Brunito

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Narra Bruno.

Dejamos nuestra vida de campo para vivir con mis padres en Bogotá, aquí teníamos más posibilidad de salir adelante, mi padre tenía varios empleos que nos mantenían bien en una humilde casa que poco a poco se volvió más grande.

Desde niños mis hermanas y yo compartimos una habitación, cuando nuestros padres juntaron los materiales construyeron más cuartos y ahí fue cuando nos separamos, me dio pena dormir solo pero a ellas no parecía molestarles en absoluto.

Cuando mi padre murió yo tuve que trabajar para mantener a mi familia en lo alto donde merecían estar, por suerte pude entrar a trabajar en una fábrica de zapatos en la que actualmente sigo estando.
Mis hermanas en cambio no podían demostrar esfuerzos así ya que mi madre nunca se los permitió, siendo mujercitas en pleno crecimiento quería que actuaran como tal y fueran amas de casa como lo era ella, hasta que llegó el momento en el que se enamoraron y prontamente se casaron.

Cuando Julieta se casó con Agustín y tuvieron a sus dos primeras hijas se fueron a vivir a la casa de campo que teníamos abandonada hace años, mi cuñado quien conocía mucha gente mandó a arreglar esa vieja choza para convertirla en un hogar para él y su familia, a mi madre no le molestó.

Y cuando Pepa se casó con Félix y estos tuvieron a su hijita decidieron quedarse con mi madre para cuidar de ella estando en las últimas, mi hermana siendo buena conmigo me suplicó que me quedara con ellos pero yo decidí irme a vivir a otro lado en la misma ciudad, con lo que tenía de dinero pude alquilar una habitación de un host bastante barato. Era más para estar sólo y descansar.
En ese momento Pepa daba a luz a su segundo hijo y pocos meses después le tocó a Julieta nuevamente.

Pasó el tiempo y todos estábamos casi bien, Agustín decidió dejar la casa de campo para alquilarsela a los agricultores o familias, al final se volvieron a la casa de mi madre con las tres niñas. Mi madre los recibió con los brazos abiertos.
Al obtener las noticias fui rápido a verlos y ayudarlos con los niños, cosa que no era tan fácil, cuando los pequeños dormían la siesta yo los acompañaba y eso me hacía levantarme sin ánimos para el trabajo, aunque fuera agotador debía seguir, mi padre no se rindió nunca yo tampoco lo haría.

Me tocó mucho para trabajar y no pude volver a ver a mis sobrinos o a mis hermanas por varios años.

Llegué a mi cuarto para poder dormir, recibí una llamada de Pepa diciendo que mamá estaba muy grave en el hospital, al parecer sufrió un infarto lo que provocó que se desmayara y al caer lastimó su cabeza, comenzó un derrame interno y quedó en estado vegetativo.
Era mantenerla viva a través de máquinas o solo dejarla ir, la última palabra la tuve yo.

La casa de Bogotá quedó a mi nombre, pero no quise hacer negocios, se las dejé a mis hermanas para que vivieran en paz con sus hijos y maridos.

-Tío Bruno, quédate con nosotros.-

Esa vocecita tan tierna que pedía que me quede era de mi único sobrino varón Camilo, mientras que las niñas estaban abrazando mis piernas para que no me moviera, al verlos tristemente no pude negarles eso, me quedé unos días y seguí mi ritmo de siempre con el trabajo.

Un tiempo después Julieta se enteró que no podía seguir pagando el alquiler, Pepa con su peor humor me trajo a casa de inmediato, en ese momento si les decía que no era necesario me hubiesen matado, como pudieron acomodaron a los niños para que compartieran mejor los cuartos.
Las tres mayores juntas y los dos menores en otro cuarto, mientras que yo dormía en mi habitación, aunque de vez en cuando encontraba a Mirabel y a Camilo dormidos conmigo antes de irme a trabajar.

Pasó un tiempo y Pepa estaba embarazada de su tercer hijo, Agustín pudo agrandar más la casa pidiéndole a sus contactos para que hicieran una cocina más pequeña para así agrandar el living y un cuarto más para sus hijas.

"Dulce Brunito"/Encanto Au/ MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora