Capítulo 3

147 8 1
                                    

AVA PAIGE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

AVA PAIGE

Me encontraba entre cajas, cajas y más cajas. Estaba contenta de por fin tener mi espacio, mi zona de batalla; mis cosas por todas partes, pero por otro lado estaba triste de dejar recuerdos en esta casa, a mi hermano, mi madre, los fines de semana con desayunos imperiales que se montaba.

Un sábado de mudanza no era mi plan preferido, menos con resaca. Ya tenía el piso perfecto para quedarme a vivir. Me causa nostalgia tener esto. Casi un año de ahorros para poder llegar hasta aquí. Dándole un último vistazo a mi madriguera, lancé  unas cuantas lágrimas de mis ojos con una sonrisa. Aquí viví mis diecinueve hermosos años.

—No dejes tus mocos aquí —mencionó mi madre por detrás de mí.

—Sé que vas a extrañar que robe el aguacate de la cocina —me abrazo por la cintura, dejándome un beso sobre la cabeza.

—Siempre será tu casa. Iremos a visitarte seguido.

—No, muchas gracias, yo vendré a visitarlos —Reímos.

Apareció mi hermano por enfrente a darme un abrazo, apenas me llegaba a mitad de la cadera. Con mis brazos le apachurre la cabeza mientras desordenaba su perfecto cabello rojizo. Y con esta postal en mi cabeza mi camino debía seguir.

—Los amo. —dije en la puerta principal antes de subirme al taxi.

Había comprado un piso a diez minutos de casa de mi madre.

Estaba cerca de lo que consideraba mi nido de crianza, y el café donde trabajo. Esta zona es la mejor que encontré, las demás eran cuartos compartidos que para nada era de mi agrado, todo podría salir mal en cosas como esas.

Dejé las maletas estáticas al lado de mi pierna para poder sacar la llave de mi bolso de mano. La gire y lo volví a ver, volví a sentir lo mismo cómo cuando lo vi por primera vez. Amplio, buena luz, grandes ventanales, arquitectura moderna, todo como me gustaba.

Tomé mi cámara que traía en el cuello, enfoqué el panorama para tomarle una foto. Tomé una calada de aire y entre. El camión de la mudanza venía un poco retrasado por el tráfico, pero estaba por llegar. Me dispuse a dejar mis cosas en mi habitación. Volví a recorrer cada rincón de la casa, imaginándome las cosas que compraría para darle personalidad.

El camión había llegado. Firme unos papeles y empezaron a llevar algunas cosas adentro. En el habían algunos muebles de mi gusto, lámparas, algunas decoraciones en cristal, la gran televisión y mi cama. Las compré un mes antes y estaba lista justamente para hoy, cosas como estas me hacen pensar que soy un poco exagerada con mi negatividad, todo fue perfectamente bien.

Aún me faltaban cosas, pero al menos tengo donde sentar a mis invitados. Me dispuse a quitarle los protectores a los mueves. Había comprado unas colchas para ponerlas en la cama y dormir a gusto la primera noche. Las coloqué. Se veía tan bien. Me siento como mi madre cuando compra un utensilio nuevo para la cocina.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora