Capítulo treinta dos: El último adiós

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Playlist: All Of Me de John Legend.
Heather de Conan Gray.

Volvimos y velamos el cuerpo de mi mejor amigo. Hablé con Elena mientras nos tomábamos un café a eso de las dos de la mañana, fuera, en la calle, bajo el cielo estrellado de la noche tan fría y calurosa que reinaba en Madrid. Juan Carlos e Iván esperaban fuera por respeto, pero me dolía ver como mi mejor amigo, ya no estaba por un beso y un par de copas Ahora que veía a Montealegre, solo veía a la persona que besó a Elena delante de mi mejor amigo. Es todo tan raro, que todavía soy incapaz de asimilarlo

Al entrar, entré con mi tía que le había ido a dar de comer a Junior y de sacarse la leche, dejándola preparada para que mi tío le diera de comer durante las próximas horas. Entramos en completo silencio bajo el ruido de los murmullos de la gente, cuando de pronto rompe el silencio entre las dos.

—La prensa está muy pendiente de todo lo que pasa —habla y prosigue —: El tanatorio está rodeado de periodistas hambrientos.

—No sé si podré aguantar esto cuando me case el sábado.

—Estás enamorada y embarazada.

—¿Qué...?

—No trates de negarlo, Gala. Ni te atrevas a negarlo. Brillas. Tienes algo que nunca te había visto, y créeme, sé que ese brillo es por tu embarazo y no por amor.

—Vale, pero no se lo digas a Gavi. Quiero casarme y el día de su cumpleaños darle la sorpresa. Quiero hacerlo yo y de una manera especial para los dos.

—Tu secreto está seguro con tu tía preferida.

—Eres la única que tengo —le recuerdo.

—Pues por eso soy tu tía favorita.

Mi tía y yo sonreímos de una manera débil y por microsegundos mientras caminábamos por el pasillo y llegábamos a la sala en la cual se encontraba el cuerpo sin vida de mi mejor amigo, recordándome que la vida era una mierda.

Las horas pasaron mientras la lluvia resonaba en el exterior. El tiempo estaba muy bipolar como nuestras vidas. Las estrellas habían desaparecido en lo alto del cielo cuando la lluvia comenzó a caer, provocando que nuestros oídos sientan el sonido que las gotas de agua causan al chocar contra el cristal, provocando que recuerde que tan solo quedan unas pocas horas para enterrarlo, pero también sabía que la lluvia nos acompañaría en este proceso tan doloroso.

Salimos de la sala tras despedirnos oficialmente de Guzmán y dejar a su madre junto a su padre llorarle los últimos minutos que la funeraria dejaba. Tras ese suceso, nosotros esperábamos fuera y vimos cómo sacaban a Guzmán del tanatorio. Me aferré a la mano de Gavi con fuerzas y tragué duro, intentando no llorar. No quería llorar más.

La caja con el cuerpo sin vida de mi mejor amigo pasó delante de nuestras narices mientras todos hacíamos un pasillo y uniéndonos poco a poco tras sus padres a la misma vez que la caja salía tras nosotros. Me enganché al brazo de Gavi y desfile mirando hacia el frente, viendo como las flores que permanecían sobre la caja se movían al compás con el movimiento.

—Haz que pare —le suplique a Gavi mientras veía como la caja entraba en el coche fúnebre.

—No puedo hacerlo, mi vida. No puedo hacerlo por más que quiera y desee.

—Solo quiero que pare. Me estoy muriendo lentamente, Gavi.

—Parará. Créeme. Parará, mi vida. Yo haré que pueda parar, pero ahora no puedo.

Lo miré y lo abracé, sintiendo el contacto y el calor de su cuerpo mientras la lluvia reinaba en pleno julio en Madrid. Gavi tomó el paraguas que sostenía el de seguridad, protegiéndonos del aguacero y todos caminamos hasta nuestros respectivos coches.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora