03. Matándome lentamente con su canción

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La semana se hacía eterna esperando el viernes, y Cein intentó distraerse con el trabajo. Era sencillo, pero algo aburrido, lo cual le daba tiempo de sobra para pensar. Administró ese tiempo principalmente en lectura, ya casi terminaba A sangre fría, y después comenzaría otro libro de un autor colombiano. Cein era de los que siempre tenía un libro en el bolso y una lectura pendiente. Cuando Junseo se jactaba de su santidad, Cein lo contrarrestaba jactándose de haber eliminado todas las aplicaciones sociales de su celular y sólo utilizar el dispositivo cuando era necesario. Eso le pegaba a su amigo en el orgullo porque en cambio el menor no podía estar sin usar el celular, y pasaba todo el tiempo frente a esa pantalla o la de la PC.

Detrás del mostrador, él imaginó por cuarta vez en el día cómo sería si Gyeong-hui entraba a la biblioteca. No era como si fuera a pasar, pero ya había creado el escenario en su cabeza. En otros tiempos, él hubiera tenido que guiarla a la sección que buscaba para encontrar un libro en específico, y tal vez en ese trayecto se darían cuenta de lo mucho que tenían en común y la interacción entre empleado y cliente se extendería ahoras sin que se dieran cuenta. Pero, las bibliotecas en la actualidad no dan paso al romanticismo, por más rústico que este fuera, pues todo se manejaba por computadora, y no necesitaba asistir físicamente a nadie.

Sin embargo, el solo pensamiento del encuentro hizo que se distrajera de la lectura y tuviera que retomar desde varios párrafos anteriores, sólo para darse cuenta que lo que narraba la historia, no guardaba relación alguna con lo que divagaba su mente. En su cabeza imaginaba un encuentro de K-drama con Gyeong-hui, mientras que en el libro en sus manos estaban a punto de ejecutar a alguien.

Así pasó Cein tres días, y el encanto disminuyó, pero sólo porque hizo conciencia y llegó a la conclusión de que de pronto era una cuestión hormonal, y solamente le atraía físicamente. él no tenía un gusto definido, pero se do cuenta de que siempre se sintió físicamente atraído a chicas como ella, de contextura delgada, sobre todo en la parte del pecho, y de cara redonda. Así que sólo podía ser esa la razón de su fijación, pues no la había escuchado hablar siquiera. Y pensó que entonces no sería buena idea conocerla, pues no quería decepcionarse de esa imagen de ella y deseaba sólo tenerla en un pedestal como una musa que le inspiraría a retomar el pasatiempo de escribir poemas e historias románticas. 

Hace meses había iniciado lo que él quería describir como su primer libro, cuya historia trataba de un hombre encarcelado injustamente. Sólo que leyéndolo bien, se parecía mucho al libro que actualmente leía, y a otros que tenía en su habitación; entonces, la descontinuó un tiempo. Por eso había cambiado de género literario y continuó con escritos más cortos, que eran los poemas. Sin embargo, también estaba teniendo problemas con eso.

—No se puede escribir poemas sin inspiración —concluyó un día que se frustró de lo cursi que se sentía al intentar hacer rimar dos oraciones que describían la belleza de la mujer o de la vida—. ¿Cómo le hacen los músicos para escribir canciones?

El viernes a las 4 p.m. estaba llegando con Jun a la iglesia. Cein quería corroborar que su fijación era física, y que no iba a botar su ideología sobre la religión por una niña.

—Chicos, debemos prepararnos para la competencia. Sólo hace falta la sección de la música —anunció Sungmin, preguntando quiénes se querían integrar a la banda para competir entre iglesias.

Cein comenzaba a desesperarse de estar allí. No sólo estaba aburrido por la actividad que estaban planeando y que no tenía nada que ver con él, sino que había mirado de reojo a Gyeong-hui varias veces, pero en su anhelo de acabar con su obsesión, no hubiese querido hacerle tanto caso.

—Gyeong-hui, ¿no vas a participar? —preguntó el líder, aproximándose a ella y su hermano.

—No puedo —respondió, siendo la primera vez que Cein la escuchaba emitir un sonido.

—Pero si tú tocas el violín... Aunque hace tiempo no te he visto en la alabanza.

—Por eso no puedo. Es una cuestión personal, tendrías que hablar con el pastor —aclaró muy tranquila.

—Voy a hablar con él, pero al menos ven a ensayar.

—Puedo cantar, pero no voy a participar con el violín.

Sungmin nunca la había escuchado cantar, y no dudaba de su habilidad, pues ella no haría alarde, si no fuese verdad, pero él ya tenía a una vocalista en la banda.

—Cántame algo. Ese talento no te lo conocía.

Ella no iba a cantar cuatro minutos sólo por audicionar, así que pensó en un fragmento de Killing me softly with his song de Roberta Flack para dar su punto. Aunque la canción no era cristiana, tenía a su favor que nadie allí hablaba inglés o siquiera conocía de música. Así que bien podía haber cantado una canción de Madonna y ninguno de los jóvenes iba a escandalizarse.

—Me convenciste. Puedes entrar en el coro —anunció feliz de haber encontrado otra corista. Sin embargo, Gyeong-hui le repitió lo de hace un rato.

—No puedo participar. Yo te dije que podía cantar, no que iba a entrar.

Sungmin se frustró, aunque sólo unos segundos. Siempre tenía momentos aí con esa chica. Aunque en ese momento, además de querer fastidiarlo, en realidad sí tenía un problema para participar de alguna manera. La acción de cantar era sólo para ilusionarlo, y a pesar de que no se consideraba tanto vocalista como instrumentalista, no sabía que su pequeña intervención esa tarde, condenó a Cein a una vida de devoción, y a futuro, hacer algo que nunca imaginó que haría por nadie.

Blood, Sweat & TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora