Parte 20

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Gabe, ya en su departamento de nuevo, estaba sentado en un sillón viendo baseball en televisión. Pensaba en Genelle, en si ya debía haber visto los paquetes o incluso haberlos abierto. Sabía que lo llamaría, tenía el pálpito, pero ahora le tocaba esperar.

Genelle se dispuso a abrir los paquetes con algo de nerviosismo pero contenta al mismo tiempo, pues él la había vuelto a sorprender y eso le encantaba. Retiró el papel de regalo y abrió la primera, una rectangular de tamaño mediano. Dentro había unos hermosos zapatos negros de tacón alto que la cautivaron nada más verlos, con tiras cruzadas cerca de los dedos y en el tobillo, donde se abrochaban con una hebilla color crema, del mismo tono que la suela. Casualmente eran de su número, ¿cómo había sabido ese detalle? Se los calzó para ver si le iban bien o le molestaban, pero parecían hechos a medida. Prosiguió abriendo los paquetes y, al terminar, había sacado de las cajas los zapatos, un vestido, un bolso y una joya. Lo miraba todo con detenimiento, memorizando cada detalle.

El vestido, suspendido en el aire sujeto únicamente por los estilizados dedos de Genelle, era realmente bonito. El azul de la prenda le encantó, nada más poner sus ojos encima. Parecía de coctel, sin mangas y cuello pico. Un adorno que parecía un seguido de flores de tela del mismo color que el vestido iba desde la punta del escote hasta la parte trasera del hombro derecho, mientras que el otro hombro parecía gasa. Estaba deseosa de probárselo, realmente le gustaba. Había acertado con el color, con el estilo, y con el largo también. Quiso probárselo también, no pudo aguantar la tentación, ¡era demasiado bonito! Le quedaba como un guante, simplemente perfecto. Como había sospechado, quedaba justo por encima de las rodillas, marcando la silueta. Le gustaba tanto que si hubiera sido posible no se lo hubiese quitado nunca, pero eso no podía ser.

Con el vestido aún sobre su piel, volvió a probarse los zapatos y observó sus piernas; quizá no fuesen los que ella hubiese escogido para tal prenda, pero debía reconocer que la combinación le sentaba de muerte a sus piernas. Sonrió y se acercó a la joya, que era un reluciente collar. Según rezaban la etiqueta y el certificado que venía adjunto, era de oro blanco con diamantes talla brillante encastrados. Genelle se tomó la tarea de contarlos y, si no erró en las cuentas, tenía nada menos que medio centenar de esas valiosas piedras preciosas decorando toda la parte delantera de la joya, en una fila perfecta. <<Es alucinante, debe valer más que mi casa entera...>>, pensaba ella mientras la sujetaba con pasmoso cuidado sin apartarle el ojo de encima.

Colocó el collar en su cajita con suma delicadeza y tomó el bolso, de coctel, sin asa ni correa, alargado como un estuche y bastante rígido. Era de color negro con brillos y el interior estaba forrado con una suave tela muy fina y negra también. El material de la parte delantera, en lo que era la tapa, tenía diversos pliegues hacia los extremos que le daban un aire coqueto al objeto, exceptuando la zona central que era lisa como el resto del bolsito y quedaba enmarcado por dos tiras en diagonal hechas con pequeños vidrios que iban agrupados de tres en tres. Bonito, pero nunca había tenido algo similar, nunca lo había necesitado, y no estaba segura tampoco de darle uso a ese en concreto.

Observó todo y decidió llamar a Parker para descubrir el motivo de aquellos maravillosos presentes. Él respondió a la llamada en el preciso instante en que comenzó a sonar el teléfono.

— Hola, preciosa —la saludó él.

— Hola —respondió con una breve timidez inicial—. He visto tu mensaje, y los regalos también. ¿Cómo has entrado en mi casa? —fue directa al grano— ¿Y cómo sabes mi dirección?

— Tengo mis recursos —contestó Gabe tras unos segundos de meditación.

— Oh, un hombre de recursos, ¿eh? Interesante —bromeó ella, con la misma respuesta que empleó él días atrás.

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