CAPÍTULO 40| Belén

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A pesar de que le dije a Miranda que no pasaba nada con el tema de los sonidos, aun así, me tapé la boca con el dorso de la mano cuando Adrián creó un camino desde mis labios hasta mis clavículas, bajando mi blusa solo un poco.

—No te tapes, nadie te escuchará... y si alguien te escucha, que lo disfrute, porque tus gemidos son muy excitantes.

Solté un quejido, tanto por que sus palabras lograron crear una corriente que aterrizó en mi entrepierna, como por lo que insinuó.

—No quiero que nadie se excite con mis gemidos además de ti. ―Mordí mis labios cuando lo sentí llegar a mi estómago.

¿Me miraría? ¿Había dejado atrás su negativa a verme desnuda, a besarme y acariciarme como solía?

Hizo un sonido con su garganta que hizo vibrar sus labios sobre mi piel.

—Es cierto, la verdad es que yo tampoco quiero que alguien más te escuche, pero no tenemos que preocuparnos por eso, porque confío en Nahsary y en su trabajo con la magia.

Subió sus ojos a los míos, que ya lo tenían enfocado para no perderme ni un solo de sus movimientos. Sonreí emocionada al ver que por primera vez en semanas volvía a fijarse en mí.

—¿Hoy sí me mirarás mientras me haces el amor? —pregunté y de inmediato me mordí el labio cuando él me miró confundido.

Debí quedarme callada, seguir como estábamos, pero, si era sincera conmigo misma, me habría decepcionado muchísimo si él volvía a cerrar los ojos o apagaba la luz cuando estuviera a puto de penetrarme.

—Bel, yo no...

—No me digas que no lo haces, porque me he tenido que aguantar todas estas veces a un rechazo que no sé a qué se debe. —Sus ojos se empañaron con la verdad. Lo hacía apropósito, entonces. Suspiré y me bajé la blusa lo poco que él la había subido—. ¿Al menos podrías decirme por qué lo haces?

Se pasó la lengua por los labios. Un ceño se posicionó en su frente sin vistazos de que se fuese a ir pronto, pero no era un ceño enojado, sino más bien de vergüenza a juzgar por sus cejas bajas y rectas.

Se quedó en silencio por un buen rato, hasta que volvió a abrir la boca y dijo lo que menos esperaba.

—Es que cada que te veo desnuda, lo único que se me viene a la mente son las heridas del hospital y no... no puedo tocarte así.

Me removí debajo de él, esperando a que se quitara de encima. Lo único que logré fue que me encerrara con sus brazos y sus ojos llegaran a la misma posición que los míos.

—Eso pasó hace meses, Adrián... ¿por eso no me querías tocar antes? ¿Lo estás haciendo ahora por obligación?

Se quedó en silencio, procesando su respuesta, pero ese gesto me dio la suficiente información para que lograra sentirme mal.

—No es como tú lo estás pensando. No hago el amor contigo por obligación, Bel, pero si te veo, yo solo...

—¿Qué? ¿Si me ves qué? ¿No se te para? —resopló, pero sus mejillas se llenaron de color y yo estaba lo suficiente molesta como para tener un poco de recato—. ¿Entonces apagas la luz o cierras los ojos para imaginarte otra cosa y poder funcionar en la cama? —Negó mis acusaciones con su cabeza y cerrando los ojos—. ¿Entonces en quién piensas? —Me quedé un momento en silencio, con miedo a hacer la siguiente pregunta—. ¿En Sarah?

Sus ojos se abrieron y me miraron con furia contenida.

—¿Por qué mierda pensaría en Sarah al estar contigo? ¿Acaso se te olvidó que cuando estuve con ella no podía dejar de pensar en ti?

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora