Parte 32

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Genelle, con la espalda erguida, comenzó a sollozar repentinamente. Parker se asustó.

— Eh, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? —Ella no respondió—Genelle, oye. Dime algo, por favor. ¿Qué sucede?

— Nada —balbuceó—. Son los nervios. Lo siento, Gabe. Lo siento. Arruiné la fiesta, no debí, ahora tendrás problemas. Discúlpame.

— Shhh... No, no. No arruinaste nada, ¡fue genial! —Ella lo miró confundida— Le dijiste lo que todos piensan pero nadie se atreve a decirle. Estoy seguro de que si te hubieses quedado hubieras recibido una ovación, ¡incluso de Andrew! ¿Viste su cara? —Gabe rió con ganas al recordar.

Ella comenzó a sentirse mejor y rió con él mientras empezaban a caminar. Él, para evitar que ella siguiese pensando, le propuso ir a algún sitio, donde ella quisiera. Eran las once y poco de la noche y aún había sitios a los que ir ya que era sábado.

— ¿Dónde yo quiera? —Se quiso asegurar ella.

— Donde usted mande, señorita.

Ella sonrió y buscó un taxi pero, como no había ninguno, sacó su teléfono móvil del bolsito y llamó a la central de taxis para que les enviasen uno. Gabe tuvo que dar la dirección porque ella no tenía idea de dónde estaban. En cuanto el coche llegó y se pusieron en marcha la actitud de Genelle cambió, volvió a estar alegre, radiante, risueña y contagiaba su alegría a su acompañante, el cual no podía apartar los ojos de ella. El viaje llegó a su fin y Gabe se vio ante la entrada a unos cines, ella corrió a ver la cartelera y los horarios, para ver si aún alcanzaban a entrar a alguna.

— Ya solamente podrían acceder a una "sesión golfa" —Genelle puso cara de horror—. No se asuste, que tienen ese nombre porque son muy tarde, nada más —ella se relajó—. Comienzan a las doce y media o a la una, dependiendo de la sala.

— Gracias, ahora vuelvo —llamó a Gabe y, cuando él se acercó, le dio la misma información que le habían facilitado a ella un momento antes—. Entonces, ¿te apetece una peli?

— Si es lo que tú quieres, sí.

— ¡Bien! —Exclamó feliz, dando un saltito.

— Pero aún falta mucho para que empiecen.

— Bueno, miremos las que hay y vamos a tomar algo hasta que comiencen —sugirió Genelle.

— Hecho, vamos —dijo mientras colocaba su mano en la cintura de la mujer.

Decidieron ver una comedia y cruzaron la calle para ir a una heladería que había frente al edificio del cine, con la terraza llena de gente y, por ende, abierta. Hicieron tiempo con un buen helado cada uno y, cuando apenas faltaban diez minutos para comenzar la sesión, regresaron al lugar. Una vez dentro, vieron la película con atención y sin soltarse las manos. Gabe hacía años que no iba al cine, solo no le gustaba ir y la gente de su círculo no era asidua a ese lugar, así que agradeció que a Genelle sí que le gustase y hubiese querido ir esa noche. <<Tanto miedo que tenías y mira qué bien va todo>>, se decía a sí mismo mientras observaba a Genelle, absorta en el film.

Cuando la película llegaba a su fin, una escena en la que una pareja se besaba provocó cosas en ellos. Genelle, sentada, se movió como si estuviese incómoda y apretó algo más el agarre a la mano de Gabe, quien a su vez se visualizó a sí mismo besando a Genelle. Al salir, el aire fresco azotó sus rostros, pero no les hizo olvidar las ganas que ambos tenían de besarse. Gabe vio que Genelle se estremeció por el fresco que hacía y se quitó la chaqueta del traje para colocarla sobre los hombros de ella, quien le agradeció el gesto con una amplia sonrisa y, tal y como ambos deseaban, le dio un tierno beso en los labios. Él, ansioso, la abrazó y la besó de nuevo. Sus labios demandantes y cálidos la rindieron a su tacto y se dejó dar un ósculo lleno de amor y deseo en medio de la calle. Al separarse, Gabe sacó su teléfono móvil y le preguntó si tenía algún plan más.

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