Epílogo: El mundial.

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Unos siete años después...

Entramos al estadio rodeado de guardaespaldas mientras Elijah y mi primo iban por libres, mientras Adam y Pablo iban de las manos mientras yo tenía a mi hijo el más pequeño en brazos y mi tía llevaba a Nicolás en sus brazos.

—Gala Ponce de Páez, ¿cómo se encuentra? —me preguntó una periodista.

—Muy bien. Gracias —le respondí mientras supervisaba a mis hijos caminar.

—¿Cuándo sale de cuentas?

—En una semana —le contesté de nuevo a otra chica.

—Va a ser la niña de la casa, ¿verdad?

—Seguro que sí —les respondí y, por fin, entramos al estadio, sentándonos en el palco.

—¡Qué calor! —dijo Elena detrás de mí, sujetando a su hija porque estaba igual de alterada que mis tres hijos mayores.

—Ni que lo digas —dije y me levanté —. Elijah, deja de dar patadas en el sillón o no ves a papá.

—Perdón, mamá —se disculpó y me dio un beso en el cachete.

—Así me gusta, que te comportes —le dije y le coloqué la camisa de su papá —. Beber agua que hace calor —les dije, entregándoles una botella de agua a Elijah, Adam, a mi primo y a mi tercer hijo Pablo.

—Mami, agua —me dijo Nicolás y le di la botella cuando el guardaespaldas me entregó las dos botellas de agua que faltaban.

—Toma, mi amor —le dije mientras se la entregaba.

Senté a Kevin en mi pierna y le di el biberón de agua, hidratándolos.

Mis hijos estuvieron tranquilos mientras las gradas se seguían llenando de gente y más gente y el palco donde estábamos nosotros.

La presentación comenzó y el estadio estalló gritando.

—¡España! ¡España! ¡España!

Y luego vino el himno cuando la artista se retiró del campo junto a sus bailarines y bailarinas.

—¡Papá! —gritaron mis hijos menos Kevin que estaba medio dormido entre mis brazos, cuando vieron a su padre.

—¡Vamos, papá! —gritó Elijah.

—Elijah, siéntate, por favor.

Mi hijo me hizo caso y se sentó.

Sonó el himno de Portugal y luego el de España, pasando Portugal por delante de España, saludándose tras finalizar el himno de España.

El partido comenzó y salieron fuertes ambos equipos, iban a luchar por ganar el mundial a muerte si o sí.

—¡Papá, dales a estos en el culo! —gritó mi hijo y le di a Elena a mi hijo Kevin.

—Elijah, siéntate y deja de decir palabrotas, por favor.

—Mamá, estoy viendo a papá. Luego te pediré perdón.

—Por Dios, tener hijos para esto.

—Mamá, ¿papá va a ganar?

—Perder ya es ganar también, mi amor —le dije a Adam y frunció el ceño.

—¿No confías en papá?

—Claro que confió en papá, pero si no gana, para mí ya ha ganado solo por llegar hasta aquí.

—¿Entonces crees que si papá no gana, gana de todas formas? —preguntó Elijah.

—Es que no siempre hay que tener una copa para ganar, mi amor. Papá va a ganar siempre para nosotros porque es el mejor.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora