Capítulo 22

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AVA PAIGE

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AVA PAIGE

El invierno oficialmente había llegado, toda la noche y esta mañana la nieve cubría levemente las calles. Ya tenía que colocar el árbol de navidad, cosa que odiaba desde pequeña armar, pero ahora que vivía sola creo que se sentía diferente y sería una nueva experiencia. Toda esa capa de hielo blanca me hacía recordar el sueño de Ethan de salir desnudo.

En estos cinco días había tomado cuatro exámenes, los más fáciles diría yo, estaba apunto de entrar al salón de física, donde siempre tenía que quemarme las neuronas para poder entender los temas. Isla me había ayudado para este, así que vengo un poco confiada. Me enfoqué en lo que ya me sabía con facilidad, así me enseñó mi madre, pasé a las ecuaciones, pensé que los nervios me ganarían y olvidaría lo que aprendí, pero no, creo que lo hice bien.

A la salida el ruloso se cruzó en mi camino con una sonrisa espléndida, apoyándose de la pared con la mano estirada.

—¡Hey! —le sonreí arrugando la nariz, no estaba enterada de su energía el día de hoy.

—Hola, Jay.

—Tengo un plan para hoy —soltó en un canturreo, lo que me pareció muy tierno.

El chico había estado a mi lado estos días, contándome cosas realmente extrañas que hacía de pequeño, ¿Quién carajos se toma el refresco con sorbete por la nariz? Lo considere extraordinario.

También había notado que estaba muy interesado en conocerme, ya no lo siento como un enamorado tratando de ganarse mi confianza, se sentía más bien como un amigo.

—¿Cuál? —dije, sosteniendo más fuerte las mangas de mi mochila.

—Los exámenes están por terminar..., y los del equipo harán una fiesta en mi casa, te estoy entregando una invitación.

Rasque la parte de atrás de mi oreja después de llevar un mechón de mi cabello ahí detrás. Estaban por hacer una fiesta de celebración por el concurso ganado, solía ser así, a casi finales de exámenes se les daba a la oportunidad de hacerla pues inmediatamente se acaba la competencia empiezan las pruebas, y no hay tiempo para fiestas.

En mi cabeza escuchaba las voces de mis amigas diciéndome: ve, disfruta, eres joven, ríe.

Acepto.

Más allá de mi falsa emoción por asistir a esas fiestas caceras bochornosas, quería estar cerca de Adam y ver que puedo soltar por mi boca, que muchas veces era increíblemente grosera si se presentaba la ocasión.

Otro atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora