Capítulo 4

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AVA PAIGE

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AVA PAIGE

Mi teléfono empezó a sonar, despertándome sobresaltada. Conteste de inmediato; casi dormida.

—Hola —bostecé con exageración.

—No puede ser que estabas dormida —la voz de mi madre provocó que abriera los ojos por completo.

—Mamá —mencioné desorientada, no sabía porque había contestado el teléfono o el porque de su llamada.

—Levántate ya, estaré en tu casa en diez minutos, iremos a comprar cosas para tu casa.

Despegue el teléfono lentamente de mi oído tratando de asimilar lo que me había dicho. Mi cuerpo me tiró pesadamente de nuevo a mi cómoda almohada.

—¡Avie! —escuché gritar mi nombre.

Maldita sea, ni siquiera un domingo podía descansar tranquila.

Me levanté a la fuerza del suelo para atender a la puerta. Antes de abrir me llego un pequeño flashback de que mi madre me había llamado hace unos minutos, no sabía si fue real o lo soñé, después de eso tengo blackout.

Abrí la puerta con pereza. Ella me mira de arriba a abajo, sus labios estaban apunto de colapsarse entre sí. Le di una sonrisa con un poco de miedo. Le dije que pasará.

—No puede ser —dijo mirando a las otras dos, con una sonrisa.

—¿Iremos a algún lado? —le pregunté para estar segura de lo que me había dicho.

Me volteó a ver con una mirada penetrante.

—Iremos por decoración... —hizo una pausa y empezó a tomarse el tiempo de analizar la casa. No era la gran cosa, pero tenía mi lugar.

—Arréglate. Prepararé algo de desayunar —dijo dirigiéndose a la cocina.

Estaba pensando en tantas cosas, recordé que no tenía nada en el refrigerador más que vino tinto.

—No... —traté de decirle que no había nada, pero ya lo había notado.

—Mejor comemos fuera —dijo cerrando la puerta.

Avergonzada caminé a la ducha para revivir un poco. Me enfundé con una camiseta negra larga, unos pantalones a la cadera junto con mis Adidas negras que llevaba en una mano para poder ponérmelas en el sofá. Las dos chicas estaban ya despiertas, tomando agua.

—Me encanta la casa —menciona mi madre sentándose enfrente.

Mire mi teléfono para enterarme que eran casi las una de la tarde. ¿Qué?. Siendo domingo, no me importaba, pero me desubique por un minuto.

—Nosotras ya nos vamos —una dejó un beso en mi mejilla al igual que la otra.

Se despidieron de mi madre de la misma manera.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora