Cein le había mentido con lo de sus padres para estar a la par con ella. Recién entablaban amistad, tenía que ponerse a su nivel, no se la podía ganar si confesaba las noches en vela que pasaba por pensarla, ni decir que la miraba todo el tiempo en la iglesia, y que si no la había seguido ya hasta su casa, era porque ella iba en el carro de su papá y no había forma de que él les siguiera el rastro.
La vez siguiente que conversaron, pensando que ya tenían más confianza, él tuvo el atrevimiento de preguntarle si también la estaban obligando a hacer el discipulado, a lo que ella poniéndose un poco a la defensiva, contestó que él hacía demasiadas preguntas. Cein sabía que se había arriesgado con esa pregunta, pero le intrigaba saber qué era real y qué no de lo que todos pensaban, y para ser más honesto, quería saber qué tanto tenían en común con respecto a ese tema. No quería responder la pregunta de Cein, pero al verlo nervioso y avergonzado, decidió que al menos no dejaría morir la conversación.
—¿Ya estás estudiando en la universidad? —Geyong quería centrar la conversación en él.
—Sí... —a ella le extrañó un poco la respuesta tan corta y seca, y con la mirada le cuestionó qué más tenía que agregar a su respuesta—. Administración empresarial.
Cein recién había ingresado a estudiar, tenía apenas una semana asistiendo, o al menos eso creían sus padres, pues siendo que él había realizado el proceso por sí solo, no le contó a sus padres qué fue lo que hizo.
—Oh... interesante. ¿Eres bueno con los números? —él sabía que no era la intención de Gyeong, pero se setía algo acosado al responder, y se dio cuenta de inmediato qu de pronto eso es lo que ella sintió al principio.
—Pues... sí. Pero, ¿podemos cambiar de tema? —Gyeong no necesitaba más para darse cuenta a su vez que él se estaba sintiendo incómodo porque no era un tema que le enorgulleciera. Ninguno lo dijo, pero ambos sabían lo que él otro pensaba, ¿cómo la reacción a preguntas tan básicas y obvias a plena vista había sido la misma?
—Sí me obligan a seguir el discipulado —dijo agachando la cabeza para hacer la confrontación menos vergonzosa, aunque si lo dijo, fue para que él se sintiera más cómodo—. En realidad por esa cuestión es que ya no estoy en el grupo de alabanza. Me pusieron el alto hasta que cumpliera con las normas.
Él se sintió algo enternecido por alguna razón, aunque no supo porqué, además quería agradecerle por haberlo hecho sentir entendido sin decir mucho. Sin embargo, por bien de ambos no iba a topar más el tema, y ella tampoco. Sin embargo, su respuesta había dado pie a otra pregunta.
—¿Estás en la alabanza...? ¿Tú tocas ahí con ellos? —preguntó señalando el escenario donde el pastor daba el sermón y la banda tocaba las canciones de los domingos. La chica asintió y él continuó:
—No me tomes a mal, me parece hermoso que sepas de música. ¿Qué instrumento tocas?
A la chica le pareció un cumplido un tanto valiente. Nadie le había dicho antes que le cautivaba que ella tocara un instrumento, aun peor cuando Cein sólo lo estaba imaginando, pues nunca la había visto ni escuchado.
—Aquí en la iglesia, el violín.
No supo porqué, pero el chico sintió que ya sabía eso. De todas formas le parecía ideal que ella entonara un instrumento tan parecido a ella, delicado, hermoso, y a la vez tan complejo, independiente y único que resaltaba entre tantos instrumentos, llevando sola la melodía.
—Tú vas a la biblioteca frente al PC Bang, ¿verdad? —le cuestionó ella de repente, tomándolo tan desprevenido que sólo supo contestar: "¿Ah?"
—Creo que te he visto allí, pero eso fue hace tiempo.
—¿Has ido? ¿En serio? Nunca te he visto ahí —habló un poco apresurado, pero ella nada más le sonrió antes de contestarle.
—Siempre te vi leyendo.
Ahora se sentía un bicho raro. Nunca pensó que el leer lo alejaría de la realidad a tal punto que ignoraría por completo a una chica como ella, y por la misma vergüenza de ruborizarse al pensar que ella lo veía como un chico raro, sentía que era mejor continuar con la conversación mirando al suelo.
—Iba cuando pedía prestados los libros. Está cerca de donde yo vivo —continuó Gyeong y Cein pronto alzó la mirada. Eso sí le interesaba saber.
—¿Dónde vives?
—No se supone que me preguntes eso —contestó en un tono coqueto que él no le conocía. Si sabía que era extrovertida para tratar a la gente, no pensó que también lo fuera para ser tan lanzada en cualquier conversación. Sin embargo, Gyeong al saber que estaba tratando con el chico más tímido que había conocido en su existencia, prefería hacerle la vida más fácil, pues la verdad, notaba que se le estaba dificultando demasiado una simple cercanía, sobre todo si se trataba de el pretendiente más inusual que tenía. La carta lo decía todo.
El centro de todos los lugares a los que iba Cein, era una florería. En esa florería estaba la parada donde solía encontrarse con Junseo. También desde allí al norte quedaba la iglesia —caminando unas cuadras—, de la misma florería en una dirección a lo lejos y doblando esquinas, se encontraba casa de Cein, y en la otra dirección se llegaba a la biblioteca —aunque, para llegar a la biblioteca sí había que caminar más de cuatro cuadras—, pero lo que le interesaba al muchacho era que caminando dos cuadras más luego de llegar a la biblioteca, estaba la casa de Gyeong-hui.
Al día siguiente, el sábado que Cein trabajaba, hizo un esfuerzo sobrehumano para convencerse de que no solo porque Gyeong ya sabía que él solía ir a la biblioteca, no significría que iría. Sn embargo, su ansiedad pudo más que él, mirando a la puerta varias veces esperando que ella entrara. Incluso descuidaba a los clientes, y cuando se daba cuenta, rápidamente se diculpaba.
—Disculpe, ¿cuál es la sección de Literatura clásica? —preguntó una persona frente al mostrador, y Cein hizo su acostumbrada reverencia de disculpa antes de contestar.
—Sí, claro, está... —se quedó a medias al darse cuenta que la persona frente a él era Gyeong-hui. No la había reconocido cuando entró, pues estaba vestida uy distinto de lo que acostumbraba a verla; llevaba puestos unos shorts negros, hoodie blanca que tapaba su cabeza y unos Converse rojos de caña alta.
—¿Qué pasó? —preguntó divertida al ver que él ya se había dado cuenta—. No me dijiste que trabajabas aquí.
—Gyeong... —empezó, ignorando lo que dijo. Estaba sorprendido y feliz de sólo verla allí.
—¿Qué libro de allí me recomiendas?
Su padre solía comprarle los libros que ella quería. El Sr. Kang era —decía él mismo—, fanático de la literatura y le emocionaba que su hija prefiriera leer en lugar de ver Reality shows o telenovelas, pero llegó un momento en el que ella dejó de pedirle que le compre libros, cuando su gusto empezó a ser más satanizado. Si su padre solía revisar la sinopsis de los libros en el internet antes de entregárselo o comprárselo, ahora no le permitía leer ninguno de los que ella elegía por la misma razón. Por eso, desde hace un año había ido a pedirlos prestados a la biblioteca, aunque ya no había ido en unos cuatro meses.
—No sé qué te parezca El retrato de Dorian Gray —contestó el muchacho luego de meditarlo un minuto.
—¿Es bueno? Sólo lo conozco de nombre.
Cein hubiera querido ofrecerse a guiarla a encontrar el libro como tanto había soñado, pero hubiese sido muy obvio, y además no podía dejar su puesto. Sin embargo, cuando ella regresó, se quedó a conversar un rato con él. Quería preguntarle en qué momento iba a la universidad si trabajaba allí en la tarde, pero no sabía qué tan prudente era, recordando lo esquivo que fue el día anterior.
—¿Trabajas aquí todos los días?
—De lunes a viernes.
Eso le dejaba claro algunas cosas, pero no las comentaría en ese momento.
—Y dime, ¿qué se siente trabajar en tu lugar favorito?
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Blood, Sweat & Tears
Teen Fiction"Mi sangre, sudor y lágrimas. También mi mente, cuerpo y alma. Sé bien que son tuyos. Este es un hechizo que me castigará..." Cein es invitado por su amigo Junseo a la reunión de jóvenes en la iglesia donde él asiste. Allí, Min Cein jura devoción en...