Seguía sin sentirme por completo como una mujer casada, más que todo porque vivía en casa de mis suegros. No me molestaban, en realidad me llevaba muy bien con ambos y cuando Adrián no estaba me trataban muy bien y su compañía. Pero todo eso no quitaba el hecho de que seguía queriendo mi hogar propio.
Me sentía bien cuando Adrián estaba en casa, cuando llegaba de la universidad un poco más tarde que yo, pero me dedicaba algo de tiempo luego de eso, aunque fuese solo para ver una película en la televisión o para cenar juntos. Lo que odiaba, y me hacía sentir menos casada, eran esos momentos cuando lo llamaban y debía irse a pelear con vampiros u otros licántropos. Odiaba esos momentos, sentía que me quitaban años de vida y solo me hacían sentir como si fuese una enfermera interna en su casa, no su supuesta esposa.
Pensaba eso mientras machaba las hierbas en el mortero con ira y rapidez porque, según la llamada, traían a Adrián herido en una pierna. Todo estaba tan bien, la noche pasada había sido tan buena con nosotros dos solo haciendo el amor toda la noche y hablando de planes a futuro que veía desmoronados cada que llamaban a decirme que traían a Adrián herido.
Con todos esos momentos, lo único que me provocaba era tomar coniína y dársela a Chelem en alguna bebida. Estaba mal, sabía que tener tales pensamientos estaba muy mal, pero la ira que me recorría contra Chelem era muy grande como para pensar correctamente. ¿Por qué siempre arriesgaba a Adrián? ¿Por qué no tomaba él entonces su responsabilidad y salía a pelear también él?
Choqué con más fuerza el mazo del macerador. Las plantas ya se encontraban en líquido, así que tomé un poco de agua, la cera que me suministraba Nahsary y lo mezclé. Aunque sabía que me encontraba sola en la habitación igual di una mirada a mi alrededor antes de buscar en el botiquín una pequeña cuchilla para hacer un corte mínimo en mi dedo... solo que la puerta se abrió de golpe, asustándome, y la cuchilla cortó más de lo que debería. Hice una mueca, pero mientras acomodaban a Adrián en la cama aproveché para dejar caer un poco de mi sangre en la mezcla antes de correr al baño para lavar la cortada. No dejó de sangrar, pero logré vendarme de nuevo tal y como estaba antes.
Corrí de nuevo a la habitación, tranquila porque sabía que mi crema curaría a Adrián en un momento y cerraría la herida que tuviese en un santiamén.
Nos dejaron solos cuando me vieron. Adrián tenía una mueca de dolor y estaba lleno de sudor, su cabello húmedo y riachuelos corriendo desde sus sienes. Hice una mueca. No necesitaba mucho para saber que tenía plata incrustada en algún lugar de su piel.
Me acerqué con gasas para limpiar la herida. Su pantalón estaba abierto y la herida se veía fea. Le ayudé a quitarse el pantalón sin que moviese mucho su pierna antes de ponerme en lo mío.
Adrián jadeó al contacto de la gasa húmeda sobre su piel. Dejó caer su cabeza contra la pared y apretó sus dientes.
—¿Cómo lograron cortar tu pantalón? Es de hechicero, no debería haber pasado eso —susurré mientras daba toquecitos e iba sacando esquirlas de plata de su piel.
—Te dije que parecían estar aliados con un brujo, porque tienen armas con brujería fuerte en ellas. Debo hablar con Chelem, los hechiceros deben ayudarnos ahora mucho más.
Negué.
—Se lo comentaré yo mañana a Nahsary. No confío mucho en Chelem para eso.
Con la herida ya limpia me levanté para tomar la crema. La sangre relucía sobre la capa verde de la crema. Tomé el mezclador que estaba usando antes para revolver todo junto y que Adrián no supiera del ingrediente que hacía esa crema tan buena para él. Terminé de revolverlo cuando llegaba a él, pero tomó el frasco con un movimiento brusco y lo llevó a su nariz.
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Luna creciente (Precuela Cantos a la Luna)
Loup-garouBelén Saavedra no creía que su amor por Adrián Lee fuese correspondido, después de todo ella era solo una chica diminuta, débil mientras él era parte de la segunda familia más importante en su manada. Adrian sabía que su compañera en algún momento a...