Capítulo cuarenta: Celebración

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—Yo os declaro marido y mujer. Ya puedes besar a la novia —finalizó el sacerdote y Gavi estampó sus labios contra los míos, sintiendo como todo lo vivido pasaba por mi cabeza al ritmo de los aplausos y gritos.

«Hoy me entregué a ti y lo hice para siempre. Somos testigos de que el amor si existe cuando se siente, se vive y se enreda entre nosotros, atrapándonos y no dejándonos ir por más que queramos», dije mentalmente a medida que me fundía con él en un beso tierno y pasional.

—Lo irreal corre por nuestras venas, rubia —dijo contra mis labios —. Y de ahora en adelante vamos a ser todo eso que sintamos, en el momento en el que lo sentimos, porque si no hacemos eso, ¿para qué vamos a vivir?

—Viviremos para demostrarle al mundo, que dos personas diferentes, con gustos algo diferentes, también pueden llegar a enamorarse. Que el amor se siente y no es compatible. El amor no entiende de leyes, ni de lo que es correcto o no. El amor está aquí, latiendo y late por ti.

—Y latera por siempre, mi gran amor infinito.

—Mi amor de contrato —le susurré y me volví a colar en su boca.

—Te amo, Gala Ponce de Páez.

—Te a... —Gavi se coló de nuevo en mi boca y luego lo abracé, acariciando su pelo.

—Al fin, Gala. Al fin hemos llegado a la orilla. Ya hemos terminado de nadar contra corriente.

—Hemos llegado, mi amor. Ya hemos llegado.

En ese momento sentí como Gavi dejó de retener ese aire en los pulmones que lo atormentaba y me abrazó con fuerzas.

—Aunque suene egoísta, ya eres mía. Ya no te vas a volver a ir. —Cerré los ojos y lo abracé con fuerzas. —Ya hemos llegado, Gala. Por fin. Hemos despertado de la pesadilla.

—Y ya no me voy a ir nunca más de tu lado, a no ser que empaques tus maletas y vengas conmigo. No quiero dejarte nunca más, Gavi. Y no lo voy a hacer. Ni loca que estuviera.

—Yo ya empaque las maletas desde que me pediste matrimonio, Gala. Y si, loca estás, pero por mí —dijo y me levanto al vuelo, abrazándome por debajo de mi culo y colándose en mi boca.

—¡Vivan los novios! —gritaron y comenzaron a aplaudir de nuevo.

—¡Vivan! —gritaron todos en forma de coro y sonreí contra los labios de Gavi, soltando alguna carcajada de nerviosismo.

—¡Al fin! —gritó Gavi y me bajo, provocando que me enganchara en su brazo y comenzáramos a caminar bajo los aplausos hasta nuestro lugar, en la cima de las demás plataformas.

Y al fin podíamos gritarle al mundo que el amor si puede con todo cuando es verdadero y de verdad significa algo para nosotros. El amor puede contra todo, incluso puede con nosotros mismos. Es imposible dejar de sentir cuando el alma vive eternamente enamorada de alguien que sigue latiendo por nosotros. ¿Quién puede huir del amor? Nadie. Hasta un corazón de hielo es capaz de caer en las garras de un corazón que arde en un infierno que está condenado a quemar. Un amor que no entiende de lógica, es verdadero. Y de repente, tan pronto como vino, se convirtió en uno de los pilares más fuertes del mundo. Lo pulió, le dio brillo y logró que esa pieza fuera tan valiosa hasta que desprendía colores vivos y llenos de amor, apoderándose de ella como yo de su pieza. Porque si, el amor es construir algo sólido y duradero, no algo flotante que se puede derrumbar con una simple ola.

Y él es mi gran obra de arte.

Comimos, brindamos y bebieron, porque yo me las ingenié para que nadie más se diera cuenta de que estaba embarazada, en especial la familia de él, sus amigos y él.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora