Capítulo catorce: El reflejo del alma

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Nos subimos al coche y Gavi condujo esta vez, poniendo su mano en mi muslo, quitándola cuando era necesario cambiar de marcha. Mi tío venía detrás en su coche y Gavi aceleró un poco.

-Gavi... -lo llamé.

-Mmm -gimió a medida que acariciaba su mano con la yema de mis dedos.

-Gracias por volver a mí. Gracias por volver a confiar en mí a pesar de todo.

-Gala, ¿en qué quedamos?

-Pero necesitaba darte las gracias.

-No tienes porque. ¿Sabes? Todas las noches deseé que estuvieras viva. Así que, las gracias te las tengo que dar yo a ti por haber regresado a mis brazos.

No dije nada al respecto y dejé que siguiera conduciendo hasta el restaurante en el cual íbamos a almorzar. Tarde, pero íbamos a almorzar.

Aparcamos y caminamos hasta el restaurante, sentándose enfrente de mí. Mi tío aún no había aparcado, por lo que esperamos a que él llegara para pedir.

-Perdón por la tardanza, pero es que no había aparcamiento -dijo mi tío y tomó asiento.

Gavi se puso a mi lado y pedimos cuando el camarero vino. Tomó nota y se fue después de servirnos champán. Brindamos los tres y sonreímos.

-¿Qué hiciste después de que despertaste de la operación? -me preguntó mi tío y dejé la copa con cuidado encima de la mesa.

-Estuve tres meses en revisión constantemente e ingresada, claro.

-¿Estuviste tres meses aquí, Gala? -preguntó Gavi y lo miré, asintiendo con la cabeza.

Gavi apretó el puño y tragó grueso de mala gana.

Aparte la mirada de él y la clave en mi tío.

-Después de que me dieran de alta, fui al cementerio. Cuando entre, me apoyé en una lápida cuando vi a mi tía allí y a Gavi. No me podían ver, así que de allí, me fui directamente al aeropuerto con Fernando. Compramos el primer boleto de avión que estaba disponible y acabamos en Suiza. Fernando se encargaba de mi salud y me revisaba cada dos por tres. Fuimos a Nueva York, Londres, Gran Canaria, Egipto, Finlandia, China, Singapur y, al final, nos quedamos en una isla paradisíaca. Nos quedamos en algún lugar del mundo.

Los miré a ambos y Gavi ni siquiera me miraba. El camarero dejó nuestra orden encima de la mesa y los tres le agradecimos por su servicio. Le di un trago a mi copa para ver si me relajaba, pero no lo logré.

-¿Qué hicieron en ese lugar? -me preguntó Gavi.

-Nada. La única que hice algo allí fui yo. No lo sé. Aprendí a escuchar a mi corazón y a sentir cosas que, sinceramente, ayudaron a sacar de quicio a Fernando. Él me cuidaba, si, pero yo también lo sacaba de quicio. Teníamos un sinfín de peleas y la última provocó que regresáramos. Lo demás ya lo sabes tío.

-Lo sabe él, pero yo no lo sé.

-Nació Junior y ese mismo día viajé a Bali a buscarte, Gavi. En ese lugar yo me intentaba encontrar, pero solo me perdía aún más y, cuando me subí al jet privado de Gerard, pues acabé en la isla. Y cuando te vi, sentí todo.

Gavi clavó sus ojos en mí de nuevo y un escalofrío recorrió mi cuerpo, dejándome helada. Sentí frío. Sentía demasiado frío hasta que mi tío habló y rompió el pequeño cristal que se estaba formando entre Gavi y yo. Respondí a sus preguntas, pero vamos, no había más nada que hablar. Hablamos y comimos hasta que mi tío se retiró, dejándonos solos.

-¿Durante un año no sentiste curiosidad sobre mí?

-No. Me saltaban notificaciones con que habías subido una foto a Instagram y demás, pero no me atreví a pedirle a Gerard que me ayudará hasta que me restregaron la foto que subiste con tu mejor amiga y escuche lo que decía mi tío en la sala de parto. ¿Quieres que te sea sincera? Pues te estoy siendo sincera. No me interesaba, porque no sentía absolutamente nada por ti hasta que te vi en Bali y comencé a sentir que era ahí.

-¿Y ahora estás enamorada de mí? -me pregunto y tomé su mano.

-Siempre lo estuve, solo que no sabía lo que sentía. Cuando me enamoré de ti no lo hice con el corazón, lo hice con el alma. Mi corazón te amó, pero mi alma te adoro en mil idiomas. Te adoro, te amo y te quiero con cada célula de mi cuerpo. Mi mente, mi dos corazones y mi alma te necesitan, porque sin ti, no son absolutamente nada, Gavi -le respondí, mirándolo a los ojos y siendo totalmente sincera.

Levante su mano y la puse en mi pecho.

-Me entregué a ti en la isla, porque estoy completamente enamorada de ti. Y decir que estoy enamorada de ti, se queda corto. Quizás perdimos un año y pico, pero estoy aquí, Gavi. Y lo que siento por ti, seguirá estando aunque no me creas. No tengo por qué demostrar nada, porque considero que los ojos son reflejo del alma. Siento como mi huésped late por ti como un loco. ¿Sabes? Si me miras directamente a los ojos, podrás ver el sentimiento tan puro que tengo hacia ti. Pero también sé que por mucho que quieras y digas que me has perdonado, no lo has hecho.

-Sí que lo he hecho -dice, tomando mis manos entre las suyas -. Siempre lo he hecho y esa es mi condena. Mi condena es amarte todos los días de mi vida. Cada día te amo un poco más y llegará un momento en los cuales ya ni sepa demostrarlo. Vives en mí, Gala. Vives en cada parte de mi cuerpo y, sinceramente, me como la cabeza pensando si tú también lo haces de verdad o estás confundida.

-No estoy confundida, Gavi. No lo estoy. Pero...

-Pero, ¿qué? -me preguntó, nervioso.

-Creo que tú necesitas unos días para asimilar las cosas y pensarlas. Lo mejor será que tú gires a la izquierda y yo vaya más lenta. Ahora mismo, tú no has pensado bien las cosas y quiero darte ese espacio, Gavi. Lo necesitas. Cuando pienses, te aclares y demás, búscame. El día que me busques, te estaré esperando con los brazos abiertos, sea cual sea lo que hayas decidido -le dije y me levanté, viendo como sus manos se deslizaban hacia abajo y me soltaba.

Cogí mi bolso, pero cuando fui a pagar la cuenta, ya está estaba pagada, así que salí y cogí un taxi, yendo a la casa que me había comprado.

-La señora Duperly la amuebló con la ayuda de la señora Beatriz -me dijo el conserje cuando me entregó la llave que Gerard le había dejado para mí.

-Gracias -le respondí y subí hasta mi casa.

Cuando entre en mi casa, sentí que la había amueblado yo misma, porque era mi estilo. Pocas cosas, elegantes y los muebles de color blanco y negros.

-Las paredes están desnudas, pero ya compraré unos cuadros si no es que la vendo antes -dije mientras subía las escaleras, girando las llaves entre mis días y subí hasta la planta de arriba, lanzándome a la cama boca arriba.

Las cosas podían salir o muy bien o muy mal. No había un punto medio en el cual yo me podía apoyar. No lo había.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora