Sarah siempre mostró disposición para entrenar y mejorar, por eso no me sorprendió cuando, por poco, logra darme una patada en la cara.
Reí en vez de enojarme. El cabello se le pegaba al rostro por el sudor y su respiración salía en jadeos. Incluso yo me sentía agitado, aun cuando era el «maestro».
—Lo siento, por poco te doy —dijo mientras iba por su botella de agua. Estábamos solos en esa sala de entrenamiento, con los elementos detrás de nosotros. Nos decidimos por entrenar sin ellos, solo nuestro cuerpo contra el otro, porque no siempre teníamos un arma para usar.
—No te disculpes, eso solo me demuestra que has mejorado mucho.
No dejé de mirarla en ningún momento.
Sarah era linda, no podía negarlo, pero si me quedaba más tiempo del necesario con mi vista en ella me preguntaba cómo pude meterme con ella cuando era tan contraria a Belén. No sabía si su atractivo disminuyó por culpa del enlace o si es que yo estaba tan enamorado de mi novia que de verdad ya no me interesaba ninguna otra de ninguna forma.
La sentí antes de que escucharla. Sonreí y me giré en el momento en el que Belén entraba a la sala con su mochila al hombro. Miró a Sarah y luego a mí, pero sus hombros se relajaron de forma notable al ver la lejanía entre ambos.
—Hola —saludé mientras caminaba hacia ella—. ¿Qué haces aquí? Pensaba que no te gustaba venir.
La tomé por la cintura y esta vez me agaché para besarla en vez de cargarla como solía hacer. Ella me respondió, aunque el beso fue corto y rápido.
—No es que no me guste, es que no podía pasar. Al parecer, aunque sea de bajo rango, ya lo tengo permitido por ser tu compañera. Solo pasaba a decir hola —susurró para mí—. Y también te traje la cena, supe que no pudiste ir a almorzar luego de clases y debes tener hambre.
Era cierto, solo había podido comer un pastel en la cafetería de la universidad antes de salir a terminar un proyecto con unos compañeros antes de tener que ir a entrenar.
—Estás en lo cierto… ¿hoy no era cuando ibas a salir? —Ella asintió.
No me hacía mucha gracia que se fuese de fiesta con sus amigas, no porque saliera con ellas, sino porque uno de los integrantes del grupo sería el tal Oliver. Sabía que Belén le era indiferente, pero si me sentía inseguro con él, no lo conocía y podía hacerle cualquier cosa a mi mujer.
—Sí, pero creo que me devolveré temprano, no es que sea mucho de fiestas.
Sonreí.
—¿Es que no habrá vino que piensas devolverte temprano? —Correspondió a mi chiste con una risa.
—Iré a una disco, no a un restaurante o un lugar donde sea frecuente tomar vino… ¿Estás seguro de que no quieres acompañarme? —Asentí.
No es que no quisiera ir con ella, no me perdería una oportunidad para bailar pegado a su cuerpo, pero aun tenía cosas por hacer para una presentación que tenía del proyecto y de su avance antes de la entrega final que sería en un par de meses.
—Seguro, pero cuídate mucho, ¿sí? Si te sientes mal o sucede algo toma un taxi a casa de inmediato, no me importa si vas con tus amigas en el auto de ellas.
No perdió su sonrisa en ningún momento. Asintió y se puso en puntillas para buscar mis labios. Tuve que ayudarle, por supuesto.
—Te amo, nos vemos mañana.
—Si llegas con mucha resaca me avisas, no quisiera pasar mi cumpleaños con mi mujer de malhumor por el dolor de cabeza.
Me hizo un gesto con su mano, restándole importancia a mis palabras. Llevó sus ojos detrás de mí, su sonrisa tensándose.
—Adiós, Sarah. Buen entrenamiento.
Escuché que nuestra acompañante se despedía también. Carraspeé y le regalé una última sonrisa a mi chica antes de verla desaparecer por uno de los pasillos.
Suspiré y me giré hacia Sarah. Le mostré el túper para hacer énfasis en lo que diría.
—¿Te molesta? —Ella negó.
Me senté, entonces, en una esquina del salón, en el suelo. Belén preparó carne en guiso con algo de ensalada, pero la carne era lo que predominaba.
Comencé a comer en silencio, sin embargo, en determinado momento Sarah suspiró y se acercó para sentar a mi lado.
—Les está yendo bien, ¿no? —A su pregunta solo pude afirmar con la cabeza. Nos estaba yendo bien, sí, a pesar de todo, sentía que estábamos en la mejor etapa en todo lo que llevábamos de relación—. Nunca me ha negado el saludo o me ha despreciado cuando debería hacerlo. Eso solo me hace sentir peor al recordar lo que hicimos, también que te propuse ser tu amante.
No dije nada por un buen rato. Sarah solo se quedó con la cabeza recargada en la pared con la mirada en el techo.
—Belén es muy buena como para guardarle rencor a alguien. No se lo guarda a Julia por molestarla durante tanto tiempo, no te lo guardará a ti. Sí se siente incómoda con la cercanía que tenemos, pero entiende que solo es un entrenamiento, sabe que no le volvería a ser infiel. A veces sí lo recuerda y se siente mal, pero creo que eso es algo que va a pasar siempre… realmente metí la pata ese día.
Al momento ella soltó una risa irónica.
—La verdad, no sé qué estaba pensando en esa época para ofrecerme tanto a ti. Me da incluso vergüenza… ¿Alguna vez le contaste a Belén lo que pasó con Jack?
Reí entre dientes mientras negaba.
—No, nunca se lo conté. Sé que, de haberlo hecho, me habría dado una reprimenda de lo peor.
Jack era el compañero de Sarah, quien se había ido en mi contra durante un entrenamiento. Salió de la nada para atacarme por haber sido la primera vez de su mujer y haberla humillado de la forma en la que lo hice. No pudo ganarme, obvio, lo noté por el rabillo del ojo cuando se acercó a mí y cuando intentó golpearme, lo reduje en un santiamén.
En un primer momento fue desconcertante, luego Sarah comenzó a gritarle y regañarlo mientras él me insultaba frente a todos, así que sí, ya se sabía que hacía un año le fui infiel a Belén cuando no era mi compañera, lo que me salvaba un poco ante el concejo.
Desde esa reunión todo había estado tenso entre Chelem y yo. Notaba que su odio crecía a cada día y con cada elogio hacia mi persona. Tampoco le había comentado a Belén que desde ese día me mandaba a más «misiones», aunque eso estaba creando otro malestar en el grupo de licántropos que lo gobernaban.
Él no notaba que su actitud solo hacía más sabrosa la idea de quitarlo como líder.
—¿Por qué te iba a regañar? —preguntó Sarah devolviéndome al tema—. No es como si te fuese a dejar pegar por él.
—Porque a Belén no le gusta la violencia. Ella dice mucho que matar tanto vampiro me está endureciendo el corazón y a veces le creo, esa es una de las razones por las que intento alejarme de las peleas en la manada.
—O de la manada en sí. —La miré confundido—. Adrián, todos notamos que estás intentando alejarte de tus responsabilidades, incluso dentro del concejo. En el instituto siempre estabas: «no puedo ir, tengo entrenamiento», te enojabas cada que alguien te hacía llegar tarde o él o así, pero ahora… ahora cada que puedes sacas una excusa para faltar. En un principio pensé que era por Belén, que ella te lo pedía, pero ahora… creo que hay algo más.
Me quedé un rato pensando en sus palabras, pero lo disimulé comiendo.
No quería pensar mucho en ello, pero era cierto. Sé que lo tenía consciente, que ya sabía lo que pasaba, sin embargo, que los demás lo notaran…
—Belén quiere tener hijos —comencé—, yo crecí viendo a mi padre herido por las peleas con los vampiros y durante toda mi vida pensé que ese sería mi destino también. Me criaron para defender mi territorio sin importar qué, pero luego, al salir de un entrenamiento, vi a una niña intentando mejorar su puntería, una niña de cabello larguísimo que incluso siendo pequeño llamó mi atención. Crecí teniendo a esa niñita como mi mejor amiga y poco a poco sus ideales se me pegaron, hasta que se convirtió en mi compañera y entendí el riesgo que corro cuando salgo a defender eso que siempre me enseñaron a querer, pero que en sí no me está dando nada. No habría diferencia en irme a vivir al mundo humano y quedarme aquí… sí, quizá corro peligro porque los vampiros estarían acechándome, pero a Belén no le ha sucedido algo por vivir en zona humana… Lo cierto es que no quisiera que le llegaran a Belén con la noticia de me asesinaron, mucho menos quisiera frustrar su sueño de ser madre… o peor, dejar a mis hijos sin un padre. Creo que en el último tiempo me he replanteado muchas cosas.
—Pero tus hijos también deben participar en la manada. —Me encogí de hombros.
—Primero tendré que ver la fuerza que tendrán. En este sentido es muy provechoso que Belén sea de bajo rango, porque lo más seguro es que sean de un rango mediano, aunque yo sea de uno algo, así no tendré que enseñarles a pelear ni tendrán el horario que yo he tenido durante toda mi vida.
Pero si no era así, si mis hijos heredaban más mi fuerza que la de Belén, sí tendrían que pertenecer a la manada de forma activa. Lamentaba eso por mi prometida, porque sabía que no le gustaría para nada el hecho, pero era una regla.
En cuanto nos casáramos, ella debía volver a la manada, al territorio donde pertenece la familia beta y era posible que, al igual que mis padres, también tuviese que entrenar por lo menos un día a la semana.
A Belén nunca le gustó entrenar, lo odiaba porque siempre salía lastimada y no le gustaba convertirse, eso quedaba claro, además de que le dolería más la conversión que incluso una herida de plata. Quizá la única forma de salvarla de eso sería tomando el puesto de médico líder de la manada, pero no sabía si Chelem permitiría eso.
El resto del tiempo de nuestro entrenamiento la pasamos hablando de Belén, de cómo le iba en su carrera y del compañero de Sarah. Luego de un tiempo viéndonos las caras la incomodidad por nuestro error se desvaneció, así que me sentí bien al tener una persona con la cual conversar sin que estuviese ligada directamente a Belén, como Kyle, que era mi amigo, pero también compañero de Miranda, chica que le contaba todo a Belén.
Luego de entrenar me fui a casa. Mamá quería cambiar, de nuevo, los muebles, así que estaba dando instrucciones para hacerlo a unos hombres que reconocí como los trabajadores de la agencia de diseño que mamá siempre contrataba.
Seguí de largo y me puse a terminar mi trabajo, confiando en que Belén se divertiría en su fiesta y el día siguiente podríamos pasar un buen momento juntos.
Solo que, a la unca de la madrugada, recibí una llamada de ella.
—¿Andy? —preguntó con una vocecilla que me hizo fruncir el ceño.
—Hola, mi amor, ¿todo bien? —pregunté al tener la sospecha de que no estaba todo bien.
—Hmm, no. Me siento incómoda con Oliver aquí, ¿crees que puedes venir por mí?
Fruncí aun más el ceño. ¿Por qué no quería irse a su casa? ¿Qué pasaba?
—Bel, ¿Oliver te hizo algo?
—No, pero creo que lo quiere intentar. Además… siento el olor de vampiros aquí, tengo miedo.
No tuvo que decir nada más.
No me había acostado porque seguía sin terminar mi trabajo, pero eso no impidió que me levantara del escritorio de un salto y corriera por mi auto.
No cambié mis zapatos por unos de salir ni mi pantalón de pijama por un jean, me fui tal como estaba, como si hubiese estado durmiendo, y también tuve que apretar el acelerador del auto porque no quería que Belén corriera peligro, ni con su compañero ni con un vampiro.
De igual forma, la dirección que me había dado estaba algo lejos, pero la encontré a ella abrazándose a sí misma mientras veía por la avenida mi llegada.
Se acercó sin espera. Abrí la puerta por ella desde adentro. Al momento de subirse, lo primero que hizo fue tomar mi rostro y llevarlo hacia ella. No me quejé, solo la besé, ya habría momento de preguntarle cualquier cosa cuando se separara de mí.
—Gracias por venir.
—No es nada, prefiero eso a que estés en peligro.
Calentó sus manos con su aliento.
—Hay vampiros en la discoteca. También hay guardianes, pero temo que las cosas se pongan feas ahí… Por esto no me gustan las discos ni los bares, debimos hacer la fiesta en alguna casa.
—Luego no habrías podido echarlos —dije en broma un hecho cierto. Ella se rio por lo bajo y me miró.
Reí al ver sus ojos dilatados y brillosos. Acaricié su mejilla mientras seguía analizándola.
—¿Qué tomaste? —pregunté.
—Mucho ron.
—Sí te creo que fue mucho, pareces un poquito borracha. —Negó con su cabeza.
—Si estuviera borracha no estaría hablando bien, tampoco podría caminar bien.
Suspiró y cerró los ojos.
La miré con sospecha.
—Bel, ¿qué más hiciste?
—Comí un pedacito de un brownie que me está dando sueño ya.
Viré los ojos.
—Belén, no puedes hacer eso.
—Claro que sí puedo, solo quería probar… estaba rico, pero no me gusta la sensación ahora mismo.
—¿Cuánto comiste? —la molestia en mi voz era notoria. Ella giró su cabeza para mirarme con una expresión tranquila.
—Fue poco, como un cuarto de uno entero. Lo comimos entre los cuatro.
Suspiré y negué.
—Entonces estás drogada y alcoholizada.
—Ay, no seas exagerado —susurró, pero su mano cayó en mi pierna como si ella misma no pudiese sostener su peso. Se rio por lo bajo—. Ahora que estoy tranquila podría disfrutarlo más, pero ahorita estaba asustada y creo que la marihuana solo aumentó mi miedo. Creo que tengo taquicardia.
—¿Cómo no quieres tenerla? Conoces mucho de plantas, deberías saber qué pasa cuando compras un brownie de marihuana.
Logró tomar la mano que tenía en la palanca de cambios. La miré por un segundo antes de concentrarme de nuevo en la carretera.
—No lo volveré a hacer, ¿sí? O si lo hago, lo haré contigo, para que nos riamos juntos… por ahora, creo que dormiré un poquito mientras llegamos a casa.
No dije nada y ella tampoco esperó respuesta, solo se acomodó en el asiento y cerró los ojos. Estaba molesto con ella, porque podría seguir queriendo probar más de lo que ya había probado, aunque confiaba en que no pasaría nada.
Al llegar a casa ella no cumplió con lo de solo dormir mientras llegábamos, así que tuve que sacarla del auto luego de ir a abrir la puerta y entrarla en mis brazos.
No la llevé a su casa porque necesitaba terminar mi tarea y, además, quería dormir con ella al menos unas pocas horas. Ya era mi cumpleaños, pero, tal como había quedado con Belén, lo celebraríamos el sábado. No sé por qué a ella y a sus amigas se le dio por salir en medio de la semana, pero yo sí debía madrugar para mis clases, así que, solo media hora después, busqué dormir al lado de mi chica para levantarme pocas horas después.
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Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)
Hombres LoboBelén Saavedra no creía que su amor por Adrián Lee fuese correspondido, después de todo ella era solo una chica diminuta, débil mientras él era parte de la segunda familia más importante en su manada. Adrian sabía que su compañera en algún momento a...