Treinta dos

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—Estamos en la misma calle... ¿verdad?

Hiroki se inclinó un poco hacia adelante para poder ver bien a través del vidrio frontal del coche y asegurarse de que no estaban en el lugar equivocado.

Pero ver aquellas grandes puertas de casi cuatro metros con una enorme 'A' justo en el medio, le dejaba bastante claro que ese sitio era su lugar de destino.

Tragó saliva cuando las puertas de repente chirriaron y empezaron a abrirse para dejarles paso. El motor volvió a rugir cuando pisó con suavidad el acelerador y empezó a conducir por el camino de tierra.

—¿Falta mucho? Este pobre viejo necesita estirar las piernas.

—Ya casi llegamos, papá.

—Eso dijiste hace una hora y aquí seguimos.- se quejó el hombre.

Hiroki tan solo pudo suspirar.

Primero habían cogido un avión desde Sendai para ir hasta la prefectura de Kioto. Una vez allí, habían alquilado un coche para así poder llegar hasta donde estaban en ese momento.

Un empresario muy importante lo había contratado a él como su abogado. Al principio no lo entendió, es decir, él dirigía un pequeño bufete de abogados y él se especializaba en la rama de lo penal.

Si el hombre que lo contrató no ha cometido ningún crimen, no entiende que es lo que hace allí. A parte de que había abogados mucho mejores que él.

Fue tanta la insistencia que acabó aceptado. Personas con un gran poder eran capaces de cualquier cosa para conseguir lo que querían.

Y era tal el poder, que insistió en que su familia le acompañase en aquel viaje de negocios sin preocuparse del hospedaje, que corría a cuenta del cliente.

Ahí, Hiroki se dio cuenta que con el hombre con el que iba a tratar no era ninguna broma.

Siguió conduciendo por el camino de tierra rodeado por un sin fin de arboles hasta que llegó por fin a la entrada del lugar.

—¿Hemos llegado?- volvió a decir el anciano cuando sintió el vehículo detenerse; con fastidio.

—Si vieras esto, te asustarías abuelo.- dijo Atsumu.

—Solo los tontos se asustarían.- habló esta vez Osamu intentando disimular el mismo temor que sentía su hermano.

Los otros tres que iban detrás de los gemelos, tan solo pudieron apretar los labios y dejar sus manos en sus piernas intentando ignorar el hecho de que ellos no pertenecían a aquella familia -exceptuando a Shouyo- y que decir algo sería una falta de respeto teniendo en cuenta que habían sido invitados con gran amabilidad.

De repente, las puertas se abrieron sobresaltando a Kageyama que apretó un poco el agarre que tenía en Yuto. Todos se bajaron, y más de uno gozó el poder estirar las piernas tras estar bastante tiempo sentado durante mucho tiempo.

Las maletas que tenían en el maletero del coche empezaron a ser bajadas por varias personas que las iban introduciendo por las puertas del lugar, lo que hacía que Hiroki se alterase más de lo que ya estaba.

Takeshi, bien agarrado de Kuro, tanteó el aire para encontrar a la persona que quería cuando su dedos tocaron su piel.

—Shinsuke, cielo, dime que ven tus ojos.

El nombrado sostuvo con cariño su mano y le sonrió aunque no pudiese verle.

Pero intuía que sentía su sonrisa.

—Hay una casa delante de nosotros.

—Esto no puede ser considerado casa, Kita-san. Es una mansión.- farfulló Atsumu.

Yo... ¡¿En Karasuno?! (AtsuHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora