Capítulo 37

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«Es casi ley, los amores eternos son los más breves.»
Mario Benedetti



CAPÍTULO FINAL.


No teníamos idea de lo que estaba pasando allí adentro. Nos mantenían en la sala de espera con los nervios en la garganta. Estaba viendo mis zapatos mientras pensaba, una y otra vez, como en un bucle. Mis pensamientos no cesaban y cada vez eran más intensos.

Tal vez estaba bien y sólo se desmayó, no lo sabíamos.

—¿Quieres algo de tomar? —negué un par de veces sin dejar de mirar la cerámica del hospital.

Sé que Lauren lo estaba pasando mal, lo más probable es que por dentro estaba muerta, pero yo no tenía la fuerza para demostrar lo contrario, así como ella lo estaba haciendo. Llegue a suponer que era para no ponerme más nerviosa, pero entonces yo estaba siendo una hija de perra comportándome así.

—Te traeré agua.

Cada persona con bata blanca que parecía venir hacía nosotras me ponía ansiosa, pensando en que ya tendríamos noticias, pero no era así.
Estaba en un infierno, donde mi desgracia se repetía constantemente.

No recordaba si mis padres estaban al tanto de lo sucedido, tampoco estaba dispuesta a contarlo, no iba a poder. Amelia me acompañaba en todo momento.

Vi la botella de agua que plantó en mi vista.

—Bebe algo, por favor —sin chistar la acepté.

La tomé toda sin descansar, hasta ahí no me había dado cuenta que tenía mucha sed. La mujer volvió a sentarse a mi lado. Observe cómo se daba toques con los dedos sobre su rodilla. Coloqué mi mano encima de la suya, dándole un apretón, su mano temblaba. Esperaba haberle dado un poco de tranquilidad.

—¿Ethan Stone? —nos levantamos de un golpe.

—¿Sí, Doctor? —me posicione un poco atrás de la mujer, mirando con desesperación al hombre.

—Sufrió una hemorragia cerebral severa —escucharlo mencionar esas palabras erizó mi piel. —Lo tendremos en observación durante 48hrs, su cerebro da muy mínimas señales de vida, pero estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para traerlo de vuelta.

—¿Mínimas? —preguntó la mujer.

—Se había desmayado dos veces, una en el impacto, después de unos treinta minutos despertó, se mantuvo por unos quince minutos hasta que volvió a desmayarse, eso cansó mucho al cerebro... —recordé que en esos minutos estaba hablándome.

—¿Y cuáles son las posibilidades?

—Por el momento dentro de esas horas es donde sabremos si el cerebro podrá con el incidente o no. Le estaremos dando todas las herramientas para que el cerebro pueda volver funcionar con normalidad. Pero deberán prepararse para lo peor... Por ahora lo mejor es que vayan a descansar.

—¿Podremos verlo? —pregunté.

—Mañana será posible. Buenas noches.

Sus ojos azules estaban cristalizados, nos mirábamos esperando que alguna dijera algo.

—¡Ava! —escuché la voz de mi madre llegar por detrás.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora