CAPÍTULO 45| Adrián

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Belén abrió la puerta de su casa en cuanto escuchó el auto o sintió mi olor. Siempre resultaba incómodo vernos luego de una discusión, así que me sentía tenso, aunque también me sintiese feliz por verla. Carraspeé y de igual forma fui hacia ella y la abracé por la cintura para alzarla como era costumbre en nosotros. Ella no demoró en tomar mis mejillas y darme un beso rápido e igual de tenso.

—¿Quieres salir a hablar o quieres que lo hagamos en la habitación? —Di un vistazo dentro de la casa. Francisco estaba sentado en el sofá mientras nos daba miradillas no muy bien disimuladas.

—Hablemos en tu habitación —pedí y la bajé por mi cuerpo hasta que tuvo de nuevo sus pies en el suelo.

Saludé con un asentimiento a Francisco a nuestro paso. Belén entró primero que yo, me aseguré de dejar la puerta un poco entreabierta y luego me fui a sentar en su cama donde ella ya estaba con su almohada entre sus piernas.

—¿Y bien? —pregunté cuando tomé asiento.

—Creo que debemos hablar de nuestras inseguridades. —Sus palabras me sorprendieron por lo que solo la miré.

—¿Nuestras inseguridades? —pregunté al cabo de un rato en el que ninguno mencionó palabra. Asintió—. ¿Te sientes insegura?

—Yo no, pero tú sí —respondió dejándome aun más sorprendido.

—¿Yo? —Ella suspiró y dejó de lado la almohada para sentarse en mis piernas

Esa posición me gustaba mucho, pero me gustaba más cuando no tenía nada de ropa encima y yo tampoco. Me gustaba ver sus senos y su cintura. Belén tenía una muy bonita cintura por el tamaño de su cadera, que también me gustaba ver.

—Sí, tú. No me puedes negar que te sientes inseguro sobre mi relación con Francisco y también con las palabras de mi padre. Y todo eso lleva a una sola cosa: nuestra relación. Mira, Adrián, yo no me siento insegura por que tengas que pasar gran parte del día con Sarah y esperaría lo mismo de ti con algo que siempre ha sido solo una amistad... sé que hago mal al no defenderte de mi padre, defendernos o defender la relación, ya me di cuenta de eso y te juro que sí él vuelve a decir algo lo frenaré, pero eso no quiere decir que le estuviese dando la razón.

Hice una mueca que de inmediato notó. Pasó sus manos por mi pecho en un intento por distraerme... o concentrarme en lo importante: ella.

—¿Qué debo hacer para demostrarte que de verdad no estoy interesada en nadie más? ¿Debe hablar Francis contigo para que entiendas que él no está interesado en mí tampoco? —Negué y recorrí su espalda con mis manos hasta que la uve asegurada y, sin que se lo esperara, la giré para ponerla sobre la cama conmigo encima. Sus piernas nunca dejaron de rodearme.

Besé su cuello y bajé por sus clavículas.

—Adrián, no hemos terminado de hablar.

—Me dijiste que te dijese una forma para demostrarme que no estás interesada en nadie más y yo quiero que a él le quede claro que eres mía. La puerta está a medio cerrar, podrá escucharnos porque no estamos en privacidad para que...

—El hechizo de Nahsary funcione, lo sé, pero no lo haré, ¿estás loco? Qué vergüenza.

Alcé su camisa para besar su abdomen. Se removió, su espalda separándose del colchón para seguir buscando mi tacto.

—Tu cuerpo no es que esté de acuerdo contigo —murmuré sobre su piel. Soltó su respiración por la boca en un sonido muy parecido a un gemido.

—Adrián, esto no es sano.

—Pero le demostraría a él con quién estás en todos los sentidos, cuerpo, alma y espíritu.

Negó, pero también gimió y cerró mis ojos cuando mordí uno de sus senos sobre el sostén. No me importó mucho su queja, solo busqué su boca y en el momento en el que metió sus manos dentro de mi camisa supe que había ganado. Sonreí y apoyé mi rodilla en medio de las suyas. No desaprovechó el tiempo para frotarse contra ella y soltar quejidos por lo bajo, pero necesitaba que aumentaran de volumen, por lo que bajé la copa de su brasier y metí su cima a mi boca. Cuando mordí con suavidad obtuve lo que necesitaba de ella: un gemido que de seguro escuchó Francisco en la sala.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora