CAPÍTULO 3| Belén

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Miranda solía ir a mi casa todos los días, o al menos la mayoría de ellos, luego de clases y cuando sabía que no estaría Adrián ahí. Ella no lo admitía del todo en serio, pero, como muchos otros, le temía a Adrián. Incluso yo lo hacía, cuando estaba enojado y aunque nunca lo hubiese estado conmigo.

Mi mejor amiga también se quedaba varias veces a dormir. A mis padres les caía bien, más que todo porque ella parecía ser una chispita de fuego cuando se ponía a saltar de un lugar para el otro y me cuidaba en lo que pudiese. No lo hacía de Ralph o de Julia, porque ellos también le patearían el trasero, ya lo había intentado y ese había sido el resultado.

—Diez pistas para saber si le gustas a un chico —leyó ella mientras pasaba las hojas de la revista nueva, acostada en mi cama.

No me podía concentrarse. Iban a ser las nueve de la noche y Adrián no me había llamado. ¿Se había enojado conmigo por haber salido con Francis y Miranda a la biblioteca? ¿Por el beso? Ninguna de las dos cosas tenía sentido.

¿Se había llamado a la manada por algún asunto? El sol había caído temprano, era posible, pero cuando eso sucedía me llamaban para que estuviera pendiente de la llegada de Adrián o de su padre, para que nos ocupásemos de ellos.

—¿Me estás prestando atención? —Se quejó mi amiga, dándome en la cabeza con la revista enrollada.

—Lo siento, estoy preocupada.

—¿Por la llamada de Adrián? Sí, también se me hace extraño que no te haya llamado aun cuando sabe que a tu padre no le gusta que recibas llamadas luego de las ocho.

—Me habló de comprarse un móvil —recordé lo que habíamos hablado hacía un par de días atrás mientras íbamos camino a clases—, y también me dijo que quería comprarme uno a mí.

La quijada de Miranda casi que toca el suelo. Se acercó más a mí, casi pegando nuestras caras.

—¿Un móvil? ¿Hablas como de esos aparatos carísimos que puedes llevar en tu bolsillo? —Reí, asintiendo. Ella pegó un grito emocionado—. ¡Podrían mensajearse a todo momento! ¡Llamarse! Deberías aprovechar que su compañera no ha aparecido para que te lo regale, sería un sueño. ¿Es que les está yendo tan bien con las construcciones?

Asentí de nuevo.

La familia de Adrián siempre había tenido dinero, pero su padre estaba consiguiendo mucho más con las construcciones que estaban realizando. La firma ya estaba registrada, incluso, una empresa que llevaba por nombre el apellido de la familia.

Miranda iba a hablar de nuevo, pero el teléfono en mi mesa de noche sonando la interrumpió. Nos miramos por un segundo, hasta que reaccioné y corrí hacia él. Mi padre de seguro ya había contestado en el teléfono de abajo y no quería que hiciera incomodar a Adrián por la hora en la que había llamado.

Me tiré a mi cama con el teléfono en mano. Hacía unos meses atrás había pedido que me pusieran el teléfono en mi habitación. Había rogado mucho, más que todo a mi padre para que lo hiciera, así que lo tenía en mi mesa de noche gracias a mi regalo de navidad.

—¿Hola? —pregunté, por ser caso de que no fuese Adrián quien llamase.

—¿Belén? Hablas con Marta. —La voz al otro lado de la línea me hizo erguir.

—Señora Lee.

—¿Puedes venir? Adrián llegó hace unos minutos... está herido, no reacciona.

Con lo último dicho me puse manos a la obra.

¿Por qué no me habían llamado para estar pendiente de lo que necesitara? ¿Por qué habían esperado minutos para hacerlo?

Colgué luego de unas pocas palabras más. Mis padres me matarían por salir a esa hora, de hecho, necesitaría que mi padre me diese un aventón. El regaño no podría ser muy grande, después de todo estaba sirviendo a la manada, no lo hacía solo por Adrián.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora