CAPÍTULO 57| Belén

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El sonido de los muebles que apenas llegaban me despertó. Tenía dolor de cabeza y le había pedido a Adrián la noche anterior justo lo que no estaba haciendo: silencio para dormir.

Me quité las mantas de encima con rabia contenida. Entendía que estaban llegando los sofás y las demás cosas que él había comprado para el apartamento y que en esas se podía hacer ruido, ¿pero tanto?

Arrastré mis pies por el suelo hasta que lo tuve en la mira, dando indicaciones a los chicos que llevaban las cosas y las acomodaban a gusto de mi marido.

Él me sonrió cuando me vio, pero yo solo quite tomar su cabello y halarlo.

—¿Pueden hacer un poco de silencio? Estaba intentando dormir. —Él frunció el ceño.

—Intento que hagan el menor ruido, no pensé que te fuera a molestar este.

—Pues sí lo hace.

Él se quedó mirándome luego de darle otra instrucción a un chico.

—¿Despertaste de mal genio? —preguntó a la vez que enredaba su brazo en mi cuello para llevarme hacia él.

—¿Y quién no? Tengo mucho sueño y te pedí silencio para poder dormir.

—¿Te estás volviendo a enfermar? —Se separó de mí solo un poco para volver a analizarme—. No es normal en ti dormir tanto, ayer lo único que hiciste fue eso.

Era cierto. Él había propuesto ver una película fuera, en cine, pero yo me sentía también muy cansada como para salir, así que me quedé durmiendo mientras él aceptó una salida con sus compañeros de universidad.

Permití que me abrazara con fuerza, escondiendo mi rostro en su cuerpo y rodeándolo también.

—Debe ser el estrés de comenzar un nuevo semestre o las anticonceptivas.

—Comenzaste el semestre hace un mes y a las pastillas deberías estar ya acostumbrada, ¿no?

—No, todos los meses es diferente. ¿Ya casi acaban? —Cambié de tema aun molesta e irritada.

Me molestó también que dijera que debía estar acostumbrada a la píldora y los cambios que ella me generaba, porque sí, no siempre era igual. Creía que se debía a ellas porque ya estaba llegando al final de un cartón y los síntomas al sangrado aumentaban, pero era cierto que nunca me había dado tanto sueño. Es que ni siquiera estaba cansada, solo somnolienta.

—Sí, falta poco para terminar. Te avisaré cuando terminemos. —Asentí y me separé.

—Iré a bañarme mientras tanto.

Respiré profundo cuando sentí un azote en mi trasero. No me molestaba que Adrián lo hiciera de vez en cuando, incluso a veces me gustaba, cuando estábamos solos o había posibilidad de encerrarnos en alguna parte, pero ese día estaba sensible.

Me metí a la ducha sintiendo el dolor de cabeza que no se había ido. Demoré un poquito ahí, solo sintiendo el agua caer por mi cuerpo. A Adrián no le gustaba mucho ducharse conmigo por la temperatura que usaba, le molestaba el calor porque él era de duchas de agua fría o tibia casi fría. Yo era lo contrario.

Al salir y mientras me secaba y vestía, evité mirarme en el espejo. Hacía un par de días notaba mi cuerpo algo más lleno. Yo era algo vanidosa, no en exceso, pero ver a mi vientre siempre plano no estarlo me sentaba mal. Quería proponerle a Adrián que entrenara conmigo o hiciéramos ejercicio en pareja para bajar lo que estaba subiendo, pero esperaría a decírselo porque no sabía si se debía a la hinchazón de la menstruación.

Me vestí con un pantalón de algodón y una blusa del mismo material para estar cómoda. Al menos estando vestida no pensaba en mi cuerpo. Adrián no lo había notado, pero no demoraría en hacerlo si seguía engordando.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora