33. La verdad no dicha

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Por alguna razón se sentía diferente. Cein estaba afuera en la entrada de la casa de Gyeong-hui, esperando a que ella saliera. El muchacho estaba nervioso y enojado al mismo tiempo. No podía evitarlo, se sentía obligado a hacer esto, y no sabía porqué, pero algo le decía que no iba a salir bien. Tal vez por esa misma razón le puso tanta atención a varios detalles, aunque nada terminó de convencerlo.

—Ya estoy. Vámonos —anunció Gyeong, colocándose su mochila. Ella ya estaba parada junto a él, y éste no se había dado cuenta, pensando si era buena idea continuar o no. Con eso en mente, tomó a la chica de la mano y la guió hasta una cuadra más adelante para estar más seguros de que no los vieran.

—Gyeong, quiero preguntarte algo... ¿estás totalmente segura de querer hacer esto? Porque si lo hacemos no hay vuelta atrás.

—¿Por qué te preocupa tanto? —preguntó confundida y un poco irritada—. Ya has hecho estas cosas antes.

—Sí, pero... —se quedó callado a media oración, como vacilando entre si decirle o no.

—Tu plan es perfecto, ¿qué pasa? No me digas que te quires echar para atrás.

Sí, eso quería.

—...Tengo miedo.

—¿Tú? —preguntó con cinismo. Sabía que en algún momento pasaría, era normal. Pero, ¿por qué en ese momento?

—Cualquiera puede sentir miedo. Tú no lo sientes porque estás convencida de que yo lo sé todo, y no es así.

—No tengo miedo porque sé porqué lo hacemos, y porque esos desgraciados me lo deben —aclaró molesta y con firmeza. Gyeong lo estaba haciendo por odio, venganza. Era la misma motivación que debía tener él, pero su manera de sobrepensar le hacía darle muchas vueltas al asunto, y con justa razón, pues ya tenía un crimen encima que lo perseguía.

—Pero, por último, si no lo quieres hacer, lo hago sola.

Ella se iba alejando cuando él la tomó del brazo y la haló hacia él.

—Gyeong, no vas a poder. No te pongas orgullosa ahora.

—Sí puedo —repuso—. No es algo que se me ocurrió ahora, yo sé qué tengo que hacer.

Cein se puso a pensar en todas las veces que ella mencionó que debían robar el dinero de la iglesia. ¿Era este el objetivo? Y lo demás acerca del embarazo, ¿qué era, parte de un plan?

—¿Es de Sungmin?

—¿Qué?

—Contéstame...

—¿Eso qué tiene que ver? No lo sé...

—Entonces, ¿por qué tanta insistencia de robar allá?

—¡Porque los odio! —gritó. No dijo más que eso y lo miró fijamente. Fuera por la razón que fuera, robarle a su propia iglesia era algo que necesitaba hacer, lo único que quería era un cómplice. Y por fin lo tenía—. No era broma sobre cobrármela, Cein. Yo necesito hacer esto. Esa gente ha arruinado mi vida. Odio mi vida. Si les puedo quitar esto para hacer algo que tampoco les gustará, lo haré. Y si no quieres, lo entiendo. Lo haré sola.

El miedo de Cein no era sólo porque los pudieran descubrir, ahora se daba cuenta del resentimiento de Gyeong, y supo que nada la detendría. Se sometería a lo peor sólo por desenmascararlos.

—...Vamos —dijo, tomando su mano con fuerza. Quería que estuviera segura de que llegaría con ella hasta donde le fuera posible.

Cuando llegaron a la capilla, se pusieron guantes, cubrieron sus rostros con mascarillas y rodearon el edificio, encontrándose con la ventana que era la más cercana a la oficina del pastor. Entonces el muchacho, con un martillo, rompió el vidrio y entraron con cuidado. Después, con las llaves —que Gyeong le había robado a su papá, pues él tenía un duplicado—, abrieron la puerta al pequeño cuarto en el que se encontraba la caja fuerte.

Cein vio el objeto con un poco de atención y suspiró aliviado al ver que era una caja fuerte barata y no le iba a costar mucho abrirla con el cuchillo. Así lo hizo y al abrir la caja, se apresuraron a guardar el dinero en la mochila que cargaba Gyeong. Rápidamente salieron de allí en la misma forma en la que entraron. Igual que la otra vez, corrieron hasta que se hubieron alejado varias cuadras y luego descansaron. Después caminaron hasta la biblioteca y en el parque cerca, se encontraron al de siempre, Han Junseo.

—Rápido, quítate los guantes —le dijo Cein a su novia que ya estaba abriendo la mochila para guardarlos antes de que Junseo los viera. Era solo por precaución ya que igual tenían las mascarillas puestas, pero el chico de todas formas los reconoció.

—Hyung... ¿no me vas a saludar? —le preguntó cuando la pareja pasó de largo, y Cein al escucharlo, se giró para saludarlo y preguntarle qué hacía allí a la 1 de la madrugada, sentado en una banca de concreto—. Aquí voy a dormir hoy —contestó sonriendo y su amigo concluyó que éste estaba bajo los efectos de alguna droga.

—¿Estás seguro?

—Sí, es que algo pasó en el lugar en donde yo dormía y pues me tocó volver a mi banca... ¿y ustedes qué hacen aquí a estas horas?

—Nada importante.

Jun miró a Gyeong que tenía cara de querer irse y no tener que seguir lidiando con él.

—Kang Gyeong-hui, ¿por qué no dices nada? ¿Cómo te va?

—...Mal.

—¿Mal? A menos de que no hayas comido en tres días y duermas en la calle, no veo cómo puede irte mal.

—Ya, déjala en paz —intervino Cein, aunque sin alzar la voz —No debes comparar problemas.

Jun hizo caso y dejó de hablarle a la chica.

—Son muy unidos. Hasta se visten igual, aunque cualquiera que los viera pensaría que los van a asaltar.

—No digas pendejadas —señaló Cein algo ansioso y abrió la mochila de Gyeong para sacar unos cuantos billetes y dárselos al chico, que miró sorprendido el montón de dinero —Ten, cómprate algo de comida... o drogas, me da igual. Pero después no te quejes de que tienes hambre.

Cein agarró a su novia de la mano y caminaron hasta la casa de ella sin decir nada.

—¿Cómo puedes ser tan bueno y al mismo tiempo grosero con Jun? —le cuestionó la chica antes de entrar a su casa.

—No sé. Me cae mal pero también me da pena verlo así.

Ella le sonrió y le dio la mochila para luego darle un beso en la mejilla y despedirse.

De regreso por el mismo camino ya no vio a Junseo en la banca, sin embargo, notó que había dejado un pequeño bolso, por lo que Cein concluyó que sí había ido a comprar comida y luego regresaría a dormir.

Ya eran las 2 de la mañana y él seguía caminando, aunque a paso lento y después llegó a la parada de autobus. Cuando se subió no habían más que otros dos chicos, uno de ellos con uniforme de estudiante aunque se le notaba en la cara que llegaba de trabajar. Al ver bien el uniforme se dio cuenta de que se trataba de un colegio privado y seguramente el chico pagaba solo sus estudios. El otro en cambio tenía la misma apariencia de Jun, así que era más que obvio para Cein por dónde iba la cosa, aunque notó que además de la apariencia de drogadicto, sus brazos tenían cortes y unas quemaduras de cigarro.

Ambos chicos le dieron lástima por igual, y sabía que ellos sentirían lo mismo de él si supieran lo que pasaba en su vida. Cein por primera vez contempló su existencia en tercera persona, quizá como lo veía Gyeong, y no lo pudo evitar cuando sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos. No dejaba de preguntarse porqué nada en su vida podía ser felicidad plena, porque hasta estar con Gyeong significaba sacrificar mucho. Si el bienestar de su novia era lo único que lo hacía feliz, no era diferente a los dos chicos que iban viajando con él. Los tres dependían de algo, aunque solo uno de ellos terminaría bien, pero Cein no podía saber cuál.

Blood, Sweat & TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora