Bailamos suave y lento, pero cuando besé a Gavi, se provocó y me separé de él. Su rostro se volvió un poco pálido y me puse algo nerviosa al ver cómo se llevaba la mano al estómago.
—Amor, ¿estás bien? —le pregunté preocupada, pero Gavi seguía teniendo náuseas.
Solté todo; móvil, cartera, libros y fui hasta la mesa corriendo a buscar una copa de agua. La tomé entre mi mano y me remangué de nuevo el maldito vestido. Me quité los tacones y fui hasta Gavi de nuevo, corriendo como una loca.
—Bebe agua —le dije, pero Gavi vómito y comenzó a sudar muy fuerte.
Le eché un poco de agua en la nuca y volvió a vomitar. Me llevé la mano a la boca para no ponernos los dos aquí a vomitar, pero las náuseas se apoderaron de mí, por lo que tuve que retirar la mirada de Gavi.
—Amor, dime que estás bien.
—Lo... Lo estoy —dijo y volvió a vomitar.
Pasaron unos pocos minutos y Gavi se puso de pie, quitándose la corbata, la chaqueta y desabrochando los tres botones de la camisa. Lo mire y le entregue la copa. Gavi la tomó y se enjuagó la boca, escupiendo poco tiempo después.
—¿Estás mejor, amor? —le pregunté, preocupada.
Gavi asintió con la cabeza y tragó duro.
—¿Vamos al hospital? Puedes tener una infección o qué sé yo.
—No hace falta, rubia —dijo y su mano se posó en mi mejilla.
—¡Estás pálido! Por favor, vamos. Puedes tener algo grave y no quiero que te pase nada. Gavi, vamos, por favor. Por favor.
—Vamos al hotel. Llamaré a alguien para que limpie esto. —Me dio la mano. —¿Conduces tú?
—Sí —le dije y me entregó las llaves del coche —. Pero ¿estás bien? Joder, Gavi, estas pálido. No estás bien por más que intentes convencerme de lo contrario.
—Estoy bien porque estás aquí conmigo. No me va a pasar nada. Deja de temblar, amor. Vamos al hotel, descansando y tomando alguna pastilla, se me va a pasar. No hace falta ir al hospital por un simple vómito.
—No, es que sí es importante.
—Si vuelvo a vomitar, no protesto y me llevas.
—Dime, ¿por qué te hago caso?
—Porque me amas —dijo mientras me seguía acariciando la mejilla.
—Y te aprovechas de eso para que te haga caso. Eres de lo que no hay —le dije y lo acompañé al coche descalza.
Cuando lo dejé en el coche, con la puerta abierta, regresé a recoger todo. Tome su móvil y llame a la chica que venía a recoger todo y decirle que le iba a pagar el doble por el regalo que había dejado Gavi allí. La chica me respondió que no pasaba absolutamente nada y se lo agradecí mientras me subía al coche.
Acomode el sillón y puse las cosas en el asiento de atrás, poniendo el coche en marcha y saliendo de allí pocos segundos después.
Conduje por las calles de Madrid con prudencia y no como una loca, mirándole de vez en cuando. Su mano aterrizó en mi muslo y sonreí mientras conducía y giraba en la rotonda, saliendo de ella con prudencia, ya que Gavi seguía teniendo mala cara.
Después de unos quince minutos, llegamos al hotel de cinco estrellas y entramos al interior de él cuando el aparcacoches se llevó el coche de Gavi al garaje.
—¿Cómo sigues?
—Gala, me lo has preguntado cinco veces. Estoy bien, amor. Estoy bien. Estate tranquila.
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Amor infinito #2
Ficção AdolescenteGala Ponce se sometió a un trasplante de corazón, pero los médicos la dieron por muerta. ¿Será eso cierto? ¿Un corazón nuevo podría volver a enamorarse de la misma persona? TODO LOS DERECHOS RESERVADOS. PROHIBIDA SU COPIA PARCIAL O TOTAL.