Capítulo treinta y tres: Santiago Bernabéu

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Me subí al coche y salí disparada de allí. Estuvo mal, pero yo necesitaba estar sola. No quería estar allí ni un segundo mal. Sentí el impulso de salir corriendo de allí y eso hice.

Conduje por la capital sin rumbo, tomando el control de la situación cuando sentía que se me iba a salir. ¿Y dónde terminé después de darle mil vueltas a la ciudad? Terminé en la pista de patinaje.

Entre y todos estaban en la pista. Carla estaba en primera fila como la payasa que es, pero mis ojos viajaron hasta Carlos que estaba dándoles órdenes. Gabriel estaba un poco tenso y es que creo que tener a Carla en el primer equipo no les mola nada.

Durante mi año que estuve viajando, estuve muy pendiente de sus logros y me había gustado que él hubiera ganado el oro olímpico. Estoy muy orgullosa de saber que él fue importante para mí en su momento.

Me pongo los patines y la ropa de deporte, pero cuando Carlos pone la música a tope, entró en la pista envalentonada y llena de ira, enterrando los patines en la pista. Paso por delante de Gabriel cuando suena Try de Pink y su mano viaja hasta mi cintura mientras mi mano está encima de su mano. Todos se quedan impactados tras mi regreso, parece ser que muchos no ven las noticias.

Me muevo en la pista y me impulsó, girando en el aire y cayendo a la pista con fuerzas, abriendo los brazos y luego viendo como Gabriel me tomó de nuevo por la cintura, girando a la misma vez en el aire y patinando sobre el hielo con rabia. Levanté mi pierna hacia arriba y me enredé en su cuello con su ayuda, girando y bajando y subiendo a la misma vez que él tenía las piernas flexionadas. Me toma y me bajo de su cuello, lanzándome hacia adelante y haciéndome caer, provocando que tenga que levantar la pierna hacia atrás y agarrarme de su mano a la misma vez que su pierna hace lo mismo que la mía. Pero cuando se posiciona delante de mí, haciéndome coger velocidad de nuevo, la música se para y Carlos se toma el atrevimiento de hablar.

—¡Se acabó! —gritó tajante —. ¡Dejar de patinar ahora mismo! —ordenó con altanería —. Gala, tú no puedes entrar en la pista en medio de un entrenamiento.

Patino hasta su altura.

—Pero lo hago. ¿Sabe por qué? Porque sé patinar mejor que todos ustedes juntos sin haber entrenado en más de un año y estando embarazada —les suelto con rabia.

Carlos traga duro y me fulmina con la mirada.

—Gala... —Intenta hablar Pol, que está en la maldita grada, pero que asco le tengo y se lo demuestro cuando lo fulmino con la mirada.

—Una cosa es tener talento y otra cosa es tener la necesidad de aparentar que tienen talento. —Me viró hacia Gabriel. —Felicidades por la medalla de oro olímpica. Te lo mereces más que nadie.

—Gracias, Gala.

—Gracias a ti por dedicarme el premio aún creyendo que estaba muerta.

—Hasta hoy pensé que estabas muerta —confesó.

—Ahora quien está muerto es Guzmán —solté y salí de la pista, quitándome los patines y corriendo a cambiarme de ropa.

Me quité la ropa de patinaje y me coloqué la misma ropa que había traído a este lugar. Al salir, me encontré de frente con Carlos.

—¿Murió? —su pregunta llega como un balde de agua fría.

—Si —zanje —. Ahora, si me disculpas, quiero salir de aquí, ya que tú me echaste de la pista como si yo nunca hubiera pertenecido a este lugar.

—Gala...

—¡Aparta! —ordené y Carlos se retiró.

—No fue mi intención echarte de la pista.

Amor infinito #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora