17. Todo está hecho de polvo, ¿lo ves?

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Al darse cuenta de que lo que Gyeong decía no era broma, prosiguió con elaborar un plan para llevar a cabo. Claro que ella tenía unas que otras ideas, pero Cein era el que sabía de esas cosas por experiencia, aunque no le había contado a su novia su turbio pasado todavía.

—Pero te voy a pedir una cosa, linda —dijo después de explicarle el plan un atardecer en su habitación—. No te vayas a echar para atrás.

—¿Por qué lo haría? A mí se me ocurrió.

—Créeme, es más fácil decirlo que hacerlo.

Eso la puso a pensar un poco. Era obvio que se lo iba a preguntar, y con una sonrisa prosiguió—. ¿Ya lo has hecho?

—Mm... algo parecido. ¿Recuerdas ese amigo que te dije que está en la cárcel?

—Sí, el ladrón —contestó, y él hizo una mueca. No le gustaba que se refirieran así de Donghee, y sí se lo había comentado—. Perdón...

—No pasa nada... —no le enorgullecía lo que estaba a punto de contar, pero sabía que ella no lo juzgaría, o eso esperaba—. Yo solía acompañarlo en sus robos —confesó, aun con miedo de su reacción.

Gyeong se quedó sin palabras. No le temía, para nada, pero nunca esperó algo así de él. Ella también tenía secretos, pero pensaba que eran creíbles si los contaba—. ¿Cómo fue eso? —le preguntó, quería saber todo.

—...Yo creía que era como hacer de Robin Hood, por eso lo acompañaba cuando parecía que el sujeto se lo merecía. Después dejé de acompañarlo y un día me avisaron que lo habían arrestado en una casa que robaba.

—Dios mío... ¿entonces tú sabes hacer estas cosas?

—Sí, pero no vamos a robar nada.

—Bueno, deberíamos. Si quieres hacer algo como Robin Hood, la charola de las ofrendas sería perfecta —él solo le sonrió y besó su frente, seguido de un: "Puede ser".

Planeaban hacerlo el sábado de noche para que todos se encontraran con la sorpresa el domingo de mañana. Hasta eso, Cein en la biblioteca se dedicaba a "mejorar" el plan. No le daba miedo que no resultara, sino que a Gyeong de pronto le entrara pánico y se quedara estática. Así que quería que el plan fuera lo más sencillo para ella, con los tiempos y considerando todos los percances para que sintiera que estaba segura.

Entonces, el sábado, a eso de las 11 pm, la chica en silencio salió de su casa para que sus padres creyeran que ella dormía y fue hasta la puerta de la cerca, donde la esperaba Cein.

—¿Lista?

—Sí —afirmó emocionada y segura.

—¿Estás nerviosa?

—Sólo de que mis padres se den cuenta de que me escapé de la casa.

Fueron caminando hasta la iglesia, Cein llevaba una mochila con dos latas de pintura negra, estaba vestido de negro —como siempre, en realidad—, con una sudadera y sus acostumbrados Converse. Lo único que cambiaba de su vestimenta habitual era que no se había puesto jeans, sino joggers. Ella iba prácticamente igual que él, y ambos con guantes y mascarilla. El muchacho la miró todo el trayecto, creyendo que se veía misteriosa, y la verdad, algo sexy. Pero ese era su gusto, le encantaba que su novia se viera como alguien con quien no se debía meter.

Cuando estuvieron frente al templo, no perdieron tiempo. Cada uno fue a escribir con el aerosol en cada rincón de la pared de enfrente. Cein sabía que la caligrafía podía ser un problema, así que practicaron en su cuarto en unas hojas que había comprado. La letra de ambos debía ser igual para que no supieran cuántos estuvieron allí. Además, escribían con mucha rapidez y Cein de vez en cuando le echaba un vistazo a Gyeong para asegurarse de que no estuviera nerviosa, y le sorprendió lo cómoda y segura que se veía. Pintaba más rápido que él.

Después pasaron a la parte encima de la puerta. Como era muy alto, ella se tuvo que apoyar sobre los hombros del chico y quedar de pie mientras una mano la ayudaba a mantener el equilibrio apoyándose en la pared, y la otra mano pintaba con letras grandes y con una habilidad increíble. Realizó el mismo proceso para poder bajarse, acabando sentada sobre los hombros de Cein mientras él la bajaba con cuidado. Eso era todo, pero a último minuto se les ocurrió otra cosa; había una estatua de Jesús —que representaba a él cuando se mostró frente a los discípulos después de haber resucitado—, y estaba justo al lado de la puerta, como cuidando el templo.

—¿Lo decoramos? —sugirió Gyeong, haciendo reír a su novio. Entonces, justo en el pecho le dibujaron un cartel y dentro de este escribieron: "Me abandonaste", un mensaje de Jesús hacia su padre celestial.

Orgullosos de su trabajo, sonrieron para sí mismos, guardando todo y escapando de la escena. Corrieron un par de cuadras y se detuvieron cuando se encontraron lo suficientemente lejos de la iglesia. Gyeong, motivada por la adrenalina que recorría su cuerpo, se apresuró a besar a Cein con desespero, y él de la sorpresa solo atinó a tomarla por la cintura, pronto empujándola suavemente hasta el muro más cercano y continuar irrespetando la ley.

—¿Y ahora a dónde? —preguntó Cein después del beso tan sucio—. ¿Te llevo a tu casa? —estaba algo agitado todavía.

—Estamos más cerca de tu casa. Vamos allá.

Él aceptó con una sonrisa y caminaron, acelerando el paso por temor a que alguien los descubriera. Cuando entraron a la casa, todas las luces estaban apagadas y Cein revisó el reloj que traía en la muñeca, dándose cuenta de que eran las 2 de la madrugada. Llegaron en silencio hasta su habitación y allí Gyeong por fin soltó una risa de victoria que al chico le pareció hermoso escuchar. Pocas veces la había visto así de feliz—. No puedo creer que lo hicimos.

—Shh... un poco más bajo —susurró igual de emocionado, prendiendo la luz y dejando su mochila en alguna parte de la habitación.

—Siento que el corazón se me acelera de sólo recordarlo.

Pronto ella se sentó en la cama mientras relataba hipotéticamente lo que pasaría al día siguiente, y Cein hizo lo mismo, sentándose a su lado y repasando verbalmente el plan que había salido a la perfección.

—Oppa, eres increíble. En serio... siempre quise hacer algo así y tenerte de cómplice lo hizo mucho mejor —le agradeció emocionada y aprovechó que lo tenía junto a ella para besarlo de nuevo. Era todavía la adrenalina, ambos lo sentían, y por la cabeza se les cruzó que lo que estaban a punto de hacer convertiría esa noche en la noche perfecta. Ella se había posicionado sobre el regazo del chico sin dejar de besarlo. Él iba recorriendo su cuerpo con sus manos de forma desvergonzada, sintiéndola mover sus caderas sobre las de él lentamente. Pronto se quitó su sudadera e hizo lo mismo con la de ella, viéndola semidesnuda por primera vez. Admirando su abdomen y la forma de su cintura; además, notó un detalle del que ella no le había hablado.

Blood, Sweat & TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora