Cuatro

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Atsumu guardaba sus libretas en su bolso con tranquilidad. Ese día no había sido tan mierda como esperaba, pero animicamente se sentía como una mierda.

El día anterior al final llamó a su hermano y este le mando al buzón. Al principio le enfureció aquello, pero luego le dolió cuando le mando un mensaje y le dejó en leído. Lo mismo pasó con Suna y le deprimió más. No quería llamar a Kita porque tenia que estar metido en los exámenes finales y prefería no enfadarlo.

Se levantó de su sitio y paró de golpe al ver a Nishinoya delante de él. Levantó una ceja en su dirección y empezó a caminar hacia la salida.

—¿Qué haces?- preguntó el rubio.

—Te vigilo.

—¿Por qué?

—Quiero asegurarme que vas al entrenamiento.

—¿De qué me serviría saltármelo?- preguntó mientras ambos bajaban las escaleras.— Estoy seguro que todos ustedes serian capaces de ir hasta mi casa y sacarme de allí.

Nishinoya le dio unos cuantos golpes algo fuertes en la espalda que le hizo trastabillar y casi perder el equilibrio.

—¡Hombre, como nos conoces!

El rubio soltó un bufido divertido y se encaminaron hacia la sala del club. Subieron las escaleras y el menor fue quien abrió la puerta con fuerza saludando a los que se encontraban allí recibiendo saludos de vuelta.

El mas alto se quedó en la puerta mirando el interior y puso un cara de desagrado que no pudo disimular.

—¿Por qué esa cara?- le dijo Tanaka.

—Es... Pequeño.- miró cada rincón.

El rapado se acerco con cara amenazante al rubio.

—¿Estás diciendo que nuestra sala del club no es de tu agrado? ¿Huh? ¿Quizás querías una con sillones cómodos y casilleros? ¿Tal vez...-

Paró de hablar al ser golpeado por Ennoshita en toda la cabeza. Lo arrastró fuera de la sala del club y se giró a ver al rubio antes de irse por completo.

—Siento eso. Y no tardes, tenemos que entrenar.

Sin decir nada más el castaño se fue arrastrando al rapado dejando a Atsumu incómodo y extrañado. Se quitó sus zapatos y pisó el suelo de tatami adentrándose más en la sala del club. Dejó su bolso en una de las repisas de la estantería y se fue quitando el uniforme lentamente dejándolo perfectamente doblado.

Sacó una camisa blanca junto a unos pantalones negros cortos y se los puso. Se puso también una chaqueta del mismo color que los pantalones y subió la cremallera hasta arriba.

Revisó su teléfono una ultima vez con la esperanza de que su hermano le hubiese mandado un mensaje aunque fuese diciendo "vete a la mierda" o "no molestes" pero la decepción le invadió al no ver nada en sus notificaciones. Bloqueó la pantalla y se giró encontrándose al libero esperándolo en la puerta.

—¿Acaso me vas a seguir a todas partes?- preguntó poniéndose de nuevo sus zapatos y llevando en su mano los que utilizaría en el gimnasio.

—Puede que huyas cuando no te tengo a la vista. Eres nuestra nueva arma y no quiero perderla.

Atsumu en todo el tiempo que llevaba en Miyagi -que habían sido cuatro días- no se había reído como lo hizo en ese momento.

Puede que lo que haya dicho Nishinoya fuese algo pretencioso, pero le hacia ser importante. Aquello le hacía olvidar que todavía era un intruso en aquel lugar y que al menos empezaba a tener la amistad del libero.

Yo... ¡¿En Karasuno?! (AtsuHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora