Blood, Sweat & Tears

27. Cómo desaparecer completamente

Como no pudo dormir, se preparó temprano para salir de la casa a las 7 de la mañana. Caminó hasta la parada de autobús y se subió al vehículo en dirección a una ciudad vecina que quedaba al menos a una hora de allí. Ya conocía esa ciudad, pues solía ir para allá cuando era pequeño, cuando visitaba a su abuela. Por alguna razón le gustaba el puente que estaba cerca de la casa de su abuela, y se quedaba largos ratos mirando el agua; así fue hasta un mes antes de cumplir 14, que fue cuando su abuela falleció y Cein contempló por primera vez el suicidio. No lo planeaba hacer, pero sí lo pensó, e imaginó su cuerpo flotando en ese río. De pronto sintió la mano de Donghee sobre su hombro y despertó de ese sueño.

—¿Qué pasa, hermano? No me digas que pensabas saltar —cuestionó el mayor entre broma y seriedad.

—No... sólo me distraje con la corriente. Me hizo recordar un libro.

—Ah, ok. Por un momento creí que te matarías frente a mí.

Donghee había acompañado a Cein al funeral de su abuela sin que éste lo pidiera, pero sí que lo agradecía. Necesitaba a alguien en ese momento; la única persona en la que él encontraba consuelo, era su abuela, y ahora que no la tenía, debía apoyarse en su mejor amigo, que era la segunda persona en quien más confiaba.

Era muy extraño para Cein darse cuenta de que la mujer que había sido de su confianza y consuelo, no hubiese sido del todo indispensable para él, puesto que la abandonó esos dos años en los que su cáncer agravó y terminó por matarla.

—Hyung... —habló, mostrando vergüenza y remordimiento en su voz—. ¿Crees que fue mi culpa...? Ella siempre me dijo que viniera a visitarla cuando estaba enferma, pero yo no la quería ver.

En ese momento hubiera dado cualquier cosa por un abrazo de ella. Irónicamente, la única persona que lo podía hacer sentir mejor, era justo por la que estaba sufriendo. De pronto recordó el último abrazo que recibió de su abuela, cuando la vio hace más de un año. Su enfermedad había causado estragos en su aspecto físico, se notaba cansada, y casi todo el día pasaba recostada en su cama, arropada, con almohadas en su espalda para poder apoyarse cuando se sentaba. Cein la observó mucho tiempo, viéndola tan frágil cuando su enfermera le ayudaba a levantarse y caminar unos pasos. Esa vez la familia de Cein se quedó un par de días a visitarla, y cuando el chico la abrazó al despedirse, sintió el cuerpo frío de la mujer contra él, y sus brazos frágiles rodeándolo; pero al mismo tiempo sintió cómo ella se aferraba, siendo su costumbre abrazar así a su nieto, y a pesar de que ahora no tenía la fuerza, igual lo hacía. Pero había una razón. El chico tuvo la sensación de que ella intentaba transmitir un mensaje; un mensaje de cuánto lo amaba, y de que tenía la corazonada de que ese sería el último abrazo porque él no volvería a aparecerse por allí.

Cein tenía un extraño dilema con la muerte. Odiaba los hospitales, los cementerios, velorios, y a los ancianos que parecían estar en las últimas, como su abuela. También se ponía a pensar mucho cuando veía animales muertos. Sin embargo, podía leer sobre ejecuciones e imaginarlas sin sentir miedo, o más bien, incertidumbre. No creía en la religión ni nada, pero quería saber qué había más allá. Claro que, era una ventaja que no lo supiera y que le aterrara la muerte, sino se hubiese suicidado hace tiempo.

—Hermano, no te voy a mentir. Seguro se sintió mal porque no la visitabas, pero no iba a mejorar si venías. Sé que te sientes culpable, pero te sientes así porque sabes que no te puedes disculpar, y te digo que no es necesario.

—Yo sé, pero...

—¿Pero...? ¿Crees que está en alguna parte? ¿En el cielo, quizá?

—No seas ridículo, yo no creo en eso —se defendió Cein. Lo que menos quería era que Donghee se burlara de él por creer en "cuentos de hadas", como solía decir.