Capítulo cinco: Entre dos mundos

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Me beso la cicatriz con cuidado, dejando besos suaves y provocativos sobre ella a la misma vez que descendía por mi abdomen y desabrochaba el botón de mi pantalón corto. Enterré mis dedos en su pelo y arqueé un poco la espalda cuando la punta de su lengua se deslizó por la parte baja de mi abdomen.

—Gavi... —gemí y tocaron a la puerta.

Gavi y yo nos miramos directamente a los ojos.

—¿Esperas a alguien? —pregunté, molesta.

Gavi trepó por mis piernas y me dio un pico.

—No —me dijo y volvieron a tocar.

—Parece urgente —le dije aún más molesta.

—Para mí lo único urgente eres tú, Gala —me susurró y sonreí un poco.

—Gavi —dijo una voz femenina desde el otro lado de la puerta —. Gavi, ¿estás aquí?

Quité a Gavi de encima de mí, tirándolo a la cama y me puse la parte de arriba del bikini y me abroché el botón de mi pantalón.

—Gala, ¿a dónde vas?

—Te dejó con tu novia —le dije y caminé hacia la puerta.

—Gala... —dijo Gavi y abrí la puerta.

La chica tragó grueso al verme.

—Una disculpa —le dije —. Como puede comprobar, ya termine con él —le dije y me fui a mi habitación con una rabia incontrolable.

Estaba celosa. Y si, lo estaba demasiado. Estaba demasiado celosa. Por Dios, ella tenía un buen cuerpo y era perfecta para él. Seguro que a ella no la machacaban por las redes sociales como lo hacían conmigo.

Cerré la puerta de mi habitación con rabia y salí al balcón, haciéndome el pelo hacia atrás mientras mis codos estaban apoyados encima de la valla del balcón y miraba mis pies.

Los celos me estaban reconcomiendo el alma y encima no vino detrás de mí. Pedazo de imbécil.

—Te odio —dije y miré hacia la playa.

Me bañé durante horas y no pude comer al salir de esa bañera en la cual había estado llorando por una razón estúpida. ¿En qué coño estaba pensando? Me iba a entregar a él después de todo. Después de convencerme a mí misma que no sentía nada, ya me iba a entregar a él. Por Dios, estaba muy mal de la cabeza.

***

Me puse un vestido de playa, cogí un bolso de mano donde metí el móvil, la cartera, la tarjeta de mi habitación y bajé hasta la playa.

Caminé por la playa, sintiendo como la brisa del mar chocaba contra mi vestido y lo hacía volar. Me sentía tan bien y tan mal a la misma vez, que decidí que la mejor opción para todo esto, era emborracharme.

Me metí en el bar que estaba en la playa y pedí una copa mientras me sentaba.

—Señorita...

—Ahora no —dije sin ni siquiera mirarlo.

—Pero...

—Pero nada —le dije y fui a sacar mi móvil, pero no tenía mi bolso.

Miré hacia el suelo y bajé junto a él, rozando mis dedos con los de él a la misma vez que nos clavamos la mirada de una forma ardiente.

—Se le cayó el bolso, señorita —dijo y me lo entregó a medida que íbamos incorporándonos.

—Perdone —dije y tragué grueso.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora