08. Un día las cosas no se verán igual

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Se les hizo una rutina verse en las tardes. Ella iba los martes, jueves y sábados. Le hubiera encantado ir también los miércoles, pero tenía su lección de discipulado.

Aunque Cein no lo quería pensar, Gyeong-hui iba a coquetearle, pero tan sólo para ver su reacción. Ella iba a la biblioteca y se quedaba a leer, a veces escuchaba lo que él tenía que decir sobre los libros que leía y también le recomendaba algunos.
Gyeong no era la mayor lectora, aunque sí le hubiera gustado, pero apenas si leía menos de cuatro al año, mientras que Cein leía el doble de eso en un mes. Pero le gustaba escucharlo hablar de las lecturas que lo habían conmovido, además de que lo contaba con una emoción tal que hacía que ella quisiera leer todos los libros de los que él hablaba.

—Y yo pensaba que leía bastante —expresó con vergüenza, entre risas, haciendo que él se sintiera orgulloso, aunque almismo tiempo lo dejó pensando si ella creía que era un nerd.

—Pues, tiene su precio. Si te soy sincero, se me hace complicado entender a las personas y saber sus intenciones. No soy muy social.

—Pues, cada quién lo suyo. A mí se me hace más fácil entablar conversación, pero otros introspección que a mí me falta.

—Aun así... hay muchas cosas que me faltó aprender.

A lo mucho lo que hacía Cein era fumar, aunque no se lo dijo a Gyeong. No bebía mucho, pues no era muy tolerante al alcohol, y no había tenido novia desde la secundaria, y peor aún, con ella no llegó a tener más que dos días de noviazgo. Porque de eso se trataba la adolescencia al parecer. Sexo, drogas y alcohol. Si no se habían hecho en su tiempo, se podía decir que eras un bicho raro, muy correcto y aburrido.

—Ese conocimiento que tienes es invaluable. Muchos quisiéramos tenerlo.

Él sonrió y miró hacia abajo como siempre hacía cuando ella lo halagaba. Es más, siempre que Gyeong llegaba al punto de halagarlo, él tomaba eso como una señal para dar el siguiente paso, pero ella no se había percatado.

—De pronto... no sé, ¿tienes hambre? —ella asintió con una dulce sonrisa y esperó a que él terminara su turno para ir al puesto de corndogs al lado del PC Bang.

No había mucho que detallar de esa salida, salvo, quizás que Cein se enteró de que ella era vegetariana, defensora de los animales que ni siquiera vestía nada de piel ni cuero, aunque no sabía que era más para molestar a sus padres y asustar a la iglesia que por activismo. Después de comer, la acompañó hasta su casa y regresó caminando a la suya. Era demasiado para caminar, pero no lo sintió porque se sentía realizado y en calma. Sin embargo, al llegar a su casa le entró pánico por revisar su clóset para contar cuántas prendas y zapatos tenía hechos a base de animales. No fueron tantos, sólo dos chaquetas y un par de zapatos, todos de cuero.

Hubo un par más de episodios obsesivos, y uno de ellos hasta psicótico. El primero era que empezó a imaginar cómo sería a futuro, casándose con ella y teniendo hijos, ya mentalizando los nombres de los pequeños que no nacían todavía, y sintiéndose muy feliz porque el nombre de Gyeong quedaba muy bien con su apellido.

—Min Gyeong-Hui... no tendrá razones para negarse, le queda lindo.

Y lo segundo, que al menos dos veces a la semana caminaba hacia la casa de ella como si fuera casualidad y se quedaba en algún punto ciego a escribir. Sólo quería tener la sensación de que ambos respiraban el mismo aire y oían los mismos sonidos, como si estuvieran juntos. Pero después de un mes se dio cuenta de lo enfermo que era hacer algo así y no volvió a frecuentar esa zona a menos que Gyeong lo dejara acompañarla a su casa.

Le escribió además, un sinnúmero de cartas, pero no pensaba enviárselas. Más bien, eran para estar en paz consigo mismo ya que en muchas de ellas se disculpaba por su conducta o alguna palabra o insinuación que le hubiera molestado. Su psicólogo le había dado la idea cuando el chico lo visitó hace dos años. Sus padres lo habían llevado a fuerza y lo único que le pareció útil fue eso, que le debía escribir cartas a personas con las que sintiera rencor y perdonarlos por escrito, pero sin enviarles las cartas. El chico lo había modificado un poco, pero en esencia era lo mismo.

Sin embargo, aunque sabía que enviarle cartas era apresurado, también estaba consciente de que su plan iba muy lento. Recién para mediados de diciembre, habiendo pasado tres meses de haberse conocido, le pidió su número de teléfono. Aunque había un dilema con ese tema. Cein no acostumbraba a usar el celular más que para contestar llamadas y mensajes, y escribir en el bloc de notas las ideas que tuviera para sus historias, o las conversaciones que ensayaba para tener con Gyeong-hui. Y en el caso de ella, tenía castigado el celular desde hace un mes, y era algo muy común en su vida. Sin embargo, cuando lograba recuperarlo a escondidas, sí contestaba mensajes, pero lo usaba más para escuchar música.

—Tienes más música que yo —concluyó él, porque ella tenía más de 300 álbumes descargados, mientras que Cein sólo tenía como mucho 200 canciones en su celular. Ese era el fuerte de Gyeong, pues lo que le faltaba en literatura, le sobraba en música. Ella sabía tocar la guitarra acústica y eléctrica, bajo, bateria, piano, saxofón, koto, flauta, y algo de haegeum, pero se había iniciado de pequeña con el violín. Ella toda su vida había pensado en dedicar su vida a la música. Quería ser como Shirley Manson, Kim Gordon o PJ Harvey en presencia, y como Elizabeth Fraser, Kate Bush o Björk en voz, aunque no tenía el talento para cantar a ese nivel, y la verdad es que no llamaba la atención como todas ellas aunque tenía un poco de todas. Claro que lo más probable era que termináse dando clases de música que haciendo lo que en realidad quería.

Había participado en concursos de música del colegio, y aunque no ganaba, estaba en la mira de algunos chicos por considerarla rebelde —que para ellos significaba "fácil" o atrevida—, y en la de las chicas por creerla pretenciosa... y también fácil. Así que mientras las mujeres la repudiaban, los hombres la miraban de más.

A pesar de todo su entusiasmo con la música, le tocó aceptar que no sabía escribir canciones, pues según ella eran como poemas cantados, lo cual hizo reír a Cein cuando le contó porque él pensaba igual. Entonces desde hace tiempo ella se dedicaba solo a escribir música instrumental como David Bowie y Brian Eno en los 70s, pues sentía que se expresaba mejor con melodías y se le hacía increíblemente fácil.

—Gato, tú y yo podemos hacer un dúo —ese apodo ella se lo puso al comentarle que sus ojos parecían los de un gato, y sí, Cein tenía apariencia felina, hasta en los labios—. Escribes las canciones y tocas el piano mientras yo canto y toco los demás instrumentos —le contó su idea una vez durante el receso del trabajo en la biblioteca y aunque era sólo en broma, no parecía mala idea.

El muchacho se estaba iniciando en tocar la guitarra pensando en ella y en lo que le había dicho de gustarle los guitarristas de las bandas de Rock, sobretodo Johnny Marr y Kurt Cobain. En una banda, ella lo primero que veía era al guitarrista. Pero Cein además, sabía tocar el piano y lo hacía muy bien y desde hace años. Había compuesto un par de canciones dedicadas a Gyeong, pero le apenaba mostrárselas porque estaba al tanto de que aunque no le dijera que eran para ella, sí iba a notar que fueron escritas pensando en alguien.

Blood, Sweat & TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora