Capítulo 21

52 7 0
                                    

AVA PAIGE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

AVA PAIGE

—¿Te gusta el helado? —pregunté, mirando el concreto tratando de no pisar las rayas.

Mire al chico que caminaba a mi lado con las manos escondidas en sus bolsillos, con un semblante vacío mientras miraba a su frente.

—Hablas mucho —se limitó a decir sin mirarme.

Había estado molestando su existencia con una bomba de preguntas de todo tipo. Gruñí en mi interior por su respuesta, hoy parece estar irritado por cualquier cosa que yo soltara por la boca, aunque sus respuestas eran tan neutras que no me afectaba en nada su irritabilidad.

Entendía que no tuviera un día bueno y aún así quisiera verme y compartir el día conmigo, pero no me apetecía estar a su lado con ese humor de los mil demonios.

—¿Qué te ocurre? —exclamé, deteniendo mi caminar.

Volteó sobre su hombro, mirándome con el entrecejo fruncido, después de unos pocos segundos relajó las facciones de su rostro. Me sostuvo la mirada con un poco de interrogación, escaneó mi cuerpo de arriba a abajo con rapidez.

Chasqueó la lengua y dejó salir aire por su boca.

—Es que preguntas muchas cosas, muy rápido.

Mordí el interior de mi labio viéndolo con curiosidad. Eso era verdad.

—Hazlas más lentas —me enfoque en sus ojos, la bolsa debajo de ellos se habían intensificado un poco, y su voz sonaba cansada.

Parpadeé un par de veces para luego caminar y quedar más cerca de su cuerpo. Alce la mirada un poco.

—¿Has dormido? —pregunté con un tono dulce ligado con preocupación a la vez. Arrugo los labios dejando salir una sonrisa fina.

—Claro que sí —me atrajo con su brazo. —. Sino llegamos a tiempo se pasará nuestra reservación — cambio de tema depositando un beso sobre mi frente.

Justamente le había comentado al chico esta mañana que jamás he pisado un acuario, aunque me molestaba que los tuvieran como exhibición, me parecía una experiencia que debí haber vivido en la niñez. Y ha hecho una reservación para la tarde, aquí estamos de camino al lugar.

Llegando al lugar nos pidieron el ticket de reserva, leyeron el código con una máquina para luego dejarnos pasar. No sabía por donde empezar, a mi lado derecho tenía un pequeño arroyo donde me acerqué, habían unas diez tortugas nadando en el agua clara, esbocé una sonrisa por lo tiernas que se veían.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora