CAPÍTULO 38| Belén

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No me sentía como yo misma.

Tenía la angustia apretándome el pecho como una mano invisible. Mi mente solo le daba vueltas a algo, a pesar de que dentro de mí sabía que no tenía sentido, porque había hablado con él había minutos, pero solo podía pensar que Adrián estaba herido.

—Bel, acabé de hablar con él, está bien —intentaba calmarme Miranda, pero el nudo en mi garganta y el presentimiento en mi pecho era muy fuerte y solo pude negar.

—Siento que está herido y no me lo dice, pero yo necesito saberlo —susurré mirándola con fijeza, para que pudiera entender lo que le estaba diciendo.

—Belén, él está bien —dijo seria, tomándome de las manos—. Está bien, está cumpliendo con mantenerse lo más alejado de la manada para que puedas recuperarte... Bel, peleé por ti y te defendí, por favor no hagas que piense lo mismo que todos y crea que estas actuando tan irracional por tu vínculo.

Cerré los ojos e intenté calmarme al tomar una respiración profunda. Miranda era, quizá, la única persona que no veía como una loca.

—Mindy, Chelem no lo dejará salirse, siempre lo mandará a pelear y él ama hacerlo, ¿cómo podría...? —Mis palabras murieron en mi garganta cuando comencé a sentir un olor que me encantaba y conocía muy bien: el de las especias.

Luego de eso escuché un auto estacionarse frente a mi casa. Miré a Miranda con los ojos abiertos al tope, casi sin creer que Adrián estuviese allí.

—Me dijo que vendría para asegurarse de que mañana estés bien. Hoy debes descansar, preparar tu cabello porque no te gusta hacerte ondas con calor, así que, por favor, organízate. Adrián aceptó venir para que veas que está bien. Mañana es nuestro gran día, no puedes perdértelo.

Asentí y me levanté de la cama en cuanto tocaron la puerta. Adrián no esperó a ser invitado, solo abrió y mi corazón se embaló al verlo con el cabello sin gel y con mirada preocupada.

Dejé a Miranda atrás para enfocarme en el que volvía a ser mi novio. Él abrió sus brazos en una invitación que ignoré cuando comencé a palpar su cuerpo y a revisarlo en busca de heridas.

Suspiró y bajó los brazos, dejando que tuviera mi momento neurótico.

Al ver que sí estaba bien y sin heridas, me abracé a él. Con otro suspiro me tomó por los muslos, agachándose antes, por supuesto, y me instó a enredar mis piernas a su alrededor. Escondí rostro en su cuello y dejé que me llevara a la cama.

—¿Por qué no te quieres organizar?

—Porque pensaba que estabas lastimado —contesté con la verdad—. Quería ir a verte.

—Ya me viste. Por favor, Bel, no te pierdas tu graduación. —Sacó mi cabeza de su cómoda cueva. Alejó el cabello de mis mejillas y frente antes de acunar mi cara entre sus manos grandes y ásperas.

—¿Estarás allí? —Asintió.

—Te lo prometí y lo voy a cumplir.

—¿Y si Chelem te llama?

—Dejaré el teléfono y el mensáfono en casa —contestó y sonreí todo lo que mi ánimo me daba.

Escuché un carraspeo a nuestro lado. Me sentí mal por haber olvidado a Miranda por concentrarme en Adrián.

—Te organizaré el cabello y me iré. Creo que... tienen mucho de qué hablar esta noche, así que volveré mañana temprano.

Negué.

—Puedo peinarme sola —dije sin intención de bajarme de las piernas de Adrián. No me sentí mal en el momento por dejarla ir—. Le diré a mamá que te lleve a casa.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora