Cuarenta y tres

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—¿En qué puedo ayudarlo?

—Me gustaría ver a Ishida Hiroki.

La mujer tras el mostrador se le quedó mirando de arriba a abajo y estaba claro que no le iba dejar verlo, mucho menos pasar.

¿Y como no hacerlo?

Seguramente tendría los ojos rojos de todo lo que había llorado en su camino hasta el bufete de abogados de su padre, pero todas las lágrimas que había derramado ya habían parado dejándole unos ojos hinchados y rojos al igual que su nariz que no había parado de moquear debido al llanto.

Necesitaba hablar con alguien, y su padre era la persona indicada.

Podía hablar con su hermano que muy probablemente le entendería y le apoyaría en lo que fuese.

También podía hacerlo con su madre, pero no quería que lo viese en ese estado y que se preocupase estando embarazada. Sería preocuparla por nada.

Su abuelo también podía ser de ayuda, pero no quería escuchar comentarios directos y con sentido que le hiciesen ver que lo que estaba haciendo era una rabieta.

Por eso quería hablar con su padre.

Puede que fuese como su abuelo que le diría claramente que su comportamiento no era el correcto, pero al menos le calmaría primero y luego hablarían de forma tranquila.

—Lo siento, pero el abogado no puede atenderle en estos momentos.- se limitó a decir la chica volviendo a teclear a saber qué en el ordenador.

—Por favor, es urgente.- suplicó.

Perfectamente podría haberle mandado un mensaje a su padre diciéndole que iba a ir hasta su lugar de trabajo, pero no había caído en ello hasta que llegó allí.

También sabía, que la chica no le iba a tomar en serio cuando le pidiese hablar con su padre. Llevaba un uniforme de preparatoria, y cualquiera que supiera sumar dos más dos, sabría que un estudiante no necesitaba a un abogado.

Más cuando es uno penalista.

—Mire, joven, aunque el abogado pudiese atenderlo, no puede. Está en una reunión.

Sus ojos avellanas se movieron con rapidez a la puerta de la izquierda detrás de la mujer al haber notado un ligero cambio en su expresión corporal que le dejaban muy claro que dicha reunión se llevaba acaba tras esa puerta.

Cuando volvió a ver a la chica, esta había notado sus intenciones, por lo que ella se levantó casi tropezando en dirección a la puerta poniéndose delante, mientras que él corrió de igual forma hacia ella para intentar entrar.

Comenzaron un forcejeo entre los dos, y Atsumu se contenía al no querer tirar a la mujer a un lado.

Porque por poder, podía.

Pero precisamente porque era una mujer, no podía apartarla así como así. Le habían enseñado que a las mujeres se las respetaba. No por nada tenía a su madre entre algodones.

—Le he dicho que no puede pasar.- decía con dificultad la chica que usaba toda la fuerza para impedirle pasar.

—Y yo le he dicho que es urgente que lo vea.

—Y yo le repito, que el abogado está en una reunión.

Cansado de que la mujer le impidiese el paso, dejó de hacer fuerza logrando que la mujer perdiese el equilibrio al no tener con que luchar; y pudo abrir la puerta de un golpe.

En la sala pudo ver que había una gran mesa ovalada, con doce personas sentadas y una décimo tercera de pie junto a una pizarra donde tenían algo proyectado en ella.

Yo... ¡¿En Karasuno?! (AtsuHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora