CAPÍTULO 13| Adrián

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—Quieres quitarle el lugar a tu mejor amigo, ¿no es así? —negué ante la voz susurrante en el aire.

—No lo quiero, la manada lo necesita a él.

—Y Belén a ti, ¿verdad? Una pareja que tendrá en sus manos más poder que cualquier otra. De eso eres importante, ya me lo confirmaron. Tú no liderarás una manada, pero ella tendrá tu apellido, todo lo que siempre has querido y en un futuro el territorio que siempre ha pertenecido a los McCall pasará a ser Lee.

Por fin pude ver a la persona que hablaba. La hechicera de más temprano se hizo presente frente a mí.

Desperté envuelto en sudor. Suspiré y respiré profundo al abrir los ojos, llevando mi cabello húmedo hacia atrás. Me había despertado el sonido de la puerta de mi habitación. No contesté por un segundo, intentando alejar la imagen de la hechicera de mi mente. ¿Tanto me había trastornado ella como para tener pesadillas sin sentido?

Mi madre abrió la puerta, llevando consigo un pastel pequeño. Me sorprendí al ver entrar también a Belén, llevando una bandeja con un desayuno en ella.

Sonreí, sentándome en la cama mientras comenzaban a cantar. Mi madre dejó el pastel también en la bandeja que llevaba Belén y sacó una cámara instantánea para tomarnos una foto a Belén y a mí. Espero a nuestro beso para tomarla y gritarme «Feliz cumpleaños». Reí, apagando la vela del pastel y viendo el desayuno. Mi madre se acercó agitando la fotografía para revelarla, yo, por mi lado, abracé a Belén por la cintura con un solo brazo, sentándola a medias en la cama a mi lado.

—Belén llegó temprano a prepararte todo, deberías agradecerle.

Sonreí hacia Belén, recibiendo otro beso en respuesta. Tuvo que haberse levantado muy temprano para preparar los wafles, tortilla con jamón, picar las frutas junto con el queso, hacer el zumo e ir por el pan que también había como acompañante.

Había probado pocas veces la comida de Belén, pero sabía deliciosa. Ella debía tener un don en sus manos porque hacía su trabajo demasiado bien.

Mi padre en ese momento entró también a la habitación, llevando contigo una caja envuelta en regalo. Había olvidado mencionar que junto al desayuno también había una cajita, suponía que el regalo de Belén.

—Feliz cumpleaños, hijo. Ya eres todo un hombre. —Reí, porque no lo sentía tan así. Le di una mirada a mi novia, porque bueno...

Carraspeé, aceptando el regalo que me tendía.

—Come primero —me regañó Belén, poniendo sus manos sobre las mías para que no destapara el regalo de papá—. Se va a enfriar.

Le hice caso. No la haría sentir mal, además de que moría de hambre.

Estaba muy bueno. Belén se rio cuando asentí al probar la comida que se fue muy pronto para mi gusto.

—¿Te gustó? —preguntó esperanzada cuando terminaba mi último bocado. Asentí con brío.

—Lo siento, no te pregunté si ya habías desayunado tú.

—Sí, tus padres me invitaron a desayunar con ellos antes de subir, no te preocupes. Ahora sí, los regalos. —Dejó la bandeja en el suelo, tomando solo las cajas de regalos. Se sentó frente a mí con ambas cosas entre nosotros—. ¿Cuál quieres primero? Te recomendaría comenzar por el mío. Presiento que es más sencillo que el de tus padres.

Reí, tomando, entonces, su regalo.

—Como quiera la señorita.

Destapé la cajita, encontrando un reloj elegante metálico y con correa de cuero.

Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora