CAPÍTULO 25| Adrián

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Belén apretaba con fuerza mi mano mientras nos desplazábamos por la grande casa de Chelem. Teníamos la entrevista con esa familia en contados minutos y mi compañera no podía estar más nerviosa. Casi que podía jurar que estaba sudando y a punto de desmayarse.

Belén había tratado pocas veces con el alto mandatario de la manada. La primera vez que lo vio en persona fue cuando solicitamos que fuera la encargada de mi salud junto a su madre. Ese día había tenido una sonrisa en su boca que poco a poco se fue eliminando ante los comentarios del alfa hacia ella, comentarios despectivos que al final no funcionaron de nada porque Belén le demostró con creces que sabía de lo que hablaba y que su trabajo lo realizaba con excelencia. Por tal motivo él la llamó un par de veces para que se ocupara de algunas heridas, más precisamente cuando comenzó a aprender de Nahsary, pero él siempre tenía una actitud condescendiente hacia ella por su rango. Tanto para él como para Chelem, si alguien no servía para la pelea no servía en la manada, pero yo sostenía mi opinión de que aquellos que ayudaban en lo mínimo —y no tan mínimo como Belén con la salud—, también eran indispensables para que la manada funcionara.

Belén tenía un temor que podía leer en sus ojos, aunque no lo dijera en voz alta. Mi rango me importaba, siempre había pertenecido a la familia Beta y con ella a mi lado era muy probable que me quitaran mi cargo. Ella no sabía pelear, así que si nos retaban yo tendría que protegerla de la otra pareja que quisiera quedarse con nuestro puesto y muy posiblemente nosotros perdiéramos. Claro que eso pasaría cuando mis padres abandonaran su cargo... algo que pensaba que estaba pronto a suceder porque a mi padre ya le estaba interesando más la empresa que la manada, con la vida humana les estaba yendo mejor que con la manada.

Cada pensaba más en serio en tomar la constructora y el puesto de vicepresidente que me ofrecía mi padre. No quería que, llegado el momento, me sintiera mal porque me hayan alejado de mi puesto luego de haber dado toda mi vida a la manada. Sin embargo, eso sería algo que tenía que conversar con Belén.

Besé su mano antes de tocar la puerta de la oficina. Intenté tranquilizarla dándole una sonrisa.

—Tranquila, mi vida.

—Ellos me dan miedo, Adrián —confesó, moviendo sus pies de un lado a otro.

—No te pueden hacer nada ahora mismo. Tranquila, no pueden meterse entre nosotros.

—Hubiéramos venido más temprano —se quejó al ver la oscuridad que comenzaba a adueñarse de la casa. Sonreí, pícaro y abrazándola por la cintura.

—De haber venido más temprano no hubiéramos tenido nuestro momento solos. Y yo lo disfruté mucho, ¿tú no? —Sonrió, sus mejillas tomando un bonito arrebol.

Echó sus brazos a mi cuello. La levanté como de costumbre para que su rostro quedara a mi altura.

—Si esto termina siendo un desastre ¿crees que podríamos pasar la noche juntos? —pidió con sus ojos brillantes y manipuladores.

Suspiré, corriendo el cabello de su frente, pero no pude darle respuesta porque la puerta se abrió. De inmediato Belén buscó bajarse. La solté, carraspeando cuando notamos el rostro de Chelem, burlón.

—¿Pensaban tocar en algún momento de la noche? Entren, mis padres ya los esperan y Loren también.

Belén se sostuvo de mí con fuerza. Había cuatro personas más, incluyendo a Chelem. No había un hechicero presente, por lo que asumí que habría algún guardián siendo testigo de la reunión.

El fuego chispeaba en la chimenea y había tazas dispuestas en la mesa central rodeada de las seis sillas. Tragué, sintiendo que Belén me pegaba su nerviosismo.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora