Capítulo 5

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AVA PAIGE

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AVA PAIGE

Abrí los ojos confundida, algo estaba mal. Alcancé mi teléfono para ver la hora. Ocho y media. Mierda. Me levanté con prisa para llegar al baño. Cepille mis dientes lo más rápido que pude, aunque lo hiciera mal. Me coloqué la primera sudadera que vi de un color tenue, mis jeans de confianza, me entraba a la fuerza los zapatos que ya no me quedan, pero eran mis favoritos.

Tomé mi teléfono al igual que mis llaves y salí disparada de casa.

Pase la tarjeta roja con detalles verdes por el lector, la máquina me dio luz verde indicándome que todavía tenía balance para subirme al metro. Las puertas se abrieron y todos entraron apresurados, pude alcanzar un asiento vacío. Me senté aliviada de no ir cuatro estaciones de pie. Pude enganchar mis audífonos a mis oídos e ir escuchando una de las canciones que acababa de descubrir, su tono pegadizo me ponía alegre.

La castaña de mi lado se levantó en la segunda estación, quedando un asunto libre junto a mí. Un chicho de complexión relajada, abrigado en un suéter negro, con la capucha encima de su cabeza se sienta en el lugar despejado. Mire sus manos que descansaban en sus rodillas, el color rosado en sus nudillos resaltaba en toda su mano. Estaba concentrada en sus manos cuando su cabeza se giró hacia mí, permitiéndome ver sus ojos azules. Un intenso azul que ya conocía, llevaba un arito en un solo lóbulo. Sus labios se movieron, fruncí el ceño.

Saqué mis audífonos.

—¿Qué escuchas? —pude escucharlo con claridad.

Se me hacía raro que me preguntara tal cosa. No lo conocía de nada. Sus ojos desprendían un brillo que no podía entendía muy bien que era.

—¿Qué? —este tiró del cable, se lo llevo a su oído sin permiso.

Actuaba como si me conociera y eso me hacía sentir incómoda.

—Tranquila, no te voy a secuestrar o algo por el estilo —se supone que esto debía tranquilizarme, pero no funciono.

No podía sacar una palabra de mi boca en estos momentos. Su actitud despreocupada me preocupaba.

—También me gusta Justin Bieber —dijo, llevando devuelta el aparato de donde lo había sacado.

El programa del vagón anunció la tercera parada. El chico de ojos azules, se levantó y se sostuvo del tubo arriba de su cabeza. Detuve mi vista en su rostro por segunda vez, analizándolo, y ver si podía reconocerlo como él a mi. Los pares de lunares casi inexistentes en algunos sitios de su rostro los había visto... pero uno que se le marcaba más que otros, debajo del ojo, ahí mi mente colapso y lo encontré en la parte de atrás de mi cerebro.

Era el chico de ojos oceánicos.

—Tú —sentencie, a lo que él levantó una ceja, divertido.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora