolo poco a poco. <<Ella... ¡va a venir! ¡Vendrá a la cita! Y... ¡me da una oportunidad! ¡Gracias Dios! ¡¡Creeré en ti desde hoy!!>>, hablaba solo el muchacho.

Así, cada uno en su propio mundo de ilusión y dudas entremezclándose, procedieron a preparar todo para poder disfrutar de la cita. <<Quedan horas aún pero nunca es pronto para comenzar con un buen baño>>, se animó la mujer, al tiempo que dejaba todo listo y se sumía de nuevo en su mundo.

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