CAPÍTULO 21| Belén

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Miranda no podía dejar de carcajearse al ver mi rostro descompuesto al recibir la llamada de Adrián. Íbamos caminando con lentitud hacia la casa del que decía ser mi compañero luego de su llamada diaria diciendo que se encontraba mal.

Tal como había dicho, me había estado llamando por cinco días, siempre diciendo que se sentía mal. No lo ignoraba porque de verdad podía ponerse mal, así como había sucedido el día siguiente a su herida, cuando la plata le había hecho una mala jugada y volvió a subirle fiebre. Así que ahí estaba: caminando hacia su casa sin mis medicinas porque ya mejor las dejaba donde él.

—No es divertido, Mindy.

—Claro que sí e incluso es tierno. Tú le prohibiste salir de casa hasta que la herida no estuviera por completo cerrada, así que debes admitir que es lindo que encuentre una forma de verte. Estamos en vacaciones, no es que estés haciendo mucho estos días sin él.

Resoplé, pero estaba en lo cierto. En realidad, sentía que me estaba haciendo la difícil, porque me derretía cada que Adrián salía a mi encuentro y me rodeaba con sus brazos. No me besaba, se lo había prohibido y cumplía con su castigo a cabalidad. Volvíamos a ser amigos.

Suspiré al recordar sus besos y la forma en la que me acariciaba. ¿Y si volvía con él? Adrián era inteligente para lo que era estrategia y todo lo relacionado con matemáticas y diseño, pero en los sentimientos... De verdad creía que había estado con Sarah por mí, aunque fuese una excusa un tanto tonta y sí, me dolía lo que había hecho, pero estaba segura de que no volvería a hacerlo. A un licántropo se le hacía muy difícil engañar a su pareja, solo eran pocos los casos en los que sucedía y eran casos complicados, en donde los compañeros tenían una historia más enredada y casi no existía amor. Pero sabía que Adrián me amaba y estaba por creer que de verdad sentía el cambio de mi olor porque sus ojos se encendían más cada que me veía. Su felicidad y emoción eran claras en su actuar e incluso su toque y actos se habían vuelto más suaves conmigo. Me cuidaba incluso más de lo que hacía antes.

—Hoy no me molesta tanto que me llame, porque igual tenía que ver cómo sigue su herida —dije, sin responder a su comentario. Ella me acompañaba porque cuando sonó el teléfono estaba con ella, a punto de salir por unas malteadas o un café a la ciudad. Sí, a la ciudad, solo nosotras fuera de la Protección. No quería que Adrián interrumpiera la libertad que me estaban dando mis padres, suponía que por estar a punto de cumplir mis dieciocho. Solo seis meses más e iría a la universidad. Sabía que mi padre estaba preocupado por mis estudios, porque, aunque tenía ahorrado algo para ello, mi carrera salía costosa. Yo era su niña de papi, por lo que seguro haría hasta lo imposible para hacerme feliz, pero yo no quería que se preocupase tanto, así que estaba pensando en formas de conseguir dinero. Quizá trabajar en una cafetería o restaurante, pero debía ver mis tiempos para poder leer mis textos.

—¿Qué piensan hacer cuando sientas su olor y se haga todo real? —fruncí el ceño ante sus palabras.

—¿Hacer de qué? Nada, supongo, seguir en la relación y hacer nuestra vida juntos luego de graduarnos.

Miranda puso los ojos en blanco y dio un golpecito en mi frente.

—¿Te olvidas de quién es tu pareja? ¡Ustedes pasarían a conformar la familia beta, Belén! Tienen que oficializar su vínculo ante la manada, tontita. Una cosa es un licántropo que solo sirve a su manada, otra muy diferente las familias principales, o sea, la de Adrián y la de Chelem. ¿Acaso olvidas la fiesta que se celebró cuando Loren y Chelem dijeron que eran pareja?

No lo olvidaba. Había llegado una carta a todas las casas de la manada invitándonos al claro fuera del edificio de entrenamientos. Había sido la primera vez que estuve ahí y Adrián me había robado por unos minutos para mostrarme las instalaciones que no se me permitían ver. Ahí fue cuando tomé mayor consciencia de la gravedad de los entrenamientos de ellos. Sabía que eran fuertes por todas las veces que Adrián iba a mi casa luego de ellos con heridas que debía sanarle. Las armas en las salas incluso relucían en la oscuridad, lo cual era extraño y suponía que se debía a la magia. Nunca me había puesto a pensar en ello, pero tenía sentido que un arma licántropa necesitase distinguirse en la oscuridad.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora