Nombres

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Bruno miraba con ojitos suplicantes a su hermana mayor para que le comprara los rollitos de canela que estaban en el estante.

-No Bruno, Punto final.-

Contestó firme Julieta caminando derecho a la cajera para así pagar todo lo que Bruno debía comer para cuidarse, el menor tomó de su delantal que no logró sacarse antes de ir al mercado, le suplicaba a su hermana.

-Por favor, Juli. Solo un rollito.. están baratos, te prometo que me comeré la mitad y lo otro se lo dejaré a Camilo.-

-Ya basta, Bruno. No seas niño, sigamos el camino.-

-No confías en mi?-

Se cruzó de brazos quedándose parado en el mismo lugar, ella se detuvo para verlo.

-Pues no, siempre cuando dices la mitad, terminas comiéndote lo que queda a la noche, pensando que no me doy cuenta.-

Y tenía razón, Bruno se escabullía como rata al refri para tomar lo que prometía no comer, al principio pensaban que era Camilo o Mirabel los que se comían los postres que sobraban hasta que luego Julieta se dió cuenta sola al entrar al cuarto de Bruno y encontrar varios paquetes de chocolates en el cesto de basura.
Los regaños de sus hermanas mayores no le importaban, era un adulto y podía hacer lo que quiera, pero sabía que estaba mal. La dieta era para no perder la figura y para que sus hijos estén bien.

El menor suspiró derrotado por su hermana, siguió su camino a la caja cabizbajo, Julieta sonrió tomando su hombro.

-Tranquilo, cuando lleguemos a casa te haré una buena sopita de vegetales.-

-Mientras no tenga acelga, perfecto.-

-Es necesario que te comas la acelga, esa te cuida más y lo sabes.-

-Pero no me gusta!- Pisoteó varias veces el suelo, su hermana se cruzó de brazos enfadada.

-No me contestes, vámonos jovencito.-

-Tenemos la misma edad.-

-Pero tú eres el bebé y lo sabes, ahora camina.-

-Por 15 minutos.. maldición.-

Pagaron las compras y se fueron, Bruno con la melancolía de no poder llevarse algún rollito ni nada no quiso hablar con nadie, ni con Agustín que los pasó a buscar al mercado para ir a casita.

Estando en el asiento de atrás ignoraba la charla que tenían los esposos para mirar afuera por la ventana, viendo cada panadería o cafetería que pasaban, era hipnotizado por el dulce aroma del café y masas dulces, era un infierno tener esa maldita dieta.
Pero por suerte tenía un as bajo la manga.

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-Tío Bruno! Puedo pasar?- Camilo tocó repetidas veces la puerta del mayor, éste feliz le abrió tirando del suéter del muchacho para que entrara rápido sin que nadie los viera.

-Bien, lo trajiste?-

-Hola, estoy bien. Gracias por preguntar.- Contestó el adolescente ofendido por la actitud de su tío.

Bruno apenado se disculpó; -Perdóname, corazón... Lo trajiste sí o no?!-

-Sí, toma!-

Sacó de su mochila una caja con cuatro donas, el mayor lo tomó para poder sentarse en su cama y comer apresurado, como si no hubiese comido hace años. Camilo lo miró sonriente acercándose a él para sentarse en la mecedora.

-No puedo creer que la señorita perfecta te haya dejado su silla mágica.-
Dijo burlón.

-La mecedora? Sí, me alegra que me la haya regalado, es muy cómoda la verdad.-

"Dulce Brunito"/Encanto Au/ MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora