Capítulo 23

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AVA PAIGE

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AVA PAIGE

Anoche tuve que llamar al gruñón para que nos llevara a casa, Jay estaba lo suficientemente borracho como para no conducir, y no me iba a subir a uno de los autos de los demás del equipo. Fue gracioso porque el ruloso tenía que ver a fuerzas con quién nos íbamos a ir, me impresionó la capacidad para insistir, al final lo dejé, era entendible, estaba preocupado más el alcohol en su sistema. Así que le permití de alguna manera ver al chico que me gustaba.

Por otro lado, el tema de Adam; ¡jajajajaj!

Es increíble como corren los rumores en los institutos, el cotilleo entre los alumnos no cesaba, Isla se hizo cargo de no relacionarnos con el vídeo a la hora de hacerlo público. En los pasillo sólo escuchábamos su nombre seguido de unas risas, era imposible no reírnos ante eso.

Nuestra querida castaña aún no se enteraba de lo ocurrido, pero no iba a tardar en hacerlo por los murmullos en los pasillos.

—¿Por qué todos andan hablando de Adam? —hablando de la reina de roma.

Nos miramos con diversión, esto podría tomarlo con humor o enojarse por meternos en sus asuntos.

—Tenemos que hablar —contuve la risa apretando mis labios.

Cada una la toma de cada lado para empezar a caminar fuera del lugar.

—Hemos grabado a Adam teniendo sexo, de una manera muy cómica —soltó de una vez la rubia, librándome a mi la presión de decirlo.

La nieve cubría toda la calle, aportando claridad al día por el color blanco de la misma. La castaña nos miró con sorpresa, nosotras la mirábamos como tal niña traviesa acabando de romper algo en la casa.

—No puede ser ¿de verdad? ¡Necesito ver eso! —se lo había tomado bien, aunque no esperaba menos de ella.

Por el camino le enseñamos nuestra obra maestra. Me fascinaba hacer travesuras, de pequeña era imparable, una pequeña pelirroja hiperactiva, mi madre me decía que no podía estar quieta en un lugar porque me ponía a llorar. Me acompañaron hasta mi puerta entre risas. Le di un abrazo a mi amiga.

—Te amamos —le dije alejándome de ella. Me regaló una sonrisa.

—También las amo.

Las despedí para entrar a casa. Me despoje de mis pertenencias entrando en calor por la calefacción que mantenía cálido el ambiente. Entre a la ducha solo por costumbre. Me prepare algo para comer; algo de arroz con soya, amaba eternamente la soya. Me senté en el comedor a disgustar, hoy sí tendría que ir a trabajar, ayer al parecer no abrieron por la nieve, había caído bastante. Recibí una llamada cuando lleve una gran cucharada de arroz a mi boca.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora