Capítulo once: Mi punto y coma

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Comencé a reírme sin parar mientras me seguía haciendo cosquillas como un loco, a pesar de que entre risas le rogué que parara. Lo hundí bajo el agua, pero me fui junto a él cuando me agarró por los tobillos y salí nuevamente a la superficie, escupiendo el agua que tenía en la boca por culpa de la risa que me dio a causa de sus cosquillas.

—Eres un tramposo. ¡Tramposo! —le grité, molesta.

En el momento en el cual arqueo la ceja divertido, estallamos en risa los dos y nado bajo el agua hacia mí, apoyando sus manos en mi cintura y saliendo a la superficie, rozando su cuerpo junto al mío.

Bajo las estrellas, la luna y con la mitad de nuestro cuerpo sumergido en el mar, me di cuenta de que valió la pena hacerle caso a Gerard y montarme en ese avión con destino a ser feliz.

Me sumergí en el agua a medida que los labios de Gavi estaban sobre los míos y rodeé su cintura con mis piernas, saliendo unos segundos después a la superficie.

—Estoy orgulloso de ti —me dijo y lo miré desconcertada.

—¿Y eso? No he hecho nada por lo cual debas de estar orgulloso de mí. Creo que nunca nadie ha estado orgulloso de mí.

—Tú tienes mis respetó desde que te metiste en el campo y me salvaste la vida al niño. Tú tienes mis respetó desde el momento en el cual llenaste mi vida de colores.

Lo miré a los ojos con intensidad y sonreí.

—¿Y por eso estás orgulloso de mí, bombón?

—Siempre estaré orgulloso de ti, Gala. Da igual el tamaño o la importancia de tu logro, siempre lo estaré. Siempre lo he estado. Te admiro.

—Yo también te admiro aunque no estés en el Real Madrid. Y estoy orgullosa de haberme enamorado de una persona que me cogió de la mano y me levanto, pintando sobre páginas blancas. Yo siempre estaré orgullosa de la persona que escogió mi alma, mi cabeza y mis dos corazones.

—Tú y yo estamos destinados a amarnos. Estamos destinados a estar juntos pese a cualquier adversidad. Siempre florecerán las flores, Gala.

—Y deseo con toda mi alma que las flores sigan floreciendo, enredándose entre sí y juntándonos aún más de lo que ya estamos.

—Mi punto y coma.

—Mi vida resumida en una persona —le susurré y lo besé.

Nadamos bajo el agua de la mano. Nos salpicamos agua como si tuviéramos doce años y rodeamos nuestro cuerpo con una bata, tomándonos una copa de champán en completo silencio. Solo existía el sonido del mar y sus brazos abrazándome.

—¿Vas a hacer la universidad en Barcelona? —me preguntó y fruncí el ceño.

—No.

—¿Y cómo nos vamos a ver, Gala? —me preguntó, nervioso.

—Pues cuando se pueda. Eso nunca ha sido un problema, ¿no?

—Entonces, ¿cómo vamos a vivir juntos?

—A ver —me levanté y me senté bien para poder mirarlo a los ojos —, cuando termine la carrera, podemos mirar.

—Gala, yo de Barcelona, no me puedo ir.

—Yo tengo mi vida en Madrid, Gavi. No me voy a ir de Madrid.

—Pero para irte un año a donde no sé dé donde, dejándome destrozado y hecho una mierda, ¿no importaba la vida que tenías en Madrid, no?

Me puse un mechón de pelo por detrás de la oreja y bajé la mirada.

—Mira, Gala, quiero estar contigo y creo que hace un año te lo dejé muy claro. Te he perdonado y soy consciente de ello, pero si hay algo que no tolero es que me líen como si fuera una marioneta de circo.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora