Capítulo 33

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AVA PAIGE

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AVA PAIGE

De nuevo en la carretera esta vez en el auto de papá, pero daba igual, lo mágico era con quién me encontraba. Estar lejos de casa pensé que iba a ser más estresante; ponerme nerviosa y paranoica al respecto. Me gustaba estar sola por estos lados con él, sin tener que ver caras viejas, no quiero sonar mala, extraño a mis amigas y es solo un día lejos de ellas.

Esta mañana decidimos ir a la playa, aprovechar que estábamos aquí y hacer cosas divertidas. Saqué mi brazo por la ventana del auto sintiendo el fuerte viendo golpearlo. Acomodé el tirante que pasaba por mi cuello, lo apreté demasiado, no quería que una bubi saliera al aire mientras estaba en el mar.

If you like your coffee hot
Let me be your coffee pot
You call the shots, babe —no se me podía juzgar, la canción era muy buena para andar en carretera.

Sino me creen, pruébenlo.

Cantaba al unísono con el chico. Veía el mar a lo lejos, la hora estaba perfecta, el sol resplandecía como nunca, pero en unas pocas horas caería la noche lo que significaba que si teníamos suerte sobre nosotros tendríamos otro atardecer alucinante mientras nadábamos.

Tomamos la sombra de una palmera y dejamos nuestras cosas en la arena. Me senté sobre la toalla para ponerme bloqueador solar.

—Dame, te pondré en la espalda. —sonreí, pasándole el pequeño bote de crema.

De pequeña me daba miedo la playa, como todo niño, creo..., jamás me metía si veníamos en plan familiar, aunque mi padre siempre trataba de convencerme, no funcionaba. Hace no mucho perdí el miedo y doy gracias porque no me querría perder lo mucho que iba a disfrutar en este día.

Ahora que lo pienso, le he tenido miedo a todo lo que te daba adrenalina, todo lo que te hacía sentir viva... quizás por eso la monotonía me mataba como a nadie. Dejamos actuar el bloqueador por unos quince minutos. Me levante como niña pequeña y mire al chico aún sentado.

—Hagámoslo antes de que me arrepienta —esbozó una sonrisa divertida. Se puso de pie en un segundo.

Tomé su mano y lo miré por última vez, este asintió como militar dando la señal, corrimos en línea recta tomados de la mano y sumergirnos en el agua salada. Nade por dentro para luego subir a la superficie. La sonrisa en mi rostro parecía que iba a ocupar cada centímetro de mi pequeña cara.

—¡Ven aquí! —Ethan se hizo pasó con el agua hasta mí, me tomó por la cabeza y con maldad me sumergió hasta lo profundo.

Movía mis brazos tratando de alguna manera devolverle la acción, me era imposible, hasta que tuve a mi disposición su pierna, me aferré a ella como tal pulpo haciéndolo caer para atrás de golpe. Salí victoriosa con una sonrisa. Lo vi salir del agua, desesperado, parece haber tragado agua salada, lo que me causó bastantes carcajadas, me ponía la mano sobre mi estómago como acción de mi felicidad.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora