Capítulo nueve: Fantasía

6K 209 11
                                    

Baje mis manos hasta las de Gavi y sentí su cálido beso sobre la piel desnuda de mi cuello. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo y solté una débil carcajada.

—Te quiero —me susurro en el oído y sus labios rozaron con delicadeza mi oreja —. Y todo va a salir bien.

—Te odio —le dije y ambos soltamos una carcajada.

—¿Me odias? Yo creo que no lo haces —dijo mientras me giraba hacia él.

—Lo sabes muy bien, pero me gusta ver como te picas un poco.

—¿Yo me pico? —dijo y arqueo la ceja, divertido.

—Un poco. No lo niegues, Gavi.

—Sé que no es verdad. Además, ¿dónde ibas a encontrar a alguien como yo?

—No lo encontraría.

—Soy único y en peligro de extinción —dijo y negué con la cabeza, divertida y con una sonrisa en mi rostro.

Verlo directamente a los ojos era uno de los mejores placeres que había sentido en toda mi vida. Había cosas que adoraba en esta vida, pero el tener el placer de tocarlo, mirarlo y besarlo era algo que no tenía palabra alguna. No tenía explicación lo que sentía por él. Mi alma, mi cuerpo, mi cabeza y mi huésped se enamoraron de la misma persona al compás.

—¿Qué me has hecho? —le pregunté y rodeé su cuello con mis brazos.

—Te di una poción y te hechice como mismo hiciste tú, bruja.

—¿Ahora soy una bruja? —pregunte y entrecerré los ojos.

—Eres una bruja muy divertida.

—Aburrida más bien.

—Entonces a esta bruja, con el pelo largo de color rubio y los ojos color café, ¿le gustaría ir conmigo a dar una vuelta por la isla? Las aburridas siempre quieren—me preguntó mientras me hacía el pelo hacia atrás y lo apuñaba en su mano.

—¿Y a dónde me vas a llevar?

—Nosotros nos vamos a la playa —dijo Pedri, pero pasamos de él.

—Al fin del mundo —respondió Gavi y sonreí.

—Estás loco. ¿Lo sabes no?

—¿Estoy loco por querer descubrir la costa de Bali contigo?

—Si me subo a un barco moriré —le dije, pero comenzó a tirar de mí—. No tengo las pastillas de mareo, Gavi.

—No te va a pasar nada mientras estés conmigo, Gala.

—Eso no lo tengo muy claro, eh —le dije, pero siguió tirando de mí y al final comenzamos a correr a la misma vez.

Las zapatillas chocando contra las plantas húmedas, el sol dándonos a medida que íbamos avanzando como locos y nos mirábamos a la misma vez que reíamos a pura carcajada escandalosa, era música para mis oídos.

Nos subimos a un yate con sumo cuidado de que yo no me pegara un zarpazo y caminamos por él hasta llegar a la proa del yate.

—Si me mareó, ¿qué me das? —le pregunté cuando me senté sobre su regazo.

—Tu deuda conmigo tiene ocho cifras. Así que creo que me debes tú más a mí que yo a ti.

—¿Ah, si? Yo no lo creo —le dije y me colé en su boca a medida que sentía como el yate se movía y las manos de Gavi, agarraban mis nalgas por debajo de mi pantalón corto.

—¿Qué tienes en mente? —le pregunté.

—¿De qué?

—Si dices que tengo una cuenta pendiente contigo, ¿qué tienes en mente para que la deuda sea pagada?

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora