Capítulo treinta: Perfectamente imperfectos

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Me llevé la mano al pecho tras sentir una presión ligada a los últimos acontecimientos. El dolor que permanecía en mi pecho viviría en mí por mil años, aunque no lo deseara por nada del mundo, pero la vida sabía dónde darme fuerte.

Salí, atravesando el pasillo despacio y con lentitud, mientras el ruido del hospital me hacían presa de mis pensamientos llenos de dolor y recuerdos totalmente dolorosos que lo único que causaban en mí era que el piso se me moviera a medida que caminaba.

Me fui contra los brazos de Gavi una vez llegué a su altura y me rodeó con sus brazos, tranquilizándome como nadie antes lo había hecho. Sus manos eran la cura a todo mis males, por eso estaba segura de que me casaría con él. Estaba más que segura de que él sería el hombre de mi vida, mi amor y mi más grande delito.

Una vez me rodeo con sus brazos y me calmé un poco, desfilamos hasta la puerta del hospital de la mano y siendo recibidos por periodistas hambrientos para tomar la primicia del asunto, pero Gavi los ignoro, rodeándome de nuevo con su brazo para desfilar entre los periodistas que no paraban de hacernos fotos. Comenzaba a ahogarme por culpa de la maldita gente que empujaban, gritaban, agobiaban e intentaban manipular la situación a nuestro paso.

—¿Podéis dejarnos un poco de privacidad, por favor? —les preguntó Gavi a medida que avanzamos y yo comienzo a llorar del agobio que siento en mi pecho.

—Por favor —suplico cuando me dan un codazo.

Por instinto me llevó la mano a la barriga para que mi bebé no sufra ningún golpe de estas personas y avanzó empujando con suavidad con mi brazo.

—Por respeto a la familia, ni siquiera deberíais de estar aquí. No sabéis lo que es el respeto hacia nadie ¡Qué vergüenza! —soltó Gavi desesperado tras aquella situación tan desagradable por parte de los periodistas.

—Por favor —rogué entre lágrimas —. Necesito respirar —conseguí decir, pero hasta que Gavi tomo mi rostro entre sus manos, no logré respirar bien.

En ese momento mis pulmones dejaron de contraerse tal aquel inmenso agobio que estaba sintiendo dentro de mí. Su rostro me aportaba esa dosis de realidad a todo esto que yo creía que era una pesadilla de la cual iba a despertar muy pronto, pero desafortunadamente, eso no era de esa manera. Sus manos tenían el poder de relajarme con el simple contacto de mi piel con la suya. Sigue salvándome a pesar de sentir que él estaba más perdido que yo, pero al fin y al cabo, tenía la sensación de que mi querido futuro marido, era lo mejor que me pude tirar a la cara. Bendito accidente, traición y tremendo beso que nos llevó hasta aquí. El corazón de Gavi es tan puro que me da miedo romperlo de verdad. No quiero que él también me termine dejando... No lo soportaré.

Logramos subirnos al coche y me pasé todo el camino apoyada a él, con nuestras manos entrelazadas y el ritmo de nuestros corazones fundidos una vez más en uno solo. Quizás todo fue perfecto porque estamos sintiéndonos, fundiéndonos, amándonos y perdiéndonos juntos.

—Todo es perfecto cuando mi corazón te siente cerca —le dije cuando entré en mi antigua habitación, delante de él.

—Todo es perfecto porque tú eres increíblemente perfecta e imperfecta, haciéndote real, Gala. Solo bastó un simple instante para entender que eres la persona correcta. Deseo poder seguir coincidiendo contigo mil y una vez más, rubia. —Se sienta en el borde de la cama y me sienta con suavidad en su muslo, rodeando mi cintura con sus brazos.

—No te merezco, Gavi —susurré y Gavi limpio las dos lágrimas que abandonaron mis ojos.

—Si no me mereces tú que me haces feliz, ¿quién me merece, rubia?

—No lo sé, rulitos. Pero... perdón por ser tan egoísta. Voy a mejorar para poder estar a la altura...

—¿A la altura de que, rubia? ¿A la mía?

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora