PERRITA DE TOMAN [ᵗᵒᵏʸᵒ ʳᵉᵛᵉⁿᵍᵉʳˢ] PAUSADA.

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¿Cómo había llegado a esa situación? Aunque logró escapar de ese mundo ¿Por qué las desgracias la perseguían? Era como si estuviera maldita, nueve años sin ver a los chicos, a su hermano, a él, desconectada de Tokyo, de su hogar, del mundo entero, su idílica vida en Sendai se vio opacada por las noticias, no pensaba volver a la capital, pero era un momento crítico.

"La delincuencia en la cuidad de Tokyo y alrededores ha incrementado de manera preocupante estos últimos meses, trágicamente un joven de veintiséis años se suma a la lista de desaparecidos, Mitsuya Takashi."

No lo pensó, renunció a su trabajo como secretaria y tomó el primer tren, debía ir, debía saber que pasó, debía encontrarlo. Mitsuya, una de las personas más influyentes en su vida desde los doce hasta sus actuales veintiocho, la única persona que sabía su paradero y a la única que le interesaba ver, ni se preguntaba que era de Draken o Nahoya, ni siquiera de Mikey quien también había desaparecido unos pocos años antes que ella. Le resultaba difícil que todo comenzó cuando los seis niños la ayudaban a buscar a su madre, sin darse cuenta se convirtió en pandillera, luego en asesina y posteriormente en fugitiva tratando de tener una vida común.

- ¿Dónde estás? -decía para sí misma mirando el paisaje-

Su cabeza estaba vacía, solo podía recordar aquella última vez que lo vio, un lejano nueve de septiembre del dos mil ocho.

Llevaba casi una hora bajo el agua fría de la ducha enjuagando su vergüenza y ropa con pintas de sangre, su propia sangre que había dejado de correr por sus partes íntimas, se aferraba a sus piernas como si fueran su vida entera, estaba adolorida en cuerpo y alma.

-Si no quieres que tu hermanito salga lastimado... -estaba aterrada, la sádica sonrisa de su padre se hacía más grande al acariciar el cuello de la joven con la punta de un cuchillo-

-Pronto todo acabará -dijo dándole un abrazo a Hiro que jugaba con la play en su cuarto-

- ¡Eres mía y yo soy el único que puede tocarte! -repetía una y otra vez el hombre golpeando a su hija mientras la destrozaba por dentro-

Los recuerdos de hace unas horas iban y venían a su mente, dolían como agujas enterrándose en su cien y sin importar cuanto agitara la cabeza, cerrara los ojos o gritara, no se iban.

-Esto queda entre nosotros

Había vomitado más de lo que había comido, por los golpes en el abdomen que su padre había propinado al saber que ya no era virgen y por el asco que aquella vejación le provocó, después de mucho tiempo Korai logró llegar a ella, Hiro nunca se perdonaría si enterara de lo ocurrido.

Sus pensamientos corrían rápidos y golpeaban cada parte de su cabeza tan fuerte como los truenos que retumbaban en las ventanas debido a la tormenta, si iba a hacer algo, debía hacerlo ahora. Su cuerpo recuperó la temperatura debido a la adrenalina que le produjo tomar esa decisión que si o si cambiaria su vida y la de su hermano para siempre, estaba determinada a terminar esa pesadilla que ya doce años llevaba, ese hombre no la volvería a molestar ni a su pequeño.

-Pronto todo acabará -dijo para si una vez que cruzó el amplio patio llegando al cobertizo de herramientas-

Estuvo de pie varios minutos bajo la lluvia, su ética y moral claramente le impedían dar un paso hacia donde estaba su padre, aquel acto le traería terribles consecuencias, pero ¿Qué puede ser más terrible que su vida hasta ese momento? Sin Baji, sin Kazutora, sin Mikey, sin Toman, sin futuro, solo era una joven de diecinueve años que vivía con su progenitor, siendo el nuevo sustento del hogar trabajando en un local de comida rápida, esa no era la vida que quería ¿Dónde quedaría el ser modelo y viajar por el mundo? ¿Qué sería de ella el día de mañana? Si a su padre le cantaba ahorcarla hasta la muerte lo iba a hacer sin arrepentimientos, si su padre despertaba un día con ganas de envenenar a Hiro lo haría, eran ellos o él, aquel pensamiento fue suficiente para dar el primer paso.