Capítulo 19

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AVA PAIGE

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AVA PAIGE

—¿Todavía no has hablado con él? —pregunté estirando mis piernas.

—Prefiero no hacerlo —dijo, mirando con desprecio al equipo que esta reunido a unos metros de nosotras.

—No es algo que tienes que dejar que pase, al final se salió con la suya —el anfitrión de nuestra plática volteó hacia nosotras, levanté mi dedo mayor para él.

—Ava, basta —soltó una carcajada mientras bajaba mi dedo con su mano. Volví la vista a ella para reírme.

No entendía porque la gran Amelia Myers se dejaba intimidar de un ser como Adam, habrá algo que no me quiere decir, pero no soy quien para presionarla a decirlo. La estaba alentando a que lo enfrentará y le dije un par de malas palabras en su cara y sospechosamente ella se negaba, era raro, nunca se negaba ante eso.

—¡¿Vinieron a platicar o a correr?! ¡Cinco vueltas más! —gritó el entrenador acercándose a nosotras.

Con rabia me levanté e hice lo que ordenó. Esta materia era una burla, ¿que me enseñaba educación física? ¿Ejercitarme? ¡Ya lo sabía hacer!

Terminé como siempre solía terminar al final de la clase, bañada en sudor y casi sin respiración. Al menos era buena manera de mantenerme en forma por obligación. Tomamos nuestras cosas para ir a los pasillos y esperar a la otra.

Cerré el casillero y el rostro blanco y cabello rubio de la chica estaba detrás de este, me sorprendió por la manera en que estaba allí parada. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y sus mejillas levemente rojas por cómo sonreía.

—¿Por qué tan contenta? —empezamos a caminar en dirección a nuestra otra integrante.

—Biología y Matemáticas me han librado del examen —la abracé por la emoción que me invadió.

La rubia no es muy estudiosa, pero si se lo propone lo consigue, siempre fue más de aventuras, cosas nuevas; ella es fiel creyente que las clases es esclavitud y no sirve para nada, la apoyó en ello, pero no podemos hacer otra cosa diferente.

Es la cabeza fría entre nosotras dos, Isla va más por la científico, no le hables del destino porque te dará todas las pruebas científicas de que esas son puras tonterías.

—¡Eso es genial! —exclamé después del abrazo.

Le contó con la misma emoción la noticia a la castaña cuando la vio. Creo que se emocionó un poco más que yo. En realidad nos alegrábamos por cualquier cosa que nos haya pasado.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora