Capítulo veintisiete: Traición.

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Todos comenzamos a celebrar los últimos acontecimientos y Fernando y yo fuimos al encuentro de personas muy influyentes. Hablamos, saludamos y comentamos algunos puntos con otros colegas de otras partes del mundo. Madre mía, qué bonito era pertenecer al mundo de la medicina.

Nos seguimos moviendo por la sala hasta que me encontré con los ojos llorosos de Guzmán que miraban hacia el frente. Seguí su mirada y vi como Juan Carlos y Elena se fundían en un beso apasionado bajo la luz tenue y el contraste de las columnas.

Juan Carlos la tomaba al completo y Elena lo recibía de la misma forma o incluso con más pasión. Se separaron y sonrieron ambos.

«¿Así que este era el chico que habías conocido, Elena?», pensé y cerré los ojos por unos instantes.

Elena fue a echar un vistazo a su alrededor, pero se encontró con los ojos llorosos de Guzmán. La sonrisa se le desvaneció de inmediato y la presión en el pecho se hizo más fuerte.

—Guzmán...

—¿Sabes qué, Elena? Tenías mucha razón. Tienes mucha razón, porque quiera o no, nunca seré el indicado para ti. Mereces a alguien que te quiera y te valore de verdad, como tú dices. ¿Por qué ibas a confiar en un niñato que se acostaba con la primera que veía pasar, intentando llamar la atención porque se sentía ignorado por el maldito mundo? ¿Por qué ibas a hacerlo? ¿Por qué?

—Guzmán, por favor —le suplico Elena con lágrimas en los ojos y con la voz rota.

—Nunca te importó la fachada que había debajo de ese mujeriego que utilizaba a las chicas para tener un mínimo de atención. ¡Nunca! El hijo perfecto. El amigo perfecto. Todo perfecto, pero ¿qué hay de mí? ¿De qué sirve ser buena persona y tener buenos sentimientos si a nadie le importa? Solo ves errores. La única que me entendía de verdad, me soltó. —Clava su mirada en mí con los ojos llenos de lágrimas mientras otras brotan por sus mejillas. —Me abandonó. Se fue. ¡Nos dejó! ¡Nos dejó a todos! Pero a pesar de todo la perdoné y le agradecí a la vida por devolvérmela. Por devolverme a la única persona que vio más allá de mí siempre. La única persona que si me quiso de verdad y no estaba ahí por estar como todos. Y después de años, te confesé que te amaba, Elena, pero te burlaste de mí y eso me hizo sentir como una puta mierda. ¿Sabes como me hizo sentir eso? ¡Como una puta mierda! —Me acerqué a él, tomando su rostro entre mis manos —. La quería —se le quiebra la voz, terminándose de romper como un cristal frágil.

—Es mucho más fácil vivir con la idea de que algún día sanaras, que con la sensación de no estar donde debes.

—Yo no quería enamorarme —dijo, agotado.

—Lo... lo siento —dijo Elena.

—No, no lo sientes, porque tú eres incapaz de sentir algo por alguien más que no seas tú misma.

—No me hagas esto —suplicó Elena y Gavi le puso la mano a Guzmán en el hombro.

—Ojalá no haberte conocido, Elena. Me produces rechazo. En estos momentos te odio aún sin querer hacerlo. Te odio con toda mi alma. Te entregué todo de mí y mira como me pagas. No te obligo a que me quieras, pero tú lo hacías. ¡Tú lo hacías, Elena!

—Pero no puedo confiar en ti. No quiero confiar en ti.

—Vete a la mierda, Elena. Vete a la puta mierda. Eres tan común que aburres. No quiero volver a verte en mi puta vida —dijo Guzmán y este salió bajo la mirada de todos del salón.

—Gala...

—Es tu vida, no la mía. No soy quien para opinar de la vida de nadie. Si tú eres feliz, yo también. Pero creo que no era el momento.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora