Capítulo treinta y cuatro: El partido

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Estampe mis labios contra los de él, sintiendo como los latidos de mi corazón se desbocan como un río en plena época de tormentas y catástrofes naturales. Late y vuelve y late con más frecuencia contra mi caja torácica, a la misma vez que siento como nuestras lenguas se funden con el simple contacto de la otra. Vuelvo a sentir que estoy viva cuando sonreímos contra nuestras bocas, bagándome al suelo y luego nos abrazamos, acariciándole el pelo y comenzando a bailar.

—Baila conmigo, señora Páez.

Comienzo a moverme con ganas tras su petición, imaginando que hay música envolviéndonos.

—Baila siempre conmigo, Gala —me pide mientras bailamos al compás.

—Baila siempre conmigo, Gavi —le pido con los ojos cerrados, sintiendo su respiración en mi oído.

En ese momento siento como Gavi me pone un auricular en el oído y comienza a sonar:Car's Outside de James Arthur, pegándome aún más a él.

La música nos envuelve y bailamos al ritmo de la música, mirándonos a los ojos bajo los rayos del Sol que se cuelan entre las nubes, iluminando el campo.

—No quiero que me sueltes nunca más, Gala, porque jamás podré soportar que te vuelvas a ir, soltándome, soltándonos y abriendo una herida que no logra sanar.

—No quiero irme nunca. Y créeme, mi amor, esto ya es para siempre. Esto pasó de ser un amor de contrato para ser un amor infinito.

Las luces volvieron a encenderse a nuestro alrededor, explotando los colores. La electricidad se coló por nuestras venas, dándonos una descarga eléctrica que me erizo la piel y sonreí tras aquel momento lleno de vida.

"Bebé, no des señales de vida hasta que mami no le diga a papá que vienes en camino. Se va a poner contento cuando sepa que tú vienes. Sé que papá gritará de felicidad y yo te estaré esperando con los brazos abiertos, mi amor. Mami ya te quiere con toda su alma", le dije mentalmente a mi bebé, mientras sonreía y sentía la piel de Gavi sobre la mía.

La música seguía sonando a través del auricular mientras la piel de Gavi se fundía con la mía, enredándose exactamente igual que lo hacían mis dedos en su pelo.

—Esto es paz —susurra Gavi en mi oído.

Seguimos bailando, hasta que de pronto el campo se llena de aficionados al fútbol y algún que otro jugador.

—¿Un partido? —preguntó un aficionado.

—Un partido —dije con una sonrisa.

Gavi dejó su móvil y los auriculares en el banquillo, al igual que los demás, alistándose.

Hicimos los equipos y cuando Benzema sacó, casi me dan mil infartos, porque me la paso a mí. A mí.

Corro por la banda y se la pasó a Vini, pero una chica la tomó en el trayecto.

—No seas tramposo —le advierto a Gavi cuando toma la pelota entre sus piernas y regatea.

Aurelien me la pasa tras recuperarla y yo sé la paso a Vini, pero esta vez se la paso bien. Corremos y Camavinga me la roba, pasándosela a un chico del otro equipo.

La madre que me parió.

La pasamos. Corremos de un lado para el otro. Volvemos a pasarla. Me vuelvo a cagar en todo y por fin marcamos.

—¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOL! —gritamos todos los que están en mi equipo y, obviamente, yo.

—Te odio que lo sepas —me dijo Gavi seguido de un guiño.

—El sentimiento es mutuo.

—Mentira, me amas.

—Al igual que tú.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora