Doce

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Hinata se encontraba en frente de la puerta de la sala del club. Y estaba nervioso. Demasiado.

Sentía que en cualquier momento las piernas iban a fallarle y caer de rodillas justo en frente y que la puerta le daría en toda la cara con fuerza por estar en medio cuando fuese abierta.

Soltó un suspiro tembloroso y miró la pequeña bolsita entre sus magulladas manitos. Aquel día era uno muy especial, y su corazón enamorado -si, ya lo estaba admitiendo- le dictó que debía de hacer algo. Ese día era San Valentín y el día anterior se había puesto a hacer chocolate como loco enamorado para dárselo a Atsumu. Quizás se lo diese de modo de agradecimiento habiéndolo llevado a lugares como un set de fotografía o por unirse al club; o también de forma amistosa aunque le desagradase la idea.

Ah, y también había hecho algo para Kageyama.

Se decía que no podía darle solamente a Atsumu sin que pareciese sospechoso, por lo que también preparó una bolsita con el chocolate más amargo que hizo: tal como era Kageyama. Al llegar a la escuela y ver al ojiazul, corrió hacia él de forma alegre y le dio la bolsita.

Vio como Kageyama alzaba una ceja, la cual se frunció y tiró la bolsita al suelo al ver sus manos llenas de tiritas y vendajes.

—¡¿Que le pasó a tus manos?!

—Oh, um... Me quemé un poco y tuve algunas cortadas, nada grave.- restó importancia.— Pero más importante...-

—Tus manos están así por... ¿hacer chocolate?- dijo incrédulo.

—Sí, pero...-

—¡¿Acaso eres estúpido?!- le gritó.— ¡Tus manos son importantes para el juego! ¡Y tu las lastimas para hacer esta tontería!

Kageyama se agachó y le tiró la bolsita con los chocolates para luego girarse e irse. Ahí, el frágil corazón de Hinata se rompió en millones de trocitos.

Se había esforzado mucho para hacer aquello, y Kageyama tan solo le había gritado. Apretó la bolsita entre sus manos y la tiró a la basura.

Agradecía que no hubiese nadie en aquel lugar cuando el pelinegro le gritó. Habría sido vergonzoso.

Por eso, estaba asustado de que Atsumu reaccionase de la misma forma.

Soltó aire y asintió. Debía ser valiente.

Agarró el pomo de la puerta y la abrió. Todos los miembros estaban allí haciéndole sentir más ansioso. Y el causante de sus nervios estaba a escasos metros con solo los pantalones de deporte.

La sola imagen le hacia recordar aquella sesión con la arcilla y como después había acabado dándole sexo oral.

Se retiró sus zapatos y camino decidido hacia el mayor. Sentía la mirada de todos encima suyo, sobretodo la de Kageyama.

Se aclaró la garganta y vio como el rubio giraba su cabeza para centrar su mirada avellana en él. Le sonrió amable y eso le hizo poner aún más nervioso.

—Shouyo-kun, hola.

Su nombre saliendo de sus labios era... Uf.

Rebuscó en su bolso la bolsita con el chocolate en forma de corazón y se la tendió al mayor cuando la encontró. Pudo ver como al rubio se le coloreaban las orejas e intentaba controlar el sonrojo de sus mejillas.

—¿E-es para mi?

—Sí.- dijo seguro.— Yo lo hice.

Fue ahí donde Atsumu reparó en las manos dañadas de Hinata.

Yo... ¡¿En Karasuno?! (AtsuHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora