CAPÍTULO 59| Adrián

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Belén se sentó frente a mí con su vaso lleno de un batido multivitamínico que no estaba en la fórmula del médico, pero en la farmacia le dijeron que le serviría para complementar la dieta. Olía muy rico y sabía aun mejor, por lo que ella estaba feliz tomándolo. A mí solo me pasó un jugo de naranja.

Le agradecí y ella volvió a su desayuno interrumpido solo para hacer el batido y el jugo.

—Entonces, ¿cuándo les diremos? —pregunté retomando el tema que veníamos tocando: la fecha en la que se lo diríamos a nuestros padres.

—Si fuese un embarazo de solo un bebé, te pediría esperar hasta el tercer mes, pero pronto se comenzará a notar y no podremos ocultarlo de todos. Mi olor ya debe estar cambiando, aunque ocultemos el vientre no podemos camuflar mi olor. Entonces, esperemos a que sea la primera ecografía y les decimos, planeamos una cena y soltamos la noticia.

Asentí. Haría las cosas como ella me dijese y quisiera, no la iba a presionar para nada. Por esa misma razón acepté cuando, un día después de la cita médica, me dijo que dejaría el estudio por el tiempo que creyese necesario. Lo pensó porque no se concentraba en clases por el cansancio y porque presentía que los síntomas y malestares crecerían a cada semana y no quería sufrir en silencio en medio de una clase.

Me entristeció un poquito que tomara esa decisión, sin embargo, como dije, entendía que la tomara por su bienestar. El estudio también le traería mucho estrés y ambos queríamos que pasara ese tiempo en la mayor calma posible.

—Hoy debes ir a entrenar —mencionó después de unos minutos solo comiendo. Asentí mirando mi reloj, notando que tenía el tiempo justo para una cita que tenía programada.

Por fin vendería mi auto para comprar una más cómodo para Belén y mi próxima familia. El fin de semana teníamos planeado salir para ver casas que de pronto le pudiesen gustar a Belén mientras conseguíamos para tener un lugar propio. Ya teníamos las cuentas claras y sí, quizá no podíamos gastar todo lo que quisiéramos porque se nos vendrían otros gastos, pero al menos podíamos ahorrar un poco para ir guardando para una casa propia o un terreno donde construirla.

—Sí, pero no demoraré mucho. Volveré tipo siete de la tarde, ¿bien? Miranda pasará la tarde contigo, ¿no es así?

Ella afirmó con su cabeza. Me levanté y besé su cabeza como despedida antes de llevar los platos a la cocina y tomar mis cosas de la universidad y mis llaves. Me esperaba un día largo.

No sabía qué haría Belén en todo el día, estaba relajado porque Miranda iría a la tarde con ella y no la dejaría sola, pero el resto del día... no lo sabía.

Lo primero que debía hacer era ir a lo del auto, así que me apuré y toda la diligencia se hizo en un santiamén. Obtuve un Mercedes muy bonito, aunque no con las especificaciones que me gustaba para los autos, sin embargo, me serviría. Era cómodo y un auto familiar, así que no tendría problemas. Debía mostrárselo a Belén, a ver si le gustaba a ella, pero creía que sí.

Luego de eso me fui a la universidad. Tenía clase hasta las cinco de la tarde y debía ir a mi entrenamiento luego de eso. Estaba algo renuente a ir porque me tocaba entrenar con Chelem, a quien seguía evitando porque su actitud ya me molestaba muchísimo. No quería ni imaginar lo que pasaría cuando se enterase de que Belén estaba en embarazo y con una posibilidad muy grande de dar a luz en luna azul.

Me recorrió un escalofrío al pensar de nuevo en eso antes de que lo mandara al fondo de mi mente.

Todo saldría bien con su embarazo y su parto, Belén se quedaría conmigo hasta que estuviésemos viejos y con nuestros principales sueños cumplidos. Y con nuestros hijos, eso sí.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora