Capítulo cuarenta y tres: ¡Vamos a ser papás!

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Llevo días controlando las ganas que tengo de llorar, de comer, de pedir mimos todo el tiempo, porque sé que si seguía de la misma forma, Gavi se iba a enterar de que estaba embarazada y no era plan de arruinar la sorpresa.

Gavi se había marchado triste esta mañana porque no lo felicité por su cumpleaños. Y tenía la certeza de que nadie más lo había felicitado, ya que habíamos quedado en eso todos. Pero de todas formas, me había dolido no felicitarlo, aunque también sabía que se iba a poner feliz cuando le dijera que íbamos a ser papás.

Durante todo el día estuve ultimando detalles sobre la celebración y al llegar a casa me di un baño relajante de burbujas mientras veía un capítulo de una de mis series favoritas.

—Amor, ya llegué a casa —gritó mi marido desde la planta de abajo y me levanté, rodeando mi cuerpo en la bata.

—Estoy en el baño, amor —le dije y me enrollé el pelo en la toalla.

—¿Puedo entrar? —pregunta al otro lado de la puerta.

—Claro —le dije y abrió la puerta.

Me giré cuando lo vi triste y mis manos viajaron hasta su rostro, pidiéndole perdón mil veces, pero no podía estropear lo que había preparado.

—¿Estás bien, rulitos? —le pregunté, acariciándole el pelo.

—Solo estoy un poco cansado —dijo y seguidamente me dio un beso en los labios —. Pero ahora que te veo, estoy bien. He llegado a casa —dice y me levanta, abrazándome.

—Te amo —le dije al oído.

Y cerré los ojos, sintiendo su corazón latir.

—Amor.

—Dime.

—Tenemos prisa.

—Solo un poco más.

—Rulitos...

Me bajo y mis pies volvieron a sentir el frío del suelo.

—Vale, me voy a bañar y a preparar. Todo sea por la princesa —dijo y sonreí contra sus labios.

Entre los dos recogimos el baño y él se dio una ducha mientras yo me ponía un hermoso vestido, me maquillaba y me ponía los tacones.

—Mi tía nos citó a comer en el mismo hotel en el cual se están quedando los tres —le dije mientras se ataca la corbata.

—¿Trajo a Junior?

—Claro, hemos quedado para hablar sobre el bautizo. Te mandé un mensaje. ¿No lo viste?

—Claro que lo vi —me respondió rápido y algo deprimido.

—¿Te pasa algo?

—No.

—¿Entonces por qué estás tan serio?

¡Qué mala soy!

—Ya te lo dije, solo estoy cansado.

—Si tú lo dices.

—Gala, estoy bien, de verdad. Solo es eso.

—Vale. Avísame cuando estés listo para irnos —le dije y salí del vestidor, caminando por nuestra habitación y saliendo de ella sin previo aviso.

Baje las escaleras y de las hormonas tenía ganas de llorar. Me sentía muy mala esposa por haberle hecho sentir mal el día de su cumpleaños, pero también sabía que era por una buena causa.

Bajó; guapo, elegante, hermoso y hecho todo un bombón como era de costumbre en él.

—¿Nos vamos? —me pregunto y tragué grueso.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora