Capítulo 13

69 7 1
                                    

AVA PAIGE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

AVA PAIGE

—¡No es justo! —chille a la vez que soltaba unas carcajadas.

—Tienes que ser más astuta —me dijo el pelirrojo tocándose la cien con la yema de su dedo.

Entrecerré los ojos y negué con la cabeza. No puedo que creer que mi padre me haya ganado en un juego tan absurdo como Mario Kart 9. En este juego era una diosa cuando le ganaba a mi hermano, pero al parecer mi padre ya ha cogido practica.

—Espero que no conduzcas como lo haces ahí —se echó a reír después de lo dicho.

Rasque mi ceja observando cómo se partía el culo con mi game over. Mi madre se acercó a nosotros con una cuchara enorme en una de sus manos.

—La mesa está servida.

Había venido a pasar el rato en familia aprovechando que papá estaba en casa, también quería llevarlo a la tienda de vinilos que vi a principio de mes.

Me levanté, fui al espejo más cercano para trenzar mi cabello en dos trenzas. En el camino a la mesa mi hermano caminó junto a mí, le revolví el cabello con malicia. Me acomodé en la silla de madera, arrastrándola unos pocos centímetros hasta la mesa.

—Vi una tienda de vinilos por el supermercado, pensé que podíamos ir cuando terminemos de comer —el ojos verdes me miró con una sonrisa.

—Me parece bien.

La música nos había acompañado toda la niñez, aunque mi hermano no era partidario de tal cosa, a veces se daba el placer de escuchar algunas canciones que mi padre le obligaba. Y no es que trabajase en algo relacionado con ello, para nada, el era administrador de empresas, pero el me decía que la música es una forma de expresarte. Lo mismo que opinaba yo sobre la fotografía.

Mi padre decidió irnos en auto. No quería distraerme mucho para no perderme y consigo perdernos. Aún recordaba en la esquina donde se encontraba el local. Inmediatamente lo vi. Esa fachada vintage, con tonos crema, negro y rojo.

—Allí —señale con mi dedo índice por el cristal delantero del auto.

Estacionó cerca del lugar. Nos acercamos a pasos tranquilos mientras nos reíamos de algo que él había dicho sobre el lugar. Al entrar la puerta hizo sonar unas lindas campanadas anunciando nuestra llegada.

Habíamos entrado al paraíso. Mis pupilas se dilataron al ver toda la variedad que había a mi alrededor. El ambiente era aún mejor dentro. A lo alto estaba una pequeña televisión que reproducía la música que hacía el ambiente, algunos poster's míticos que por suerte conocía. No estaba tan llena, pero si había bastante gente dentro.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora